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Confieso no haber hecho mis “deberes”, es decir no buscar previamente referencias del material que iba a ver y escuchar, pero me llamó la atención al ayudar a moverlas, lo ligeras que parecían las grandes Marten, y también me gustó enseguida como sonaban en una sala aún desnuda y con las cajas puestas sin apenas mirar. Tras las correspondientes averiguaciones entendí lo de su ligereza. Las Coltrane 2 apenas pesan 60 kg pese a su tamaño, porque la parte principal de su estructura (toda la caja hacia atrás, es como si fuera un barco o una bañera) está realizada en una pieza moldeada en fibra de carbono de unos 25mm de espesor, con una compleja estructura interna que incluye la salida del bass-reflex hacia abajo. El bafle frontal se acopla a esta pieza y a él se fijan los altavoces: un tweeter de diamante (25 mm) y los demás (drivers de Accuton) de cerámica, el de medios de 173mm y los dos de graves de 280 mm (es decir, 11 pulgadas), que explican los casi 40 cm de ancho que mide la caja en su parte inferior, por más de 60 cm de fondo y 1,2 metros de alto. Imponente, pero como digo fácil de manejar en todos los sentidos, pues además de sus ligeros 60 kg (perdonad que insista, pero ¡si vierais lo que cuesta mover los 80 kg de mis 802D! y parecen la mitad de cajas…) declara unos benignos 89dB de sensibilidad y aún más benignos 8 ohmios de impedancia nominal con la promesa de no bajar nunca de 4.

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Eso es bueno, porque las iban a mover válvulas, pero tampoco creas que una amplificación débil precisamente… ¡al contrario!. Ultimate decidió mover las Coltrane 2 con las dos imponentes etapas monofónicas VTL Siegfred. Dos torres tremendas (esas sí pesan, 90 kg cada una) cuyos más de 300W en modo triodo o 600W en modo tetrodo son por lo menos “un cero más” de lo que uno acostumbra a pensar cuando se habla de amplificación a válvulas. Se usaron en el primer modo (triodo), pero te contaré más sobre eso al final.

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Quien llegara a las audiciones y hubiera pasado un primer rato en la sala de las YG, encontraría un fuerte contraste al entrar en ésta, además del mayor volumen, la estética sonora era totalmente distinta. Si las YG se portaban como un monitor permitiendo un análisis, una cirugía de precisión, de la música escuchada, las Marten ofrecían una réplica enorme de la misma grabación, expandiéndola en todas las direcciones y dándole un fundamento en las frecuencias bajas que no existía en la otra sala. No se si me entenderás, pero las YG permitían mirar la música con microscopio y con las Marten ésta se expandía y la veíamos como en un telescopio. El “Take Five” aquí sonaba también extraordinario, un pelín menos rítmico, pero la diferencia está en que las YG te mostraban la grabación perfectamente, pero las Marten te hacían creer que tenías al grupo delante tuyo, y eso era lo que contagiaba su ritmo.

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Mientras escuchamos la fuente digital (reproductor Aurender con el DAC Trinity) siempre estaba presente ese “algo” que da el Trinity y que tanto me ha seducido desde la primera vez que lo escuché. Puede que sea una sola caja (y no muy grande) pero si aquí y ahora alguien me pidiera consejo para adquirir “el mejor” convertidor, creo que no dudaría mucho en recomendar éste. Hasta ahora en los sistemas en los que lo he escuchado siempre aporta ese toque de dulzura que, por lo menos a mí, me enamora. En este equipo no sólo había fuentes digitales, muy al contrario teníamos un espectacular plato Acoustic Signature con tres motores y cápsula Ikeda Kai, amplificada por el fono Trinity (menuda pareja). La organización iba cambiando de una a otra fuente, en función también de las peticiones, así que era fácil hacerse idea de la distinta estética sonora que ofrecían las dos y la verdad es que el plato conseguía mejorar otro poco ese acercamiento a la realidad virtual de tener delante nuestro a los intérpretes, tocando o cantando, pues tomaban mayor presencia. A mí me gusta tanto el vinilo como a cualquier otro aficionado, pero confieso que cuando la fuente digital es de este nivel (sobre todo por el DAC) prefiero la precisión y detalle que ofrece ésta, ese hiperrealismo, a la calidez del plato.

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