Sennheiser IE 900: una fantástica explosión de musicalidad
¿Es posible que unos auriculares intraaurales puedan compararse con unos circumaurales del máximo nivel en precisión tonal, espacialidad, capacidad dinámica, ausencia de fatiga auditiva –lo que tiene su mérito- y musicalidad global? Si me llegan a hacer esta pregunta hace un año, mi respuesta habría sido negativa sin la más mínima duda, pero la escucha de los IE 900 de la alemana Sennheiser me hizo cambiar súbitamente de opinión. Auténtica maravilla de la tecnología, lo que por otro lado encaja con la tradición de una marca que se encamina hacia su primer siglo de existencia, los IE 900 son uno de esos productos que las marcas líderes ponen a punto muy de vez en cuando para “demostrar quién manda” en su segmento de mercado. Fabricados en Alemania de forma individualizada con el concurso de unos recursos de I+D y unas instalaciones de fabricación que están al alcance de muy pocos, los auriculares que protagonizan el presente análisis redefinen la escucha móvil hasta el punto de convertirse en el complemento perfecto para los mejores reproductores portátiles “Hi-Res” del momento.
Auriculares y música: la clave se llama percepción binaural
Para entender el cómo y el porqué de la escucha de música con auriculares, lo primero que hay que tener en cuenta es que a pesar de que los mismos “jueguen” con la misma idea que cualquier sistema estereofónico tradicional a la hora de reproducir una determinada grabación, la componente espacial del sonido que proporcionan nunca puede ser exactamente igual que la de una pareja de cajas acústicas. El concepto que hay detrás de esta reflexión es lo que se conoce como percepción binaural, un fenómeno que permite a nuestro cerebro crear una imagen sonora tridimensional (y por tanto con sus proporciones, distancias, etc.) a partir de una señal suministrada al oído izquierdo y otra enviada al oído derecho. De ahí el término “ilusión” que siempre hay que asociar a la escucha con auriculares puesto que en el fondo se trata un poco de “engañarnos” (para bien). Hay un aspecto clave de lo que entendemos por Alta Fidelidad que para muchos aficionados es lo que marca la diferencia entre la misma y la escucha musical “intrascendente”: la perfecta recreación del espacio físico en la que se realizó una determinada grabación/concierto en vivo. En suma, la posibilidad de crear una ilusión –siento recurrir a esta palabra, pero es fundamental- que nos permita sentirnos exactamente –en realidad, lo más cerca posible- como si estuviéramos formando parte de aquel momento único e intransferible, y además con el añadido de poder repetir la experiencia tantas veces como queramos en la intimidad de nuestro espacio vital e incluso compartiéndola con nuestros amigos.
¿Pero qué sucede si a ese acontecimiento sonoro al que nos acabamos de referir lo despojamos de esa componente “espacial” –anchura, altura profundidad, proporción de los instrumentos y ubicación de los mismos y las voces en la misma posición que en la interpretación original- y nos ceñimos únicamente a la melodía y un cierto efecto estereofónico? Pues que entramos en una interpretación distinta de la reproducción sonora de alta calidad… distinta pero no necesariamente inferior en el sentido estricto del término. A muchos aficionados les apasiona sentir la música “dentro de su cabeza”, y no se trata únicamente de aficionados jóvenes para quienes los decibelios y unos graves impactantes son lo máximo a la hora de escuchar su música favorita. También pueden ser audiófilos rigurosos que no tengan la posibilidad de acceder a un sistema capaz de reproducir sus grabaciones predilectas con la definición, la resolución y la extensión de la curva de respuesta en frecuencia que las mismas exigen para volver a la vida. Pues bien, para todos ellos, y también para quienes sí disponen de un equipo a la altura de sus exigencias pero les gusta escuchar música de noche a niveles de volumen realistas, hay un componente que en los últimos treinta años ha sido objeto de unos progresos sin precedentes pese a que la prensa especializada –por lo menos en nuestro país; en otros, como por ejemplo Alemania, la cosa cambia- nunca le otorgó una importancia especial: los auriculares (y además de cualquier tipo).
IE 900: una maravilla de la técnica al servicio de la música
Los IE 900 deslumbran en primer lugar por la sofisticación de su componente acústica, léase los cascos propiamente dichos, con elementos tales como un exclusivo sistema de absorción formado por tres cámaras diseñado para refinar y suavizar la restitución de las frecuencias altas, un vórtice acústico mecanizado de manera precisa en la boquilla de salida para garantizar una propagación de las ondas sonoras lo más natural posible y una lámina/membrana especialmente desarrollada para minimizar las resonancias y la distorsión, un “pack” tecnológico que Sennheiser ha bautizado con el nombre X3R. En sintonía con lo que es una práctica habitual en audio High End, los cascos de los IE 900 están fabricados en una sola pieza a partir del mecanizado de un bloque macizo de aluminio, asegurando así el perfecto control de posibles resonancias.
Igual obsesión por la calidad sin compromiso la encontramos en el “complemento” natural de los “recintos” que acabamos de describir: el transductor. De nombre TrueResponse y con un diámetro de 7 mm, el transductor de los IE 900 se integra a la perfección en los “cascos X3R”, a la vez que las dos unidades requeridas son emparejadas durante el proceso de fabricación para reducir casi a cero las diferencias entre los mismos. Los Sennheiser se completan con las tres opciones de conexionado más utilizadas en auriculares intraaurales –balanceada con conector de 2’5 mm y 4’4 mm y no balanceada con conector de 3’5 mm- y un precioso estuche para transporte.
La escucha: naturalidad sublime
Escuché los IE 900 en compañía del amplificador de auriculares con DAC Mojo 2 de la británica Chord, utilizando como fuente grabaciones de TIDAL. En concreto, me entretuve con mi adorado The Dark Side of The Moon de los Pink Floyd, con toda seguridad el trabajo discográfico que he escuchado al completo más veces en mi vida. Y, sinceramente, puedo asegurarles que la sensación de no llevar auriculares era total, inapelable. La expresividad armónica de los Sennheiser y su integración en mi cerebro eran tales que daba la sensación de que el sonido procedía de mucho más allá que las fronteras físicas de mi cabeza. El nivel de aspereza era simple y llanamente nulo y el realismo de las voces, absoluto pese a las limitaciones al respecto de una grabación que este año cumple medio siglo de existencia. La verdad es que, guardando las debidas distancias (pocas en lo meramente cualitativo, todo sea dicho), los IE 900 lograron que me sintiera como si estuviese delante de un sistema estereofónico de muy alto nivel con el añadido de una portabilidad extrema rematada por una ergonomía fastuosa.
Para finalizar
Ultramodernos en su componente técnica pero clásicos hasta la médula en lo conceptual, los Sennheiser IE 900 son lo mejor que he escuchado no sólo en auriculares intraaurales –esto sin ninguna duda- sino en auriculares en general. De verdad que no exagero. Hagan la prueba porque son un producto increíble en todos los sentidos -¡sobre todo en sonido! y por lo tanto de sensacional, casi sobrenatural, relación calidad/precio.
Ficha Técnica
- Configuración: auriculares intraaurales con cable con cascos cerrados por su zona posterior
- Transductor utilizado: electrodinámico TrueResponse de 7 mm de diámetro
- Respuesta en frecuencia: 5-48.000 Hz (puntos de corte a -10 db)
- Impedancia: 16 ohmios
- Nivel de presión sonora máximo: 123 dB a 1 kHz y 1 Vrms
- Peso: 4 g cada casco; 24 g el conjunto con cables incluidos
- Precio de venta al público recomendado: 1.299 euros
- Importador: www.magnetron.es