Videoproyector JVC DLA-NZ8: cine a tamaño natural… sencillamente fabuloso
Es una máquina imponente por fuera y fabulosa por los resultados que ofrece, en línea con la evolución de una marca que ha sabido conservar su liderazgo en el ámbito de la videoproyección de altos vuelos. Pero hay más, mucho más, ya que el DLA-NZ8 logra exprimir al 100% -ha necesitado varias generaciones para ello- el potencial de la D-ILA, la tecnología de visualización “digital” de imágenes a gran formato puesta a punto por JVC en el ya lejano 1997, al reforzarla con múltiples astucias de ingeniería que le permiten llevar sus excepcionales cualidades en la proyección de contenidos 4K -por cuanto esta es la resolución nativa de las tres matrices de generación de imágenes que incorpora- hasta la todavía más sofisticada galaxia 8K. Los elementos de que dispone para ello están a la altura de la reputación de JVC en videoproyección: fuente de luz láser exclusiva, óptica de nivel profesional, versión más avanzada del exclusivo esquema de conversión 4K a 8K mediante desplazamiento de píxeles y una electrónica de procesado que obra maravillas a la hora de optimizar la restitución de los contenidos más exigentes. De ahí que el DLA-NZ8 exhiba un comportamiento deslumbrante en parámetros como la relación de contraste/profundidad de los negros, la gestión de contenidos HDR, la luminosidad y la colorimetría, y, obviamente, lo haga a lo grande, todo ello rematado por una calidad de fabricación y una fiabilidad extraordinarias.
“Direct Drive Image Light Amplifier”: la apuesta ganadora de JVC
Un servidor de ustedes tiene ya la suficiente edad para haber vivido en directo el auge del Cine en Casa verdaderamente “mainstream”, un auge propiciado por la aparición, casi en paralelo con la irrupción del formato DVD Vídeo, de sistemas de generación de imágenes mucho menos caros, aparatosos y difíciles de mantener que los videoproyectores equipados con tres tubos de rayos catódicos. El primero de dichos sistemas, basados todos ellos en matrices de estado sólido ultracompactas, fue el LCD (“Liquid-Crystal Display”), que para los efectos que nos interesa vio la luz en 1986, y el segundo el DLP (“Digital Light Processing”), desarrollado justo un año después pero que a nivel comercial no se materializó hasta 1997. Resulta fundamental saber que, en esencia, el LCD era un sistema esencialmente transmisivo mientras que su competidor -estadounidense por más señas- era predominantemente reflectante. Esto hacía que en el primer caso la luminosidad fuera desbordante -para algunas aplicaciones, entre ellas el cine, excesiva- mientras que en el segundo había más contraste -perfecto para el cine- pero faltase luz. La situación que acabo de esbozar sugiere que la solución -recuerden que estamos en la segunda mitad de la década de los 90’- pasaba por crear un híbrido de los dos esquemas mencionados a fin de beneficiarse de las virtudes inherentes a cada uno minimizando los pertinentes defectos. Y así fue cómo nacieron dos variantes de la tecnología LCD que merecen ser repasadas a fin de situar, como siempre me gusta decir, el texto en su contexto. La primera de ellas se llamaba D-ILA, acrónimo de “Direct Drive Image Light Amplifier” (Amplificador de Imágenes Luminosas por Excitación Directa) y fue desarrollada en 1997 por la japonesa JVC mientras que la segunda, su tradicional “enemigo íntimo”, respondía a las siglas SXRD, alias “Silicon X-tal Reflective Display” y fue puesta a punto en 2004 por la también japonesa Sony. Ambos sistemas están englobados en lo que se conocía como LCoS (“Liquid Crystal on Silicon” o Cristal Líquido sobre Silicio), que, para entendernos, vendría a ser lo que se conoce como una tecnología LCD reflectante.
Concentrándonos en el sistema D-ILA, me gustaría recordar que su “padre” fue el ILA (“Image Light Amplifier”), también de JVC y que podría definirse como un esquema de amplificación de luz cuyo funcionamiento difiere mucho de los citados LCD y DLP. Se basa en la difusión de una imagen de infrarrojos mediante un tubo de rayos catódicos de muy alta resolución montado directamente sobre la parte posterior de un módulo ILA, constituido por una capa de cristal líquido gobernada por un sistema electro-óptico. A su vez, esta capa se coloca en “sandwich” en dos electrodos que modularán el paso o no de la luz incidente procedente de una lámpara (situada en la parte delantera del ILA). En función de los datos enviados por el tubo de rayos catódicos, el ILA permitirá o no la reflexión de la luz que incida en el bloque óptico, formándose de este modo la imagen.
