La sorpresa del año
La –¿por ahora?– pequeña empresa austriaca Crayon está dando mucho que hablar en círculos audiófilos: ya probamos en Hifi Live su primer amplificador integrado –aquí–, y al saber que existe ahora una versión digamos más humilde, pero que usa la misma circuitería de base, no pude resistir la tentación de pedírselo a su importador, Cliff Orman –Cosmos Hifi– para comprobar si lo que estaba leyendo en foros extranjeros era cierto, pues el padre de la criatura –Ronald Krammer, especialista en electrónica digital curiosamente ya que es amante y buen conocedor de la analógica–, está particularmente orgulloso de él.
Este CIA-1 por “Crayon Integrated Amplifier”, como digo es un integrado relativamente humilde. Su estética es sencilla sin pantalla digital ni menús como su hermano mayor, aunque también está realizado en bloques de aluminio mecanizado con un aire de gama alta. En ese orden de magnitudes su precio es relativamente bajo, supera por poco los dos mil euros sin la placa de fono opcional. Ésta sí que es cara, pero es la misma que monta su hermano mayor, muy regulable –MM y MC con múltiples posibilidades– y podríamos decir que de referencia. Hablando de “referencias”, en la web de Cosmos Hifi el CIA aparece como “amplificador integrado de referencia”, y que comparta espacio con uno de otra marca de precio ocho veces superior es ya una pista de lo que nos espera…
Por dentro
Crayon es una marca original por muchos motivos, la estética me recuerda algún producto británico de los noventa y curiosamente el panel disipador principal está en la parte inferior. Como veremos luego el aparato se calienta bastante y conviene que esté sobre un firme liso y fresco. Cuando uno intenta acceder a su interior se encuentra otra sorpresa: no es una “caja” al uso, sino unos perfiles de aluminio de notable sección rígidamente ensamblados entre sí, y sujetos por unos pernos que van de base a tapa superior pasando por los cuatro pies –también mecanizados en aluminio de notable grosor y dotados de gomas estabilizadoras–. Los mantuve unidos para la foto, pero las paredes –una vez retirados esos pernos y quitada la tapa– estaban libres.
Segunda sorpresa, en mi caso esperada al conocer la electrónica: ningún transformador “gordo” a la vista, la alimentación de los amplificadores Crayon corre por cuenta de una fuente conmutada –la cajita metálica con un ventilador silencioso de la parte derecha–. Krammer es un convencido de las ventajas de estas fuentes, que no es difícil tener bien filtradas y son muy rápidas, pero también es un convencido de los problemas asociados a las fuentes lineales tradicionales con transformador, en forma de ruidos de baja frecuencia y relativa lentitud en la entrega de corriente.
El resto del espacio disponible está prácticamente ocupado por la placa principal, de cuya superficie se dedica muy buena parte al filtrado previo y posterior de la alimentación. Lo primero elimina ruidos procedentes de la red, y los que pudieran enviarse a ella, lo segundo se dedica a la amplificación que sigue. El circuito de audio en sí es muy sencillo, sigue un esquema único a Krammer en realimentación de corriente con bandas pasantes de frecuencias altísimas en cada etapa, y en cada canal se compone de dos secciones completas paralelas, como ocurriría en una amplificación realmente balanceada para cada fase de la señal, pero que aquí en lugar de eso amplifica tanto la parte de la señal como la de la “tierra”. El manual y la trasera del aparato avisan claramente debido a ello que no deben conectarse los terminales negativos de cajas a ninguna tierra ni entre sí –son tan “vivos” como los positivos–.
La mayoría de componentes electrónicos activos son de montaje en superficie, en una placa de diseño claramente optimizado para minimizar el recorrido de la señal. En cuanto a los transistores de salida, de tamaño mayor pero no exagerado, una pareja por “fase” de cada canal –es decir cuatro parejas en total–, están sólidamente unidos al disipador que ocupa casi toda la parte inferior externa de la base, y que como comenté antes mantendrá en funcionamiento una temperatura moderadamente alta. El volumen se controla con un clásico potenciómetro Alps RK27 –azul– motorizado y el fabricante nos deja elegir si lo queremos logarítmico o lineal, según la sensibilidad de nuestras cajas –lo primero es lo normal, lo segundo serviría para cajas de muy baja sensibilidad–. El mando a distancia es uno compacto –el del previo Nagra usaba la misma base y lo he visto alguna otra vez– y por desgracia los códigos usados por Crayon coinciden con los de Linn, así que apenas pude usarlo pues ahora tengo reproductores Linn en ambos equipos, el panel frontal es sencillo pero eficaz y discreto.
