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Audición: música en directo

Con estas cajas no sólo cuenta el ajuste físico en la sala, que por suerte no hizo falta pues ya estaban en su sitio –¿ya he dicho que pesa 95 kg cada una?–, sino también puede ser importante el ajuste del módulo de graves, como fue en nuestro caso. Partiendo de la curva que recomienda el fabricante, enseguida apreciamos que la sala de Sound&Pixel era capaz de absorber con voracidad frecuencias bajas y se hizo necesario aumentar algo la ganancia, y también se agradeció un ligero retoque que su técnico Javier Orta había dado a la curva original, añadiendo algo de “peso” en la parte más baja del espectro y “estirando” el corte hacia la bocina de medios para mejorar la integración tal cual estaba la sala.

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A partir de ese momento pasé a estar inmerso durante unas horas en el mundo de la escucha de un sistema de altavoces con bocinas, una experiencia que creo cualquier aficionado debería probar más de una vez. Hace falta cierta adaptación inicialmente, ajustes aparte, porque uno está habituado a escuchar cajas cuyo rendimiento suele rondar los 85 o 90 dB como mucho… y los 107 dB –¡o más!– de rendimiento de las Avantgarde Duo es otro universo.

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Para que nos entendamos con una metáfora práctica, la sensibilidad de una caja viene a ser como el peso de un vehículo: aunque un coche de 1.000 kg y 100 CV tendrá la misma relación peso/potencia que uno de 1.500 kg y 150 CV, las sensaciones no serán para nada similares, el ligero será mucho más ágil, y ya no hablemos si bajamos a 500 kg aunque sea con sólo 50 CV –quien haya probado un monoplaza de carreras incluso sencillo sabrá a qué me refiero–. Como mi apreciado Mick Doohan –pluricampeón de 500cc– solía decir, “mejor 1 kg menos que 1 CV más”… Esto, volviendo a las cajas, significa exactamente eso, que es mejor una caja de rendimiento algo más alto que un amplificador más potente.

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¿Mejor en qué? Pues en algo que suele escapar a los sistemas de audio incluso de mucho nivel en relación al evento real en directo: darle “vida” a la música, darle dinámica. Las Avantgarde consiguen eso, vaya que sí, en algunos momentos es incluso sobrecogedor. Con un piano, alguna pulsación de una tecla suena tan dinámica y viva que dirías que lo tienes delante, y quien haya escuchado un piano real de cerca sabe lo difícil, por no decir imposible, que es para cualquier sistema de sonido igualar eso. Lo mismo puedo decir de una “simple” guitarra acústica, pues en algunos cortes sentías los dedos sobre las cuerdas con una viveza impresionante.

 

Otra cosa que me llamó mucho la atención fue la capacidad de las Avantgarde para “desaparecer”. Bastante sorprendente dado su tamaño o el de las bocinas en vistoso blanco –aunque hay colores todavía más llamativos en el catálogo–. Las cajas las escuché situadas apenas separadas un metro desde su frontal a la pared trasera, pero desplegaban una escena sonora muy ancha y con buena sensación de profundidad, y en ningún momento sentías que las fuentes sonoras eran, precisamente, las bocinas, sino que el sonido parecía proceder de cada punto en el espacio como correspondía a la grabación. La dispersión también es muy buena porque apenas hay cambios tímbricos moviéndonos en la sala, o levantándonos sin más del asiento de escucha.

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Una vez aclimatado a lo que daban de sí las Avantgarde con los Moon empecé mi habitual “viaje” con cortes musicales habituales, y suelo empezar con vocalistas de jazz y algún aria barroca. Aquí las alemanas me dejaron un sabor agridulce, pues por una parte reproducían la música con ese extra de viveza tan bienvenido, con apertura, con gran claridad, pero esa claridad en las voces, en particular las femeninas, podía ponerse en ocasiones al borde de lo analítico. Aprecias muy bien las inflexiones de la voz, esa maravillosa dinámica, y aprecias cada pequeño sonido de su acompañamiento, desde el aire en torno a un platillo hasta el ruido de una hoja de partitura al pasar página, incluso el siseo de la grabación analógica original –en su caso– se hace más obvio, pero a veces me faltaba un punto más de dulzura en la voz en sí, algo más en voces femeninas que en masculinas curiosamente. Fue mi único “pero” en esta audición, lo único que me apartó de la felicidad auditiva absoluta: me quedé con ganas de cambiar el amplificador Moon por alguno de válvulas –la alta sensibilidad de las Avantgarde lo cierto es que invita a ello– porque hay mucha magia en potencia.

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