Riksi Business
Falcon Bravo es una empresa española que desde Villaminaya, un pequeño pueblo toledano de algo más de 500 habitantes a 30 kilómetros de la capital, se dedica a fabricar cajas acústicas de forma artesanal y con posibilidad de acabados y ajustes a la carta. Así fabrica a mano tres modelos de columna con las Musa como máximo exponente y tres modelos de monitor con las Riksi como puerta de entrada y modelo más económico de su catálogo. Su precio de venta al público es de 1.250 euros. El fabricante ofrece la posibilidad de adquirir unos soportes específicos a juego con las cajas por 200 euros adicionales los cuales muy amablemente también nos ha cedido para esta prueba. Tenemos por tanto unos monitores que no sobrepasan los 1.500 euros de precio pero que han conseguido sobrepasar todas mis expectativas proporcionándome numerosos momentos de sorpresa y deleite a partes iguales.
Construcción
Aunque son cajas de dos vías con dos drivers, uno de 5 pulgadas para medios graves y uno de 1 pulgada para agudos, una sola rejilla circular genera la ilusión de estar ante una caja de un único controlador o de tipo concéntrico dual como el que monta Tannoy. Justo debajo de la rejilla hay una placa dorada con un halcón con sus alas extendidas pero elegante y discreta pues no pide un protagonismo que no le toca. Por otra parte la continuidad en el dibujo del veteado está muy conseguida y las aristas y vértices de los recintos revelan el cariño que les han puesto en su ensamblaje. Quedan realmente bonitas con sus soportes a juego con un alto WAF ya que adornan mucho y no se comen la habitación porque huyen de toda extravagancia o recargo visual. En la parte trasera abajo está el puerto bass réflex de color negro y justo por encima hay una etiqueta con marca, modelo, número de serie y “Handmade in Spain.” Por encima de la etiqueta están los bornes de conexión de generoso tamaño y calidad que permiten tanto el empleo de bananas como espades. En cuanto a su interior no se han andado con mediocridades ni racanerías y montan componentes de primer nivel con marcas como Mundorf y Jantzen, entre otras.
Las pequeñas y ligeras Riksi con sus seis kilos de peso y sus 23 x 23 x 17 centímetros de tamaño, son como un cubo de Rubik que ofreciese multitud de combinaciones posibles para dar una solución satisfactoria a su usuario. Así las he tenido tanto en la pared más ancha de mi sala de 22 metros cuadrados como en la estrecha y su ligereza me ha permitido moverlas y ajustarlas a capricho sin comprar papeletas para una hernia de disco y sin que la alfombra o el pavimento hayan sufrido desperfecto alguno.
SONIDO
Electrónica
En la pared ancha con el puerto bass réflex a tan sólo 60 centímetros de la pared su sonido era tan bombástico y visceral que me encantaban con música techno-pop ochentera. Bien es cierto que parte del grave que las cajas entregaban era como esa camisa que te prestaba tu padre y te sentaba mejor que a su legítimo dueño. Un grave abigarrado, fanfarrón, faltón y deshonesto, pero francamente bailón y divertido. La pesadilla del audiófilo más purista y la bendición del melómano más discotequero.
Así la parte de Mr. Hyde que llevo dentro disfruta como un enano con el disco Arabian Horse de los islandeses Gusgus. Un grupo que bajo el paraguas de la mal llamada IDM o Intelligent Dance Music ha conseguido cocinar su propia fórmula en la que temas techno-pop de tempo medio conviven con pistas instrumentales en las que los sintetizadores y los paisajes sonoros toman el control. Las Riksi y su driver de cinco pulgadas sorprenden porque consiguen que por debajo de los 125 hz se perciba presión sonora. Obviamente no se experimenta la patada en el plexo y ese cosquilleo que dan los drivers de 10” en adelante, pero sí que tienen un grave con presencia en la estancia. Cuando suena el corte que da título al álbum, la voz masculina y los coros femeninos suenan exquisitamente dibujados y la imagen estereofónica se materializa sin que se noten sus costuras. El bombo de “Magnified Love” suena eso: magnificado. Contundente, visceral, cercano y justo en el centro de la escena sonora.