La parte trasera del aparato dispone de una conectividad sobresaliente, aunque los conectores usados, tanto RCA como sobre todo de altavoz, destacan negativamente del resto del Crayon. Dispone de cuatro entradas, la primera sería la de fono si montamos la placa opcional –no en mi aparato de pruebas– y dos filas de microinterruptores permitirían en ese caso configurarla a fondo. La segunda y siguientes son entradas normales de línea, pero esta número 2 tiene la particularidad de contar con un divisor de tensión interno –dos microinterruptores en el exterior de fácil acceso– para su uso con alguna fuente digital con mucha señal –la rebajaría a la mitad–. Una idea que hace tiempo no veíamos, pero que se prodigó mucho hace un par de décadas, y que es útil. Todas las entradas se mantienen aisladas del aparato si no se usan, y todas cuentan con un filtro que elimina las interferencias de alta frecuencia por encima de 1 Mhz, algo según Krammer esencial en el tipo de circuito que él usa, muy rápido y con banda pasante que llega a casi 200 kHz –el corte de -3dB se declara en 140 kHz–, pues en el contaminado ambiente doméstico es fácil que se cuelen por varios aparatos señales de muy alta frecuencia –o sus armónicos– y que acaben provocando problemas en la escucha.
Escucha
Este integrado no ha dejado de sorprenderme desde que llegó a mis manos, y las buenas referencias que tenía de él creo que se quedan incluso cortas. Cuando más arriba decía que su precio me parecía relativamente bajo, confieso que me estaba conteniendo: lo voy a decir ya, el Crayon CIA-1 es un chollo, es el chollo del año o de la década y ofrece prestaciones sonoras que ponen en un compromiso a integrados y conjuntos de previo y etapa de mucho, incluso muchísimo, mayor precio. Recuerdo cuando probé hace algún tiempo el integrado Hegel H80, algo más asequible que este Crayon, y me pareció un sobresaliente amplificador totalmente recomendable en su precio; lo sigo pensando pero el Crayon juega en otra liga, en la liga de las amplificaciones capaces de dar “más” incluso con cajas que uno no pensaría de entrada.
Lo que ha hecho Crayon es raro: tenía un buen integrado en el CFA y ha tomado esa electrónica, despojándola de los “gadgets” de lujo, la ha metido en una caja más modesta –pero aún vistosa– y se ha permitido el gusto de que ofrezca incluso algo más de potencia. Cualquier marca habría aprovechado para “limitar” el amplificador económico o sencillo, para potenciar el más alto de gama, pero aquí parece haber sido incluso al contrario.
Bueno, ésa era mi conclusión y lo normal es que la publiquemos al final de la prueba, pero no me podía aguantar… ¿Qué es tan bueno en el Crayon como para haberme gustado tanto? Pues, sencillamente, “todo”, todo lo que uno espera que le dé una amplificación del máximo nivel: para empezar, una capacidad sorprendente para mover cajas, y de eso puedo dar fe, porque desde las muy sensibles y fáciles Allegro hasta las más complicadas –sobre todo en baja frecuencia– Bowers 802D, tengo en casa prácticamente los dos extremos del abanico. Me faltó probarlo con cajas de baja sensibilidad –monitores que pese a lo que declaren pasan poco de 80dB–, pero visto lo visto y salvo casos extremos lo doy por bueno.
