No hablamos, por tanto, de un auricular con pegada e intensidad. Al igual que los k701, el k812 tiene un perfil tonal equilibrado y neutro. No destaca en él ningún rango frecuencial, y la sensación es muy natural en la reproducción de instrumentos acústicos y voces. Se desenvuelve mejor con grabaciones de grandísima calidad, donde la escena esté bien trabajada y enseñará cualquier defecto o imperfección de la misma. Su capacidad resolutiva es sencillamente brutal, y esto conlleva también un nivel de exigencia alto con la grabación. Hasta aquí todo parece similar a las versiones anteriores de la marca. Y en cierta medida es así.
Pero hay algunos aspectos particulares de este modelo que me parece muy importante matizar, para que el lector se haga una idea clara de qué se va a encontrar si se decide por el k812.
Para empezar, el k812 tiene una presentación escénica diferente a la del k701, que luego pudimos disfrutar con mucho mayor grado de desarrollo en el Sennheiser hd800 (lo cual es en sí mismo un elogio al trabajo de AKG en aquél modelo). El k812 en este punto se asemeja más al k601, ese modelo un poco olvidado pero de extraordinarias prestaciones. No estamos, por lo tanto, ante una presentación directa, que nos sitúa prácticamente entre los músicos o muy cerca de ellos, sino un poco más alejados de los mismos. Con una mayor suavidad y elegancia, que en mi opinión es muy de agradecer, somos testigos de lujo de cualquier representación escénica digna con un nivel de amplitud y profundidad sin precedentes en la marca. Por dar una referencia concreta, el salto en este sentido respecto al k701 es similar, si no mayor, que el de éste respecto al antiguo k501.
Este diferente enfoque escénico se traduce también en un punto esencial en la reproducción de auriculares, y es en la coherencia global de la representación escénica. Así como otros modelos, como el k701, podían resultar un poco confusos en algunos casos por la cercanía y presencia de lo representado en el punto central de la reproducción, que quedaba algo separado del resto de sonidos, más extremos y alejados tanto lateralmente como en profundidad, el k812, al alejarnos un poco más del centro de la escena, nos muestra de forma mucho más progresiva la transición entre el centro y los extremos de la misma, dando como resultado una naturalidad, realismo y sensación de fluidez musical que no tiene parangón. Hay algún otro modelo dinámico que es capaz de dar una sensación un poco más vertical o tridimensional de la escena, pero en esta coherencia de conjunto el k812 marca diferencias.
Otro punto relevante es la perfección tonal y tímbrica logradas. En el sonido típico de AKG podíamos encontrar siempre un gran rendimiento de conjunto, pero también determinadas carencias o puntos débiles. Por ejemplo, en la profundidad y presencia del grave, algo escasa en el k601, o en un cierto punto algo áspero en la zona media-alta del k701. El k812 corrige de manera sorprendente estos aspectos. El grave es más profundo, bien detallado y matizado, y con multitud de registros. Pero es que además, a diferencia del que podíamos encontrar en el k701, es un grave que nos envuelve y que aporta una base rítmica mucho más elegante. No se sitúa en el centro con una presencia directa, sino que se expande de forma más homogénea por toda la escena, y es más amplio. Tampoco tiene el k812 esa acidez o sequedad en la parte aguda tan habitualmente criticada que podíamos encontrar a veces en el k701. El agudo, y su transición, están mucho más logrados. Esto lo podemos notar claramente en la reproducción de voces, que consiguen cualquier registro agudo sin que nunca sea punzante o molesto, y que por comparación con el antiguo modelo sorprende para bien.