Una auténtica referencia
Hay una pregunta que se repite ya sea en foros, charlas de tienda, audiciones o entre amigos de afición: ¿mejor amplificador integrado o previo y etapa? La pregunta es más habitual entre los menos veteranos, pero la respuesta no es tan obvia como pueda parecer. Desde luego ya sabemos que la búsqueda de la excelencia suele llevar a la máxima separación de componentes, para que cada uno sea un auténtico especialista de su tarea, y así encontramos equipos de altísimo nivel con inventarios de componentes largos. No sólo previo y etapa separados, sino etapas monofónicas dedicadas a cada canal, o incluso a cada sección de un canal concreto en sistemas multiamplificados activos, o previos con parte de phono separada o incluso compuesta -parte elevadora de ganancia y parte correctora-… en fin, como digo la lista puede ser muy larga. Pero también puede ser muy corta: integrado y punto.
La sencillez tiene sus ventajas, la más evidente es que nos ahorramos unos cuantos cables y no sólo pienso en su precio, sino sobre todo en su posible mala influencia. Varios chasis implican conexiones internas hacia y desde los conectores externos, los propios conectores en si mismos, los de los cables de interconexión, y los conductores de los cables -y sus soldaduras o uniones físicas-. En total, muchas más posibilidades de que alguna unión cause problemas frente a una conexión interna o incluso unos centímetros de pista de circuito impreso.
Y no entro en los posibles problemas por impedancias, evidentemente inexistentes en un integrado. Voy a poner un ejemplo que ayuda a entenderlo. La gran mayoría de integrados de válvulas, que son todo un ejemplo de sencillez en sus circuitos, no son más que una etapa de alta sensibilidad con un potenciómetro y un selector de fuentes, es decir, con un previo pasivo interno. Sin embargo, cuando ese previo pasivo es externo, aparecen no pocas complicaciones, de hecho es imposible usar “fuera” un potenciómetro de la impedancia habitual empleada en los integrados (50 a 250 kOhm) para evitar que se nos cuelen ruidos (se usan 5 a 10 kOhm).
También en la alimentación hay compromisos. Es habitual que se efectúe un diseño optimizado para la etapa de salida, que es la que mayor consumo tiene, y que de esa alimentación se derive la del previo interno. Un amplificador de potencia acaba modulando su alimentación -la robustez de ésta distingue los buenos de los mejores-, y por lo tanto en un integrado diseñado de esa forma, que son muchos, el previo no recibe una alimentación limpia.
Poco a poco vamos viendo pues, que sí es posible contar con un integrado “óptimo”, no tan lejano de las prestaciones de componentes separados, pero las exigencias obligarán a diseñar un producto que quizás dispare su coste y, por tanto, el precio final. Y ésa es la clave para el fabricante cuando se plantea su gama de productos. Si ya dispone de componentes separados de varios niveles de calidad, ¿tiene sentido ponerse a diseñar o comercializar un integrado que compita con ellos y cueste parecido? Para la mayoría la respuesta es “no” y sólo ofrecen integrados en sus gamas bajas y medias, para irse a previos y etapas más arriba.
Pero para otros un integrado de alto nivel sí tiene sentido y apuestan por ello, incluso sin miramientos. La danesa Gryphon está a medio camino, pues sus previos y etapas son de gama muy alta, y también tiene integrados de entrada, pero queríamos probar el más avanzado de ellos, que se mete en territorio -económico- de muchos conjuntos de previo y etapa, y cuyo nombre ya impresiona antes de verlo.
Bienvenido al mundo del Diablo.
Descripción
No creo que Gryphon sea una marca que necesite demasiada presentación, pero baste recordar que se trata de un fabricante danés de electrónicas -fuentes y amplificaciones-, y también cajas, cuya filosofía es perseguir la perfección sonora y visual. Todos sus productos reflejan la personalidad de su presidente y fundador, Flemming E. Rasmussen, y creo que todos tienen cierto aire siniestro -ahora mismo no caigo de ninguno que no esté decorado en diferentes tonos de negro-, a la vez que lujoso.