No obstante, dejando los experimentos a un lado, donde las Falcon Bravo Riksi han ofrecido todo su potencial ha sido al situarlas en la pared estrecha de 3,42 metros de la sala siguiendo en un principio el patrón áureo para luego buscar potenciar el grave en su justa medida quedando las mismas separadas a 1,56 metros entre tweeter y tweeter y 1,23 metros desde el tweeter y la pared del fondo. La distancia de los tweeters con las paredes laterales es de 0,93 metros y la distancia de los tweeters con el centro del punto de escucha es de 2,20 metros.
Si con otras cajas acústicas uno cierra los ojos y éstas desaparecen, con las Riksi ocurre algo curioso, ya que los medios y agudos se ensanchan ligeramente ofreciendo una escena razonablemente amplia y bastante alta, pero el grave se concentra dando la impresión de salir por un único driver de 12” que estuviese entre ambas cajas. No de una forma tan física que se expanda el aire hasta que se le abran a uno los ojales de la camisa, sino más bien psico-acústica. Con la zona media y los agudos adelantándose algunas veces y el grave que parece venir desde el fondo del escenario, la sala termina por antojarse más amplia. Ahí es donde me han hecho abrir los ojos no pocas veces para corroborar que todo ese sonido en calidad y cantidad sale de unas cajas de 23 x 23 x 17 centímetros con un driver de 5” pulgadas.
Emplazadas de esta forma y con el toe-in cruzándose a 1,50 metros detrás del punto de escucha las Riksi suenan con todo su esplendor y fuerza expresiva. Si en la pared ancha sonaban como si estuvieran ecualizadas en uve ahora la uve baja sus alas como si de un halcón planeando se tratase para mostrarse más balanceadas en sus extremos grave y agudo. Las puertas de la discoteca se cierran y se abren las puertas del Hi-End.
Puede que algún lector justo aquí haya dejado de leer pensando que 1.250 euros y Hi-End en la misma frase no pueden cohabitar. Pero es que ahí está el mérito de estas pequeñas casitas para pájaros de 23 x 23 centímetros. ¡Cómo cantan! Su precio las hace aún más Hi-End porque ofrecen una experiencia netamente audiófila a un precio todavía accesible.
Jazz
Paso al formato analógico con un disco de vinilo de nu-jazz nórdico titulado Trialogue en el cual el teclista y compositor noruego Bugge Wesseltoft al piano, grand piano, piano electrico Rhodes, sintetizadores y percusión; Dan Berlung al bajo y contrabajo y Henrik Schwarz con programación, percusión y loops son el trío de pajaritos que dibujan un disco que coquetea con el ambient minimalista, el jazz nórdico, y la música de cámara neoclásica.
Aunque Wesseltoft se ha hecho más convencional con los años al usar más el piano en sus últimos trabajos no olvida sus orígenes electrónicos y sigue siendo ese ser encorvado que toca el Rhodes o el Clavia Nord Modular como un auténtico maestro. Sus fraseos e improvisaciones revolotean por la sala con una resolución vaporosa. El segundo corte titulado “Valiant” con piano, contrabajo y percusión y algo de reverb y delay electrónicos suena fresco y convincente a la hora de pintar la escena y si en un principio pensé en que los soportes de los monitores eran quizás eran algo bajos ahora confirmo que su altura es ideal porque el tamaño material y la posición física de las Riksi no coincide con el percibido con la música. Físicamente están en las antípodas del mazacote de 60 kilos y 126 centímetros de altura de mis Usher Mini Dancer DMD 2. Las Usher se comen la sala físicamente y necesitan mucho espacio para emplazarse, las Riksi en cambio tan discretas y pequeñitas en su corporeidad se muestran poderosas y expeditivas en su carácter cuando se las alimenta con música. Ahí son majestuosas.