Observemos que el tubo de rayos catódicos infrarrojo sólo sirve para cerrar o excitar el módulo ILA, a la vez que para aportar su elevada resolución a la imagen final. En resumidas cuentas: por un lado, tenemos el tubo de rayos catódicos de alta definición excitado por un amplificador de vídeo, por otro una lámpara de potencia muy elevada y en medio, en tanto que mediador, el módulo ILA. Este último combinará la luz procedente de la lámpara y las informaciones de vídeo del tubo de rayos catódicos con el fin de transformar la imagen infrarroja en órdenes que abrirán o cerrarán ciertos puntos del cristal líquido del módulo, creando así la imagen final que será reenviada por reflexión hacia un bloque óptico. El D-ILA es un orgulloso descendiente del ILA en el sentido de que explota por completo el principio de reflexión de la luz que incide en un objetivo, siendo la única diferencia que no recibe órdenes de ningún tubo de rayos catódicos que emite imágenes infrarrojas. En la práctica, se trata de un sistema que funciona de una manera muy parecida a los paneles LCD transmisivos excepto en el hecho de que la luz que entra en los mismos es reflejada con su plano de polarización girado 90 grados, generándose haces de luz roja, verde y azul que posteriormente son recombinados para producir una imagen en color que a continuación es proyectada por un sistema de lentes. Ya en sus inicios, las mejoras del D-ILA se hicieron patentes: mayor eficiencia lumínica, “efecto retícula” drásticamente reducido, ausencia del molesto “efecto arco iris” de las primeras generaciones DLP y un extenso repertorio de beneficios que se fueron refinando a lo largo de los años, desde la irrupción de la primera matriz “Full HD” en 2004 hasta la puesta a punto, en 2021, de los modelos 4K con tecnología de expansión a 8K vía e-shiftX, todo ello sin olvidar el primer videproyector con expansión a 4K vía e-shift (2011), el primero equipado con matrices 4K nativas (2016) o su homólogo con expansión a 8K vía e-shift (2018).
DLA-NZ8: un producto extraordinariamente depurado
A la vista de la evolución constante experimentada por la tecnología D-ILA de base por un lado y las mejoras en los aspectos que corren paralelos a la misma, léase óptica y procesado de señal fundamentalmente, pero también todos aquellos relacionados con la creación de los contenidos reproducidos, con el ecosistema HDR como ejemplo más sobresaliente en el momento actual, parece lógico pensar que un videoproyector de 17.000 euros a la última, destinado a aplicaciones de Cine en Casa será un “pepinazo” como la copa de un pino. Y, evidentemente, tal suposición coincide con la realidad del DLA-NZ8, actual número dos de la gama de JVC y superado únicamente por el DLA-NZ9 gracias a su fastuosa óptica de 100 mm de diámetro. Quienes quiera controlar un poco más el presupuesto también tienen a su disposición el DLA-NZ7, equipado con la misma tecnología de base -empezando por las matrices de 0’69” con resolución nativa 4K y frecuencia de refresco de 240 Hz- que sus hermanos mayores pero un esquema de desplazamiento de lentes -para generar imágenes 8K- algo menos elaborado.
Si analizamos en profundidad lo que nos ofrece nuestro invitado, la conclusión es evidente: el DLA-NZ8 es mucho más que un videoproyector D-ILA “top” en el sentido de que debe considerarse el fruto, la consecuencia, de la evolución continuada de múltiples desarrollos tecnológicos exclusivos de JVC a los que se han añadido otros de nueva factura. En definitiva, un todo perfectamente conjuntado que supera la suma de las partes que lo constituyen. Así, pues, el punto de partida de nuestro invitado es el uso de esas tres matrices D-ILA -utilizadas por vez primera en el espectacular DLA-Z1, comercializado en 2016- a las que me acabo de referir… pero sólo, insisto, el punto de partida, porque luego hay una serie de refinamientos de ingeniería que a la postre son los que acaban marcando la diferencia. El primero de dichos refinamientos es el sistema de iluminación láser BLU-Escent de JVC, usado en aplicaciones profesionales tan exigentes como los simuladores y en el que en vez de una lámpara que produce luz blanca se utiliza un módulo de luz basado en estado sólido consistente en un bloque láser y una rueda de fósforo. En concreto, el bloque láser consiste en 20 (ver fotografía) diodos láser azules de alta potencia que destacan por su elevada fiabilidad y estabilidad -mantenimiento de la paleta de colores incluido- durante decenas de miles de horas, siendo su funcionamiento el siguiente: la luz procedente de cada láser azul excita un fósforo que reemite luz amarilla, que posteriormente es separada en componentes roja y verde. Dichas componentes proporcionan, junto la luz del láser azul, la iluminación requerida por el bloque de generación de imágenes del videoproyector. Lo que marca la diferencia del BLU-Escent con respecto a sus competidores es el uso de una rueda de fósforo reflectante en vez de una transmisiva, una arquitectura que reduce las pérdidas ópticas e incrementa la eficiencia lumínica, siendo el resultado un contraste más alto con un nivel de brillo elevado y, muy importante, una fiabilidad global superior.