El Diablo responde perfectamente a esa filosofía y el diseño forma parte de su ADN: la mezcla de piezas mecanizadas en aluminio con metacrilato y plancha de acero, forman un aparato que llama la atención y a mí me parece muy atractivo. A quien lo vio y no se lo parecía tanto, lo describía como “con aspecto de mal genio”. Mi mujer enseguida le encontró un apodo genial, ¡Darth Vader! Es verdad que la forma piramidal del frontal o la rejilla inferior que parece una boca pueden recordarlo. Quizás los daneses sí pensaban en el lado oscuro de La Fuerza cuando lo diseñaron, pues su nombre -Diablo- tampoco es que sea muy angelical que digamos.
En su interacción con el usuario, sin embargo, sí que es amable. Excepción hecha de la fuerza necesaria para moverlo -parecen muchos más que 30 kg-, y de que necesita buena ventilación -no encerrar en un mueble bajo ningún concepto-. El frontal responde de forma táctil a varias teclas invisibles para sacarlo de standby, elegir fuente, regular volumen y entrar en el menú -todo visible en la pantalla con dos líneas de 5 caracteres- para configurar otras opciones, como renombrar fuentes, o elegir cuál será la entrada para el procesador AV -si tenemos, para dejar el volumen fijo-, entre otras cosas.
Todo esto suele pasar desapercibido, lo mismo que un procesador que “vigila” el aparato, y que está ahí por si algo va mal -fuente con DC, exceso de temperatura por poca ventilación, etcétera-, como pude comprobar yo mismo. Además, tenemos el destacable y bienvenido mando a distancia, otra pieza de diseño realizada en aluminio mecanizado y con forma de varita, con la que podemos cambiar de fuente o subir y bajar el volumen cómodamente. Los conectores del panel trasero son de máxima calidad, mención aparte para los tremendos bornes de altavoz de diseño único que me dejan sin palabras.
Verlo y tocarlo por fuera, o ese mando, ya dejan claro que estamos ante un aparato de gama alta o muy alta, ahora toca abrirlo para ver si por dentro esa impresión se mantiene. Al hacerlo sólo la chapa de la tapa superior, en acero menos robusto que el del resto del chasis, puede dejarnos una sensación de menos lujo que todo lo demás, sensación que desaparecerá en cuanto veamos las “tripas” de este demonio… digo integrado.
Destaca un enorme transformador toroidal Holmgren, que debe rondar los 2kW nominales, situado justo tras el frontal, que ayuda a explicar por qué al moverlo se siente tan pesado de “cabeza”. La estructura interna queda clara enseguida y es ideal: a ambos lados tenemos las secciones de potencia de ambos canales, distinguibles por los dos grandes disipadores que las recorren -quedan dentro de la cubierta- y con las cuádruples parejas de transistores de salida, todo montado perfectamente simétrico. Entre ellas y ese transformador central está la notable parte de alimentación y filtrado -destaca una docena de grandes condensadores electrolíticos que suman 58.000mF, eso por canal-, y en la parte trasera pegada al panel está la parte de previo y control. En nuestra unidad esa parte contaba con una segunda placa casi del mismo ancho, que es la sección de Phono opcional, configurable para diferentes niveles de ganancia y de carga para adaptarse a cualquier cápsula de imán o bobina móvil. Todos los componentes a la vista son de excelente calidad y la placa se ve muy bien diseñada, con recorridos mínimos, sin ningún cableado y usando cobre de alta pureza y gran espesor. La alimentación está muy cuidada, cualquier excusa a favor de elementos “separados” por este motivo está minimizada. Además de esas dos docenas de electrolíticos para la potencia, hay otras dos docenas junto a los reguladores, por supuesto separados para cada canal, dedicados al previo. Esos suman 20.000mF, más energía que muchos amplificadores, sólo para el previo.
No hay ningún potenciómetro a la vista, pero tampoco ningún chip de control del volumen. Esta crítica función se ha resuelto de forma óptima a través de una matriz de relés y resistencias de precisión Welwyn. Sólo hay dos por canal en la señal para cada paso, y ofrece 50 pasos que en la práctica funcionan muy bien, de forma fluida y sin saltos grandes pese a que los últimos 10 pasos, con mis cajas y mis salas, daban ya un nivel demasiado alto.
