Anton Bruckner (1824-1896): Sinfonía No. 1 in Do menor (Linz Version 1866) [Ed. Nowak]
Orquesta de la Suisse Romande
Marek Janowski, director
PENTATONE PTC 5186 447
La segunda mitad del siglo XIX se caracteriza por el aumento del interés por la música del pasado y el nacimiento de nuevos estilos en la música clásica. Será ahora cuando se materialice un repertorio clásico centrado principalmente en los maestros de la primera mitad del dieciocho como Beethoven, Mendelssohn, Chopin, Schumann y Schubert, pero también en los grandes maestros del Barroco y el Clasicismo. En este momento, la búsqueda en el pasado musical, se convierte en un nuevo argumento dentro del movimiento nacionalista.
¿Pero cómo afectó la presencia de este repertorio clásico a los compositores vivos? Algunos como Brahms, compitieron con los clásicos en su propio terreno, escribiendo sinfonías y obras de cámara dignas de sus antecesores; otros como Wagner y Liszt tomaron este legado clásico como punto de partida en una dirección diferente, hacia géneros nuevos como el drama musical o el poema sinfónico. En los países de habla alemana la disputa se polarizó en torno a Brahms y Wagner, distinguiendo entre música absoluta y música programática, entre tradición e innovación; ambos partían de la música de Beethoven en su objetivo de atraer al público que conocía las obras maestras clásicas y de asegurar un lugar para su propia música.
Tras esta breve aclaración sobre el posicionamiento de Bruckner en la escena musical de la segunda mitad del siglo XIX, estamos listos para profundizar en la composición de su primera sinfonía. Antes de dar número a esta sinfonía, Brukner compuso el llamado “Estudio Sinfónico” en Fa mayor y la “Sinfonía Número 0” en Re menor, dos trabajos preparatorios de lo que había de ser su estilo sinfónico posterior. Esta nueva personalidad fue capaz de asimilar las influencias de otros autores, pero también de incluir un diseño atrevido y original. La Primera de Bruckner es menos solemne que sus hermanas mayores, pero en ella ya encontramos presentes los rasgos que caracterizarán el sinfonismo bruckneriano: los crescendi de intensidad, la magnitud de los desarrollos, la energía rítmica de los scherzo, etc. Terminada en 1866 fue sometida a revisión en 1877 introduciendo algunas modificaciones en lo que se conoce como versión de Linz, posteriormente hubo otra revisión completa entre 1889 y 1891 conocida como versión de Viena. La edición de Leopold Nowak de 1953 prefiere la versión de Linz a la posterior de Viena, lo mismo ocurre con la gran mayoría de los directores actuales, como es el caso de esta grabación de Janowski. En la última versión Bruckner agregó gran cantidad de detalles minuciosos que eclipsaron la frescura de la versión original, creando una densidad del texto innecesaria, anacronismos fruto de su trabajo de orquestación, más acorde con sus últimos trabajos que con esta obra inicial. Aún así, algunos directores entre los que se cuentan Wand y Chailly, prefieren mantenerse fieles a la voluntad del compositor, ciñéndose a la versión de Viena.
Janowski nos ofrece la Versión de Linz, la cual incluye pequeñas alteraciones referidas particularmente a la instrumentación y a la escritura de los violines, el resultado es una obra magistralmente instrumentada, donde destaca la bellísima orquestación en cuerdas y maderas, fíjense en el expresivo adagio, una actuación sutil y llena de matices. Janowski mantiene un ritmo ideal, con esa indefinible cualidad “espiritual” que Bruckner siempre muestra en sus movimientos lentos. El “scherzo”, al igual que el primer movimiento, es muy emocionante en sus secciones exteriores, mientras que el lírico trío central, enfatizado por las llamadas de la trompa, sirve de unión a las dos partes de este tiempo. El “finale”, considerado como el movimiento menos logrado estructuralmente, es aquí interpretado convincentemente. Janowski conduce la música hacia adelante con ímpetu emocionante. Los abundantes cambios de humor se traducen en pasajes más líricos, donde el director evita hábilmente la pérdida de impulso conduciéndonos irremediablemente al apoteósico final.
Janowski y la Orquesta de la Suisse Romande están realizando un trabajo excepcional; a falta de dos entregas (segunda y cuarta sinfonías), no hay duda de que este será uno de los mejores ciclos de las sinfonías brucknerianas disponibles en la actualidad. Titular o invitado de las mejores orquestas europeas y estadounidenses, Janowski ha mostrado su buen hacer en los mejores escenarios, la claridad de su discurso es común a todos los registros brucknerianos. Interpretaciones frescas y vigorosas que reciben por doquier el aplauso de la crítica internacional.
No es de menor importancia la contribución de Pentatone. La técnica de grabación es sobresaliente, los estudios Polyhymnia han realizado un trabajo soberbio en el Victoria Hall de Ginebra. Esta sala es de sobra conocida entre los más melómanos por las excelentes versiones que Ansermet grabara con su orquesta. Su excelente acústica sirve ahora a los técnicos de Pentatone para realizar una grabación verdaderamente audiófila. Un sonido imponente, cálido y natural, que presta atención al más mínimo detalle, en conclusión una grabación altamente recomendable.
1 Extractos de: Historia de la música occidental Claude V. Palisca, Donald J. Grout, J. Peter Burkholder ALIANZA
Calidad Artística: 9
Calidad de Sonido: 9’5