Más significativa de cara a las especificaciones “comerciales” del DLA-NZ8 es sin dudas la tecnología e-shiftX, versión “turbo” de la ampliamente contrastada e-shift (ya en su versión 3) y que no es una sofisticada y efectiva “trampa” para generar imágenes con resolución 8K a partir de matrices con resolución nativa 4K a la espera de que vean la luz sus homólogas con resolución nativa 8K. En esencia, lo que hace la e-shiftX es combinar la e-shift3, que multiplica por dos la resolución desplazando 0’5 píxeles cada píxel, con una matriz D-ILA 4K nativa de 0’69”, de tal modo que la dirección de desplazamiento ha sido incrementada desde las dos direcciones en diagonal convencionales a las cuatro direcciones arriba/abajo/izquierda/derecha y así poder visualizarse la totalidad de la información contenida en una señal 8K.
Llegados a este punto, toca entrar en la sección “dirección de orquesta”, léase la “inteligencia” que gobierna, con el impagable apoyo de la sensacional óptica con lentes de vidrio empleada, ese “núcleo duro” del DLA-NZ8 al que me acabo de referir. Hablamos de un depurado “pack” que combina hardware y software del que habría que destacar el procesado de imagen -vía algoritmo puesto a punto por JVC- “Multiple Pixel Control” (MPC), el mapeado de contenidos HDR10 “Frame Adapt HDR”, la función “Theater Optimizer” (que trabaja de manera conjunta con la anterior para ajustar el mapeado tonal de cada imagen en función de las condiciones de visualización de la misma), la compensación perimétrica de los contornos de los objetos “Clear Motion Drive”, el “HDR Quantizer” con un modo de adaptación automática al ancho de la pantalla, el “FILMMAKER MODE” (cuando se activa, la temperatura de color se sitúa en 6500ºK, léase el célebre estándar D65 utilizado los masters de vídeo originales) o la homologaciómn ISF C3 (“Certified Calibration Controls”). A ello hay que añadir un Sistema de Gestion del Color con una matriz de 6 ejes y nada menos que 9 modos de instalación, 8 de los cuales permiten acceder a parámetros tan relevantes como el Control de la Lente, el Ajuste de los Píxeles, la Máscara, la activación/desactivación del formato Anamórfico, el Ajuste de la Pantalla, el Tipo de Instalación, la Corrección Trapezoidal (Keystone) y la Relación de Aspecto. Sobra decir que los pertinentes ajustes pueden ser memorizados. A los más exigentes les gustará saber que la Función de Calibración Automática utiliza un sensor óptico diseñado para afinar mejor la optimización de, entre otros, el Espacio y el Balance de Color o la Curva Gamma. Señalemos finalmente que, según JVC, el DLA-NZ8 satisface al 100% la norma DCI-P3 (“Digital Cinema Initiatives–Protocol 3”), un espacio de color desarrollado originalmente para el cine por Digital Cinema Initiatives (DCI) y la Society of Motion Picture and Television Engineers (SMPTE). Utiliza una curva gamma pura de 2.6, una luminancia blanca de 48 cd/m2 y un punto blanco con la misma temperatura de luz diurna correlacionada que D63 pero más verde (léase blanco verdoso) para ajustarse a la temperatura de color requerida por los proyectores utilizados en las salas comerciales.
La hora de la verdad: CINE, en mayúsculas
Probé el JVC en una de las salas polivalente del veteranísimo establecimiento especializado barcelonés Werner. Lo de “polivalente” viene a cuenta de su condición de estancia no dedicada al 100% al cine, lo que significa que estaba parcialmente iluminada. Como fuente se utilizó un reproductor de Blu-ray Disc 4K DP-UB9000 de Panasonic y como electrónica de gestión el espléndido receptor de A/V T 758 de NAD.