En todo el circuito de audio no hay pues ni un integrado, y a falta de contar con el esquema, es evidente observando con cuidado que en aquellos puntos en los que eso da beneficios se ha perseguido la sencillez y el minimalismo, no usando retroalimentación global, por cierto.
La placa del previo de phono, por ejemplo, sí es más compleja, pero es normal en su caso dada la necesidad de mayor ganancia, más sensibilidad a ruidos y las opciones disponibles según la cápsula usada. Lleva una alimentación todavía más elaborada -con diversas regulaciones locales dedicadas-, y aquí sí había dos parejas de operacionales -los excelentes OP177, quizás para filtrar continua en la salida de línea-, entre varias secciones de transistores discretos similares al previo de línea. Es una opción que cuesta algo más de mil euros, pero salta a la vista que un Phono independiente de esta categoría costaría varias veces más, con su caja y alimentación dedicados.
En general, pues, el estudio físico del Diablo salió con nota muy alta, y sólo a un paso del sobresaliente por la chapa superior y la sorprendente decisión de mantener dentro y debajo suyo -aunque está bien perforada- los disipadores de las etapas de potencia. El caso es que tras buscar referencias, sólo encontré un comentario acerca de que los primeros 5 o 10 W se entregan en Clase A y a partir de ahí hasta los 250 -a 8 Ohm, he visto mediciones alemanas del Diablo donde supera los 800W mantenidos a 2 Ohm-, ya en AB. Pero el consumo que medí en mi unidad en reposo de más de 200W, y la temperatura que alcanzaban esos disipadores incluso también en reposo -no “apagado”-, lo hacía muy similar a mi etapa Pass XA30.5, que como es sabido llega a los 30W en clase A antes de pasar a AB. Resumiendo, en mi opinión el Diablo llega a unos 30W en clase A antes de casi multiplicar por diez esa potencia en AB. Y necesita buena ventilación, así los disipadores rondarán los 50 grados y todo irá bien.
Escucha
Creo que voy a ir al grano con este aparato: si no es la mejor amplificación de una pieza o de varias que he escuchado, está entre las, digamos, tres mejores. No exagero. Tiene lo mejor de las mejores amplificaciones, ya sean etapas, previos o integrados, que yo haya tenido el placer de probar o tener en propiedad. De entrada recuerda mucho a la etapa Pass Labs XA30.5, siendo neutral, muy abierto, con un medio que en ocasiones parece valvular, y un agudo extendido y nada agresivo, que pinta una escena sonora amplia y muy profunda, acompañado todo ello de un grave redondo, correcto, pero rapidísimo, y con un control de cajas inalcanzable para la relativamente modesta etapa americana. En eso, en rapidez y control, me recordó a lo mejor de Krell, así que Gryphon ha conseguido de alguna forma la mezcla ideal entre una FPB y una amplificación Pass… ¡en un integrado!
Esa combinación es la que más me sorprendió día tras día. Suelo escuchar más música digamos “tranquila”, en la que aprecié esa tímbrica tan cercana a mi ideal, tanto con los monitores Merlin como con las Bowers, pero cada vez que hacía una incursión en algo más explosivo, el Diablo me dejaba boquiabierto, especialmente con mis 802D. Da igual si son unos coros de Hayden, que suenan sobrecogedores de profundidad, amplitud, fuerza, y precisión, o un tema marchoso de Dire Straits, donde la rapidez de las percusiones da más sentido a la palabra “sobrecogedor”… ¡explosivo! Acabé disfrutando de niveles sonoros poco recomendables con discos que no había podido escuchar en igual medida hasta entonces, pues ni siquiera mi etapa “pro” con más de 600W -de calidad…-, llega al nivel de velocidad, control o impacto de este integrado.
Otra prueba de fuego, las Apogee. Hasta ahora pensaba que ninguna etapa las podría mover con la soltura, y a la vez dulzura, de mi añorada Krell KSA50S. Por motivos prácticos no las tuve mucho tiempo montadas con el Diablo, pero no fue por falta de ganas de seguir disfrutándolas. Ojalá mi Pass las moviera de esa forma, seguro que no las tendría tanto tiempo guardadas mirando a la pared en ese caso. ¡¡Qué aparato!!