En cuanto a los cables con los Qed Silver Anniversary XT el sonido afilaba un poco los agudos pero quitaba algo de grave a la presentación, así que he optado por los Supra Classic 6.0 que, al igual que con las Usher, ofrecen un grave más potente y ágil que es idóneo para las pequeñas de Falcon Bravo.
El contrabajo da sus notas más líricas, agudas y sentidas en manos de Dan Berlung en el tema Movement Eleven ya en la segunda cara. Si con los graves las cajas se desmaterializan y unen sus fuerzas para aumentar la energía y física y emocional de los pasajes sonoros, con los medios-agudos uno siente a veces que es al contrario. Para mitigar el efecto de las vibraciones del recinto, las Usher con sus 60 kilos pesan más que ese mensaje de WhatsApp que escribimos en la madrugada a la ex fruto de una copa de más. Por el contrario las Riksi con sus livianos 6 kilos parece como si estuviesen afinadas para aprovecharse de esas vibraciones. Es como si Falcon Bravo hubiera tratado los recintos como un luthier. Así unas cajas de sólo 6 kilos de peso se atojan más grandes y poderosas porque parte de su sonido lo controlan, pero siempre hay otra parte que parece salir a apasionados borbotones. Transmiten mucha música porque son como un buen padre que sabe cuando mostrarse intransigente y exigente y cuándo abrir un poco la mano para dejar que el pájaro vuele en libertad.
Ahí reside su alquimia. Son sorprendentes porque no lo hacen por sistema y rutinariamente. Si siempre acudieran a esos trucos sería como celebrar la fiesta de “no cumpleaños” de Alicia en el país de las maravillas. El efecto se agotaría y se nos rompería el amor de tanto usarlo. Pero las benjaminas Riksi se manejan con ventaja en esa estudiada equidistancia de delicadeza en el medio agudo y desgarro pasional en el grave. Así consiguen que uno esté deseoso por llegar a casa y dejarse seducir cuando se muestran tenues y gaseosas o dejarse embaucar cuando mutan en falso ariete cartaginés.
Con cuartetos o quintetos de jazz suenan deliciosas por su tímbrica, su escena y los armónicos que recrean. Eso sí, ha sido condición sine qua non tener las gruesas cortinas echadas, pues los cierres de cristal del balcón del fondo de la sala lo emborronaban todo.
Rock Progresivo
Pero es hora de complicarles un poco la vida con algo de rock progresivo, así que acudo a Porcupine Tree y su Fear of a Blank Planet, en una cuidada edición especial en doble LP del exquisito sello discográfico con sede en Rotterdam (Países Bajos) Tonefloat Records.
Con el potenciómetro del Yamaha a las 10 horas obtenemos unos 75 dB en los pasajes serenos y tempos medios y unos 80-84 dB en los arrolladores crescendos. Así es como las Riksi hacen su truco de ave fragata en celo e inflan su cárdena pechera para fanfarronear con su grave tan resultón.
Pongo directamente la cara B del primer disco. Comienza a sonar Anesthetize. Dura 17 minutos y 46 segundos así que hay tiempo para la calma, la furia, la épica, la lírica y toda la montaña rusa de sensaciones que el buen rock progresivo puede provocarnos. El balanceo estéreo de los Toms con los que empieza Anesthetize suena delicioso, creíble y la voz de Steven Wilson perfectamente centrada y rodeada de los coros de John Wesley, justo un poco por detrás de ésta y un poco más ensanchados. Siendo Steven Wilson un músico multi-instrumentista muy competente, un compositor excelente y un productor muy eficiente. Esos detalles los cuida mucho en los discos que él produce y en las mezclas que realiza para otros artistas. Nada está ahí en el surco porque sí y su dominio en la producción agradece un sistema todo lo analítico que nos podamos permitir. Las Riksi son todo lo analíticas que sus dos vías y sus drivers se pueden permitir y eso me encanta cuando escucho mis discos de siempre, porque me permite redescubrirlos pero no se meten en camisa de once varas y son capaces de decir hasta aquí llegamos y el resto que lo termine de dibujar el oyente con su imaginación.