El visionado de películas y conciertos cuidadosamente elegidos para la ocasión, así como un par de discos BD 4K de demostración, y además sin “meter mano” a los ajustes de calibración establecidos por el DLA-NZ8, me permitió llegar a una serie de conclusiones que revelan la inmensa clase de este videoproyector. La primera de ellas es sin lugar a dudas la profundidad de los negros y el control/tratamiento del contraste que la hace posible, resolviendo el JVC con matrícula de honor una de las pruebas de fuego tradicionales en videoproyección de altos vuelos: la perfecta restitución de un contenido oscuro sobre un fondo aún más oscuro. La definición, por su parte, es apabullante, mientras que la colorimetría exhibe un realismo brutal, léase sin tonos “quemados” en escenas delicadas, lo que habla alto y claro sobre la efectividad del procesado de vídeo interno.
Otro parámetro clave, la luminosidad, destaca especialmente por su uniformidad no sólo en términos puramente cuantitativos sino también de distribución en todas las áreas de la pantalla de proyección puesto que hay competidores directos de nuestro invitado -¡no me hagan nombrar marcas!- que sobre el papel son muy luminosos pero en realidad tal luminosidad es muy variable y además no está correctamente distribuida -lógicamente, ahí entran en juego las dimensiones de la pantalla empleada- mientras que en el DLA-NZ8 se mantiene en un valor entre medio/medio y alto con todo tipo de contenidos y, repito, sin apenas variaciones centro/periferia. Evidentemente, todo se puede personalizar, y además con unos niveles de precisión apabullantes si echamos mano de la enorme paleta de opciones disponibles en un menú que se nos antoja hipercompleto… en realidad, de nivel inequívocamente “pro”. Por lo demás, la sofisticación del sistema e-shiftX -que, no lo olvidemos, lleva ya más de una década de evolución sobre sus espaldas- tiene como resultado unas imágenes que en el caso de los videojuegos poseen una resolución perfectamente asimilable a 8K y en películas es harto convincente cuando el tamaño de la imagen empieza a ser respetable.
Un producto ¿definitivo?
Ya se sabe que la tecnología no para de avanzar y que el DLA-NZ8, acabará siendo mejorado por otro modelo de precio similar firmado por la misma marca. Pero la poderosa realidad del presente análisis es que el JVC es un aparato fantástico… caro, cierto, aunque fantástico, hasta el punto de que en el contexto de los sistemas para los que ha sido concebido su precio es más que razonable. Además, la gestión automática de los contenidos HDR me parece absolutamente sensacional. Y es que los resultados están ahí, como avala el hecho de que las fotos que acompañan el presente análisis fueron tomadas con un teléfono móvil que tiene ya sus buenos 5 años. Obviamente, antes de ponerme a escribir este largo artículo me documenté debidamente con análisis efectuados de manera estrictamente objetiva, terminando uno de ellos con una aseveración que suscribo plenamente: el DLA-NZ8, que además está íntegramente diseñado y construido en Japón, sería el mejor producto de su clase actualmente disponible en el mercado mundial… si no fuera porque existe el DLA-NZ9.
Ficha Técnica
- Configuración: videoproyector para Cine en Casa
- Sistema de generación de imagen: D-ILA exclusivo de JVC con 3 matrices de resolución nativa 4K (4.096×2.160 píxeles) de 0’69” con frecuencia de refresco de 240 Hz e interpolación hasta resolución 8K (8.192×4.320 píxeles) vía tecnología de desplazamiento multidireccional (4 direcciones) e-shiftX de JVC
- Fuente de luz: Diodo Láser BLU-Escent con 20.000 horas de autonomía
- Nivel de brillo: 2.500 lúmenes
- Relación de contraste: nativa de 80.000:1 y dinámica de infinito:1
- Objetivo: lente 100% de vidrio de 65 mm de diámetro con zoom (de 2 aumentos) y enfoque motorizados y relación de proyección comprendida entre 1’35 y 2’75
- Desplazamiento del objetivo: +/-80% en el plano vertical y +/-34% en el plano horizontal
- Espacio de color: DCI-P3 (>100%), REC.709 (100%)
- Conectividad HDMI: 2 entradas 2.1 (velocidad de transferencia binaria de 48 Gb/s) con protección anticopia HDCP 2.3 compatibles 8K/60p y 4K/120p
- Compatibilidad HDR: HLG y HDR 10+
- Ruido del ventilador: 24 dB (lámpara en modo “Low”)
- Dimensiones: 500x234x505 mm (An x Al x P)
- Peso: 23’1 kg
- Precio de venta al público recomendado: 16.999 euros
- Importador: www.sound-pixel.com