Increíble la fuerza de los discos de Kodo -percusión japonesa- con las 802D y el Gryphon, por ejemplo. Pensé que había escuchado todo lo que podían dar de sí las Bowers, pues había probado etapas de bastante nivel con ellas, en casa o fuera de casa, con las 802 o con sus hermanas mayores 801 y 800, pero el Diablo demostró ser una auténtica bestia. Brutal, pero insisto, también sabe ser delicado, suave, preciso…
¿No hay nada que criticar? Me gustaría que el cambio entre fuentes fuese más rápido -entra y sale de “mute” y pasan unos segundos algo molestos al comparar fuentes-, nada más. Suelo repasar artículos publicados de los aparatos que tengo en prueba, o voy a testar próximamente, para saber un poco qué esperar de ellos, y también por el cierto morbo de descubrir las cosas que otros hayan visto, mejor dicho oído, antes que yo. Aunque también de vez en cuando te llevas sorpresas, claro. Con el Diablo me ha pasado. Leí alguna opinión de origen reconocido, no sólo opiniones más o menos anónimas de foros internacionales, que lo tachaban de impecable técnicamente, pero poco emocionante o algo frío. Otros, lo calificaban de algo oscuro en su sonido.
No comparto ninguna de estas críticas, pero puedo entenderlas. Además de lo que ya he comentado, o quizás por ello, el Diablo es muy transparente y diría que aporta muy poco, si es que “aporta” algo, a la música que fluye a través suyo. En esto me recuerda a mis otros amplificadores favoritos, estos ya con válvulas, los Ars Sonum -tengo un Filarmonía y conozco muy bien el Gran Fila-, uno de cuyos méritos es no “sonar a válvula” sino sencillamente sonar “correctamente”. Esto es algo que a veces choca, pues muchos buscan en un amplificador “de vacío” ese romanticismo que, realmente, no se origina en las propias válvulas sino en los circuitos que las alojan. Y esto viene a cuento de esas críticas que comentaba más arriba referidas al Diablo, o hacia cualquier amplificación que sea muy neutra. En según qué compañía, el resultado puede no gustarnos, pero será por culpa de la fuente, cajas, sala, cables, alimentación… incluso por la grabación. Desde luego ¡no es problema del amplificador al mantenerse al margen! Mis cajas, mis salas, mis fuentes, mis cables y mis grabaciones, las conozco bien. El Gryphon Diablo es muy, muy bueno, y si lo pruebas en un equipo y algo no encaja, mira hacia otro lado.
Descubrí un poco tarde durante mi prueba que esta unidad de Diablo llevaba montada la placa para vinilo, y por cómo tengo montado mi plato principal, con cables del brazo cortos y soldados a la entrada de mi propio previo, no pude probarlo con él, pero sí lo hice con el “plato B” que no es otro que un Technics SL 1200. Hasta donde llega la cápsula que en él uso, una Dynavector MC de alta salida, puedo decir que este phono es mejor que mi Graham Slee con su alimentación mejorada -que ya cuesta prácticamente lo que esta opción-, así que puedo recomendarla como solución redonda para tener la amplificación integrada “del todo”.
Sinceramente después de tenerlo estas semanas, de ponerlo a prueba con todo tipo de “trampas”, pero también con mucho tiempo para disfrutarlo sin más, tengo que confesar mi remordimiento por haber dejado pasar una muy buena oferta, hace unos pocos años, de un Diablo. En parte, esta prueba nació de ese remordimiento, pues mi intuición me decía que me había perdido “algo”. La falta de referencias me frenó entonces, pero si la ocasión se repitiera no tengo ninguna duda de cuál sería la decisión. Este amplificador es muy bueno, mucho, y puede ser realmente todo lo que un aficionado pueda desear por muy alto que esté el listón. Por su construcción además no cabe duda que dará a su afortunado propietario muchos años, o décadas, de satisfacción, y es con esa perspectiva que hay que mirar su precio.