Suena el tema “Sentimental” y el piano tiene un timbre encomiable, el hit-hat y los toms lo acompañan con su tan discreto como efectivo armazón rítmico y la voz de Steven Wilson suena tan frágil y conmovedora que se le perdona su falta de virtuosismo: no es un Freddie Mercury pero sí un híbrido del genio y versatilidad instrumental de Prince con la maestría en el estudio de Alan Parsons, que reconoce beber de las fuentes de Pink Floyd y King Crimson. ¡Casi ná! El final del tema llega y el piano con reverb suena alejándose en un fade-out acompañado de sonidos electrónicos en modo flanger.
Con la siguiente pista “Way out of here” alcanzo el clímax y literalmente salgo de la sala. Las bruscas guitarras tienen su espacio para expresarse junto con una batería magistral que se muestra como un muro con bombo y cajas y como un tarro de luciérnagas con los brillos de los platillos.
Las pequeñas Riksi lo hacen a lo grande siempre que tratemos de optimizar su posición en la sala, porque el error de bulto insalvable es creer que por su tamaño pueden ser tratadas como un juguete o colocadas entre el monitor de un ordenador encima de una mesa como si de unos altavoces multimedia “chinorris” se tratasen. Error y gordo. Sí, sí, ya sé que no todo el mundo dispone de una sala dedicada en exclusiva como para situar los monitores en medio de la misma. Además si uno tiene niños, mascotas o mejor aún niños que juegan con mascotas, añadir a la ecuación un par de soportes con unas cajas acústicas encima y unos cables por el suelo como que se barrunta la crónica de una muerte anunciada. Pero es que las Riski con su liviano peso -6 kilos cada caja y algo más de 4 kilos cada soporte- y su reducido volumen nos permiten montar y desmontar nuestra sala de conciertos personal en menos de dos minutos. Unas disimuladas marcas con rotulador indeleble en el pavimento, apenas unos puntos de referencia o incluso empleando un simple flexómetro y las tendremos a nuestra entera disposición para disfrutar de esos milagrosos momentos cuando espacio y tiempo se confabulan para que el salón familiar o el comedor queden a nuestra entera disposición. Cuando la fiesta se acaba las Riksi pueden volver a ponerse a salvo en un discreto rincón de la estancia, encima de una estantería o incluso en un cajón.
Suena la cara extra del disco o cara “D” y la segunda canción titulada “Normal” suena emocional, poderosa, dinámica, envolvente, conmovedora: la quintaesencia del rock progresivo de Steven Wilson y sus Porcupine Tree. Pero es que esto no es normal. Las Riksi no sólo se defienden estupendamente en cuanto a términos de potencia y presencia, sino que lucen más si cabe su refinamiento en medios y agudos y su capacidad para respetar los timbres de los instrumentos y todo ello ofreciendo una escena hermosa en tamaño percibido y en la paleta de sensaciones que nos provocan. Lo hacen como con consciencia y vida propias. Así sucede a veces cuando puedes estas escuchando un disco recién comprado y otras pasa con alguno de los clásicos que has escuchado mil veces. Lo mismo ocurre a veces cuando estás haciendo una escucha activa y otras ocurre cuando estás acompañando con música la lectura de un libro o un buen café espresso. Cuando ellas quieren de repente ahí están estos pequeños monitores mostrándose altivos como columnas del Partenón de Atenas o profundos como el cañón del Colca del Perú.
Ambient
Vuelvo al formato digital y con un género que verdaderamente me apasiona: el ambient. Robert Rich es un multi-instrumentista, compositor y escultor sonoro estadounidense con más de 40 discos editados como solista o en colaboración con otros artistas. El grueso de su discografía es de género ambient con discos que van desde composiciones etno-ambientales, paisajes sonoros, discos rítmicos tipo escuela berlinesa, trabajos de piano solo, con sonidos espaciales e incluso un par de obras de más de ocho horas de duración para escuchar mientras se duerme y que ha llevado a la práctica en sus “sleep concerts” en los que el público acude con almohada y saco de dormir. Incluso fabrica sus propias flautas con tubo de PVC, monta sus propios sintetizadores analógicos modulares y también emplea instrumentos aborígenes en percusión así como la lap steel guitar.
