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En cuanto al plato, este nuevo Dohmann aprovecha el mismo sistema de aislamiento de las vibraciones que su hermano mayor, aunque de forma más sencilla y con otra construcción. Aquí lo que “se mueve” y aísla es solamente plato y brazo –al estilo de los platos clásicos de suspensión con muelles tipo Linn o Thorens–. Sinceramente un gran plato para aficionados –casi– sin compromisos con el vinilo.

Ambas fuentes hicieron honor a las cajas, y el sistema completo sonaba sencillamente impresionante. Suelo tomar muchas notas durante las audiciones, para recordar detalles que días más tarde podrían quedar olvidados, pero durante mucho tiempo mi libreta quedó apartada: estaba disfrutando de la música, hipnotizado, maravillado. Lo de menos eran los detalles particulares que ésta o aquella grabación me aportaban.

Lo realmente importante fue cómo el sistema conseguía, una y otra vez, ese milagro, esa supuesta quimera que busca cualquier aficionado al audio: transportarse mentalmente donde la grabación se había producido. En varias ocasiones me sentí como el día que escuché aquello en directo, hay que escucharlo para entenderlo, verdaderamente increíble. Es increíble cómo puede sonar este sistema con un concierto, da igual Mahler o Beethoven que Dire Straits o Pink Floyd, pero eso te lo esperas “viéndolo”. Veo anotado “once sobre diez” con sinfónica en mi libreta: ahí queda.

Más increíble es todavía como esos casi 40 altavoces en total se confabulan para reproducir una voz o un solo de violín. Las enormes cajas desaparecen sistemáticamente, dejando la presencia de ese sonido, incluso el silencio profundo de una sinfónica. La música suena con un timbre de naturalidad extraña cuando abres los ojos y ves el sistema, pensarías que escuchas algo más sencillo y minimalista. Lejos de una presentación hiperdetallista o cansina, los detalles sin embargo están ahí. Con guitarras o instrumentos de cuerda, los ataques eran francos, el sonido extraordinario, como si estuvieras a pocos metros de los intérpretes. Me emocionaron temas de Michel Camilo y Tomatito, porque los sentí como los disfruté en directo años atrás.

 

Por primera vez escuchando un equipo, al final, sentí envidia. Envidia de quienes pueden permitirse estas cajas, no sólo por su coste sino por el espacio que necesitan. Dice una frase que hay una vida mejor, pero es más cara. Pues sí. Por lo menos, lo pudimos disfrutar, tocar ese cielo, durante unas horas.

Avantgarde y T+A

La segunda sala del Hotel tenía dos sistemas, como comentamos al principio. El principal tenía las impresionantes cajas Avantgarde Duo Mezzo XD como protagonistas, unas cajas de casi 1,80m de alto, unos 40.000€ de precio y en las que destaca la sensibilidad de 107 dB nada menos. Los graves son activos, con dos altavoces dinámicos de 12 pulgadas y una etapa interna de 1.000W. Pese a poderlas mover con menos de diez vatios, Ultimate quería subrayar la capacidad de producir música de las electrónicas T+A más allá de su potencia bruta. El amplificador integrado T+A PA 3100 HV –16.000€– ofrece 300W a 8 Ohmios pero nunca vimos la aguja de sus vúmetros pasar de la decena de vatios –y en alguna ocasión lo intentamos muy en serio–. El amplificador contaba con la alimentación opcional –potencia aparte da más refinamiento– y la fuente era el T+A MP 3100 –13.000€ –. Acondicionaba la corriente de alimentación un Synergistic Research PowerCell 12 UEF.

Esperaba la dinámica que ofrecía este sistema. Un directo de Paco de Lucía, con palmas y cajón además de guitarras, se “vive” sólo si el sistema ofrece dinámica a raudales, y aquí no faltaba. Pero también esperaba que no me gustaran demasiado las voces con las bocinas y, sea por el “toque” de las T+A o porque estas Avantgarde son así, no me encontré voces agresivas en este equipo. Donde más brillaba era en directos bien grabados, eso sí, y me resultó espectacular la reproducción del –desconocido– disco del grupo portugués Discantus, que les compré directamente tras verles en un concierto al aire libre, años atrás de vacaciones en Sintra. Creo que es la vez que más cerca he estado de aquél directo, aunque quizás venía mentalmente “reseteado” con el clímax del equipo Gryphon…

El grave no era exagerado, de hecho quizás lo contrario y se equilibraba en grabaciones “ricas” en esas frecuencias. El ajuste de las Avantgarde implica pasar horas con su parte activa y un ordenador –lo conozco–, pero tal cual este equipo sonaba francamente bien y me quedé con ganas de dedicarle más tiempo. Reconozco que tener, a escasos metros, el paraíso terrenal de las Gryphon me distrajo un poco.

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