Conclusiones
Comenté al principio las cantidad de charlas y opiniones que genera el debate respecto de si es “mejor” un integrado o un conjunto de previo y etapa. No me pronuncié, porque realmente no tengo una postura fija en ese debate. Soy de los que prefiere las cosas sencillas y minimalistas, pero esto a veces implica por extraño que parezca el empleo de elementos separados frente a un integrado, como por ejemplo para utilizar un purista previo pasivo, o para usar un DAC con salida ajustable y de calidad, como el Auralic Vega que disfruto conectado directamente a una etapa de potencia.
No me cabe duda que si mi finalidad fuera montar un equipo del máximo coste posible la lista incluiría previo y etapa(s) separadas, y muy posiblemente ese camino también me podría llevar a la máxima excelencia sonora. Pero si tuviera que montar un muy buen equipo sin perder de vista su coste, que de todas formas no sería bajo, ahora mismo no tengo duda de que tras elegir las cajas y salvo que éstas fueran óptimas para una amplificación de válvulas, la mejor amplificación de transistores que podría usar sería este fantástico Diablo de Gryphon.
Es más, he probado un buen número de amplificaciones de todo tipo, y a estas alturas no esperaba que ningún previo, etapa o mucho menos integrado me llegara a impresionar tanto como lo ha hecho el Diablo. Es un aparato sobresaliente, que puede y debe recibir mi más alta recomendación, y al que me gustará enfrentar cuando tenga ocasión a sus hermanos “separados” de marca, para ver si, o cuánto, pueden dar de más, aunque sea por muchísimo más dinero. Porque por su precio, o hasta dos o quizás tres veces más, el Diablo sencillamente y en mi opinión apenas tiene rivales, independientemente del número de “cajas” que queramos.
Fotos: Leticia Giménez
Puntos destacados
+ Sonido de calidad a nivel de referencia absoluta
+ Elevada potencia disponible que moverá cualquier caja
+ Explosivo control de bajas frecuencias
+ Previo y etapa en una sola caja
+ Calidad de construcción
+ Manejo intachable, directamente o con el mando a distancia
– Sólo una entrada balanceada
– Necesita buena ventilación
Gryphon Diablo – 12.900€
Distribuyen Ultimate Audio, QLASE A y Audio Elite
www.ultimate-audio.eu , www.qlasea.es , www.audioelite.es
FICHA TECNICA
Potencia máxima de salida: 250W por canal sobre 8 Ohm, 500W a 4 ohm, 800W a 2 Ohm. Etapa en clase A/B, construcción doble mono y libre de condensadores de acoplo en la señal. Consumo en reposo 200W, standby 5W, máximo 1.800W. Distorsión harmónica total: inferior a 0’1% a la potencia declarada. Relación señal-ruido mejor que 85dB. Separación de canales: mejor que 120 dB. Respuesta en frecuencia 0Hz a 350kHz (+-3dB). Sensibilidad de entrada: 0’568V, ganancia total 38dB. Impedancia de entrada: 20 kOhm (balanceada), 8 kOhm (RCA). Impedancia de salida: 0’019 Ohm. Conectividad: 5 entradas, 4 RCA y 1 XLR, salida “sub out” de línea con control de volumen y nivel +6dB. Salidas de cable o banana 4mm para altavoces principales. Mando a distancia para volumen y selección de fuente. Control frontal táctil para configuración, volumen y selección, pantalla digital de dos líneas y 50 caracteres cada una. Dimensiones (An x Al x Prof) 48 x 21x 46 mm. Peso 30 kg.
EQUIPO ASOCIADO
Fuentes
- Auralic Vega (DAC)
- Meridian 568.2mm (procesador AV y DAC)
- Buffalo 32SE (DAC)
- Technics SL1200 y Dynavector 10×4 (plato y cápsula)
- Graham Slee Reflex Era Gold (previo Phono externo)
Cajas acústicas
- B&W 802D (principales)
- Merlin TSM, Apogee Stage (principales alternativas)
Amplificación
- Pass XA30.5 (etapa estéreo)
- MC2 Audio MC650 (etapa estéreo Pro)
- ARS Sonum Filarmonía (integrado válvulas)
Cableado
- Nordost, Kimber, Siltech.