El disco con el que cierro la reseña es una colaboración entre Robert Rich y el fotógrafo David Agasi. En el álbum, fechado en 2005, Rich pone música a 10 fotografías de Agasi en las que el artista presta atención a esos pequeños detalles del paisaje urbano, el cuerpo humano y el entorno doméstico que la cultura y ritmo de vida actuales parecen condenar al ostracismo. El disco contiene grabaciones de campo como pasos, voces humanas desdibujadas en la lejanía y otros ruidos urbanos.
Dice Robert Rich en el libreto del CD (traduzco del inglés) “Nuestra cultura nos ayuda a determinar qué creemos que es importante y qué creemos trivial, qué es grande y qué es pequeño. Sin embargo, el significado a menudo espera en la periferia. La vida pasa en las brechas, en el color suave de lo mundano, lo accidental: una sonrisa casual, el ciclo de las estaciones, la vista desde una ventana, el cultivo de un jardín, los olores y las telas del hogar. A menudo valoro los momentos cotidianos en la vida más que una gran exhibición. Intento reflejar la belleza y la profundidad de esas pequeñas cosas que dejamos de ver. Quiero crear experiencias que aumenten la atención a través de la rareza, para destilar de ellas una verdad esencial que exponer.”
En el primer corte titulado “Pathways” unos pasos van ganando peso mientras se acercan a la escena y los sintetizadores generan un ambiente etéreo y atonal. Los brillos los proporcionan ruidos como de bisagras muy difuminados y una voz femenina de vez en cuanto irrumpe con palabras aisladas. Un bajo sintético haciendo de bombo va marcando un ritmo muy lento y las Riksi llenan la sala de atmósfera, de ambiente. Con gentileza, sin aspavientos, con el espíritu Zen que el artista pretende transmitir.
La segunda pista “Fences” suena más orquestal y cinematográfica con unos fabulosos vientos hechos con sintetizador y el sonido de lap steel guitar amplificada con una reverb analógica se apodera del escenario. En un equilibrio entre tensión cinematográfica y siesta otoñal contemplativa. La música ambient suele ser simple pero no sencilla porque el minimalismo busca alcanzar la máxima capacidad comunicativa con el mínimo de elementos. Los transientes que aportan las grabaciones de campo descontextualizadas como golpes metálicos, ruidos de maquinaria y motores en la lejanía, hacen que las Riksi jueguen con nosotros: ora un chasquido de un picaporte se adelanta hasta casi el sillón, ora el sonido de una barca de remos parece venir más allá de la pared de fondo, desde los falsos plataneros de indias que tengo a 30 metros en el parque que veo por mi balcón.
El quinto corte “Glint in Her Eyes” es uno de los cortes que más toca Robert Rich en sus conciertos. Su sencillez, su fuerza expresiva: pura poesía electrónica, con cuerdas electrónicas sostenidas por reverb y un bajo electrónico que con una sola nota casi se puede masticar en la boca.
“Summer Thunder” suena y el delicado sonido del trueno vuelve a anegar la habitación con esa mezcla de contundencia física y espiritualidad inmaterial. Las flautas procesadas con reverb y los gongs y brillos orientales embelesan y transportan la mente a donde la imaginación sólo puede llegar. Los pequeños monitores desaparecen y la escena es simplemente perfecta, concreta en el centro y difusa en los lados y el techo. Así consigue que esos 3,42 metros por 2,70 del lado estrecho de la sala se perciban como mucho más grandes, pero no porque podamos añadirles a las dimensiones uno, dos o tres metros más. No es cuestión de dimensiones físicas, lo que consiguen es eliminar las paredes y el techo de la sala. Son grandes monitores porque magnifican nuestra percepción psico-acústica desde una perspectiva espiritual.