Con las Allegro no había nada de ruido de fondo –un punto delicado con cajas tan sensibles, 97dB en su caso– y la alegría, rapidez y apertura del sonido del Crayon les casaban como anillo al dedo. De hecho tengo pendiente dejárselo escuchar al padre de dichas cajas –Suso Ramallo–, que como alguien dijo tiene oído para escuchar crecer la hierba, y estoy seguro que se entusiasmaría como yo lo he hecho. Con las 802D la cosa empezó como “prueba obligada” y enseguida me dejó pasmado, no sólo por el medio y agudo tan detallado pero a la vez un punto dulce que sacaba de las británicas, sino y sobre todo por un grave profundo, un cuerpo que las 802D sólo ofrecen con muy buenas amplificaciones, y un impacto que rivaliza el de lo mejor que haya probado con ellas –quedándose, en este caso sí, un paso por detrás–. Durante mucho tiempo mi referencia entre etapas de estado sólido han sido las Pass Labs, el sonido de mi querida XA30.5 no se me olvida, pero este integrado Crayon no tiene nada que envidiarle a esa etapa que triplica su precio y necesita previo. Creo que el propio Nelson Pass se sorprendería o lo habrá hecho si ha tenido ocasión de escuchar el pequeño austriaco.
La cualidad que más destacaría del Crayon es su rapidez, su agilidad, la dinámica que le aporta a la música que escuchamos, y que por ello la convierte en más “real”. Desde siempre la asignatura pendiente de un equipo de música está en la dinámica y en la naturalidad, comparando con el sonido del instrumento real. Hay otras electrónicas capaces de dar esa rapidez, y el uso de cajas de sensibilidad media o alta ayuda, pero es habitual tener que conformarse con otros compromisos: las amplificaciones rápidas suelen ser algo frías, las cajas muy sensibles suelen ser poco naturales… El Crayon consigue sonar rápido sin nada de frialdad, más bien al contrario, su sonido me recordaba muchas veces a la claridad y apertura “dulces” de la Pass XA30.5, pero con más autoridad y energía, ¡sí!
Esa rapidez permite apreciar mucho mejor la expresividad del intérprete, sea una voz o un violinista o un clarinete o una guitarra… Todos parecen tener “un buen día” cuando el Crayon está a los mandos, y su “vida” no se queda filtrada por una electrónica, digamos, más torpe. El grave como comenté es inesperado para la potencia declarada, es rápido y tiene pegada, con las 802D este increíble austriaco me recordó más a la poderosa X250 que a la dulce XA30 por ejemplo. Y el agudo es interminable, detalladísimo, pero nada agresivo, es líquido como el de un buen amplificador de válvulas, dando en conjunto una escena muy precisa a lo ancho, con buena profundidad, de gran precisión si el resto del equipo y la grabación lo permiten. Es como si hubiera un control de volumen por pasos y no un sencillo potenciómetro Alps en el camino de la señal… ¿lo consigue Krammer con un inédito control de la fase en todas las frecuencias? No sé cómo, pero lo consigue: enhorabuena, y no puedo dar mejor recomendación que ésta.
Puntos destacados
+ Prestaciones sonoras muy por encima de su precio
+ Sonido rápido y dinámico
+ Agudo interminable sin agresividad
+ Grave inesperado, profundo y rápido
+ Mando a distancia completo
+ Fono opcional sobresaliente aunque caro
– Sin “bypass” para uso como etapa AV
– Conectores traseros de altavoz
PVP: 2.400 euros, con Fono incluído 3.280 euros
FICHA TÉCNICA
Amplificador integrado con cuatro entradas de línea o 3 de línea y 1 fono; la entrada 2 de línea tiene sensibilidad regulable (para fuentes digitales con nivel de señal muy alto). Potencia máxima de salida: 78W por canal a 8 Ohm y 105W (pico 122W) a 4 Ohm. Mando a distancia para selección de fuentes, volumen y standby. Consumo máximo 335W. Respuesta en frecuencia 6Hz a 140kHz (+-3dB). Salidas de línea para “tape” y de previo, de altavoces para cable, espadas o banana 4mm. Dimensiones (An x Al x Prof) 44 x 6 x 31 mm. Peso 10’5 kg. Disponible en color aluminio o negro. Distribuidor: Cosmos Hifi (www.cosmoshifi.com).
EQUIPO UTILIZADO PARA LA PRUEBA
Fuentes
- Linn Akurate DSM
- Linn Sneaky DS
- Meridian 568.2mm (procesador AV y DAC)
- Buffalo IIISE (DAC)
Cajas acústicas
- B&W 802D
- Ramallo Allegro
- Penaudio Three
Amplificación
- ARS Sonum Gran Filarmonía
Cableado
- Nordost, Kimber, Siltech