Pero…
Como únicos peros les pondría que la rejillas está fijas y no se pueden quitar y que deberían venir con unos embalajes más vistosos y trabajados tanto los pies como las cajas. Pero estos detalles son peccata minuta y no afectan en modo alguno al rendimiento y calidad los monitores.
Conclusión
¿Qué es grande y qué es pequeño? Se pregunta Robert Rich. Cuántas cajas acústicas del tamaño del baúl de una folclórica vemos metidas con calzador en salas del tamaño de un confesionario. Mayor no es casi nunca sinónimo de mejor y las pequeñas Riksi de la española Falcon Bravo son pequeñas en tamaño pero grandiosas en rendimiento. Tan solo hay que tratarlas como se merecen. Darles vatios y corriente de calidad. Dejarlas respirar en los laterales y conjugar bien su bass réflex con los rincones de la sala. Si hacemos esos tratos ellas nos sorprenderán con sus deliciosos trucos.
Si buscamos Villaminaya en la Wikipedia nos indica que el término “minaya» deriva del vasco y significa pastizal. 1.250 euros no son ningún pastizal. No podría decir lo mismo de bastantes productos que fácilmente son etiquetados como “Hi-End” y que no consiguen eso que hacen las Riksi: que hasta el último euro invertido cuente y cante. Y las Riksi cantan tan bien que justo estaba desenchufando la primera banana para recogerlas y ya las estaba echando de menos.
Falcon Bravo Riksi – 1250€
Soportes – 200€
Especificaciones
- Bass Reflex 2 vías
- 1 Woofer 5” aluminio
- 1 Tweeter 1” cerámica
- Filtro condensadores lámina Clarity Cap, Mundorf Evo Oil
- Resistencia grafito – plata pura
- Bobinas núcleo aire Mundorf
- Respuesta frecuencia de 40 hz a 20.000 hz + – 2,5 dB
- Impedancia nominal 6 Ohm
- Medidas 23 x 23 x 17
- Peso 6 Kg
- Múltiples acabados a elegir
- Soportes específicos opcionales
EQUIPO USADO PARA LA PRUEBA
Amplificación
- Amplificador Integrado Yamaha A-S3000
Fuente Digital
- Reproductor de CD/SACD Yamaha CD-S3000
- iMac mid 2007 Core 2 Duo 2,4 GHZ y 6 gigas RAM DDR3 con disco duro interno SSD para sistema operativo y software
- Macbook Pro Retina Early 2015 con Intel Core i5 a 2,9 GHZ 8 GB de RAM DDR3 a 1867 MHZ y disco duro interno SSD de 500 GB
- Disco duro Wester Digital My Passport Ultra 2,5” y 2 tB para biblioteca musical
Fuente Analógica
- Giradiscos Acoustic Solid modelo Solid Wood con Brazo Rega RB-303 y cápsulas Denon DL-103 y Ortofon MC-3 Turbo.
Cableado y otros
- Regleta Furutech e-TP80e con cable de corriente Furutech G-314AG-18E
- Cables de altavoz Supra Classic 6.0 en bicableado con bananas Qed Airlock de 4mm crimpadas en origen en ambos extremos
- Cables de altavoz QED Silver Anniversary XT / CF con bananas Qed Airlock de 4mm crimpadas de origen en ambos extremos
- Cable de corriente Furutech G-320Ag-18-E en SACD
- Cable de corriente Cardas Golden Power Cord en Amplificador
- Cable USB Audioquest Carbon en Macs / SACD
- Cables de modulación RCA Groneberg Quattro Reference
- Cables de modulación RCA Ortofon
- Cables de modulación XLR Hivilux
- Sala dedicada de 22 m2 parcialmente acondicionada acústicamente con alfombra gruesa de lana natural, cuatro paneles de fibra de vidrio marca EQ Acoustics situados en los puntos de las primeras reflexiones laterales. Ocho trampas de graves marca Auralex modelo Lenrd. Cortinas gruesas muy rizadas y doble cierre de aluminio con rotura de puente termoacústico.