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Bowers & Wilkins Nautilus

Una genuina ”Concept Loudspeaker” que mantiene intacta su vigencia

¡28 años de permanencia ininterrumpida en el mercado conservando intacta su condición de objeto de deseo ultraexclusivo! No esta mal para tratarse de una caja acústica que empezó a gestar el mítico y ultraexigente John Bowers en 1983 y se convirtió en realidad 10 años después, es decir en 1993, con un programa de investigación y desarrollo propiamente dicho de 5 años de duración. De hecho, hasta donde llega mi memoria, sólo la icónica Klipschorn de la estadounidense Klipsch –radicalmente innovadora cuando empezó a fabricarse en serie en 1947 aunque globalmente menos sofisticada- puede vanagloriarse de tamaña longevidad en la cúspide. Nuestra casi “treintañera” -si consideramos únicamente su presencia en el mercado- no es sino el modelo Nautilus de la británica Bowers & Wilkins, un sistema de altavoces decididamente “fuera de parámetros” en todos los aspectos –concepción global, recinto, circuitería de filtrado, altavoces, acabados- cuyo principal mérito es precisamente haber marcado el camino a seguir en el ámbito del diseño acústico no sólo a sus creadores sino también a muchos de sus competidores.

Una concepción rompedora que marcó el paso a seguir en diseño acústico

Me ha costado lo suyo encontrar la manera de organizar el presente artículo, en parte por la excepcionalidad de su protagonista y, sobre todo, por la cantidad de informaciones interesantes que hay detrás. Tengo en mi poder dos catálogos dedicados en exclusiva a la Nautilus: el primero, editado en 1997 y el segundo publicado en pleno tercer milenio aunque desconozco la fecha concreta. En ambos casos, hay fotografías singulares que ilustran el qué de un producto que, insisto en ello, continúa siendo único en su especie, fotografías que, obviamente, existen en formato digital y acompañan el presente artículo. Le he dado muchas vueltas al apartado “descripción técnica”, habiendo decidido finalmente publicar un resumen de sus elementos clave acompañado por las especificaciones técnicas “oficiales” suministradas por Bowers & Wilkins a fin de no extenderme más de la cuenta (algo muy fácil con un producto tan sofisticado).

Presidiendo el “showroom” de Bowers & Wilkins en el cuartel general de la marca en Worthing, sur de Inglaterra (marzo de 2010).

Para empezar de algún modo, valgan las siguientes palabras con que la firma de Worthing presentó el que en cierto modo –con permiso del modelo “top” de la edición más reciente de la emblemática Serie 800- continúa siendo el buque insignia de la marca: “La Nautilus simboliza todas las cualidades de innovación, dedicación y amor por la música que han inspirado a los ingenieros, diseñadores y equipos de producción de Bowers & Wilkins desde que la empresa se fundó hace más de 50 años.” Una frase muy “marketiniana” si quieren, pero muy poderosa si tenemos en cuenta que tanto lo que la Nautilus aportó en su momento a nivel de concepto, de diseño y de técnicas de fabricación mantiene intacto su atractivo. Lo que sí puedo decir con una certeza casi absoluta es que la evidente atemporalidad de la protagonista de estas líneas está directamente conectada con el carácter pionero de Bowers & Wilkins, que cuando decidió dar una vuelta de tuerca a su particular nivel de exigencia para crear “la caja acústica perfecta” ya disponía de un departamento de I+D que era la envidia de sus competidores tanto por el nivel de los profesionales que allí trabajaban –la sensación de estar en un centro académico donde se combinaban ciencias puras y ciencias aplicadas era evidente, de ahí que el espacio físico que albergada el departamento en cuestión fuese acertadamente bautizado “La Universidad del Sonido”- como del equipamiento para medida y prueba, a menudo puesto a punto por los ingenieros de la firma británica. De hecho, en el ya muy lejano 1979 la firma de Worthing disponía ya no sólo de diseño asistido por ordenador –un PDP11/35 de Digital Equipment por si les interesa saberlo- sino también de un interferómetro láser que le permitió poner a punto la emblemática caja acústica 801, cuya estructura en subrecintos separados para albergar los altavoces encargados de reproducir las tres gamas de frecuencias de audio se mantiene en la actualidad.

Cada componente de la Nautilus es sometido a exhaustivas evaluaciones cara garantizar una uniformidad perfecta de sus parámetros clave.

Volviendo a la Nautilus, hay que señalar antes que nada que a nivel “material” fue obra de Laurence Dickie –en la actualidad Director Técnico de Vivid Audio- y Peter Fryer, un Doctor en Física –amén de un “trekkie” consumado- que dirigió los destinos de la mencionada “Universidad del Sonido” durante largos años. Y también me gustaría señalar que en el diseño del complejo –por lógica, ya que estamos hablando de un diseño de 4 vías- filtro divisor de frecuencias activo que las gestiona participó el legendario –y tristemente desaparecido- Ken Ishiwata. Por lo demás, con la Nautilus se inauguró una máxima que sigue estando marcada a fuego en el ADN de Bowers & Wilkins: la idea de forma al servicio de la función que debe prevalecer en todo producto verdaderamente excelente en el que lo visual también importa.

El despiece de la Nautilus evidencia una concepción elegante en la que la calidad y la precisión desempeñan un rol fundamental.

1- El punto de partida: Como decía al principio, el proyecto que dio origen a nuestra invitada lo inició el propio John Bowers una década antes que la misma viese la luz, siendo la idea original crear dipolos perfectos. Fueron años de investigación exhaustiva, hasta el punto de que, al final, en vez de usar bocinas se optó por cargar transductores electrodinámicos cargados en tubos terminados en punta abiertos por su zona posterior -que se van cerrando, siguiendo un patrón exponencial minuciosamente calculado, como si de guías de ondas se tratara, a medida que se van extendiendo- con el fin de absorber la radiación trasera de aquéllos. Al disipar el sonido emitido por la zona posterior de los transductores, se minimizan drásticamente la distorsión y los problemas de fase, controlándose además perfectamente la dispersión de manera absoluta. 

2- La forma de concha del “tubo” de graves: Su razón de ser tiene que ver, de nuevo con la radiación trasera, en este caso del cono del altavoz de graves. La espiral –curva en espiral para ser exactos- es la geometría idónea para disipar por completo la radiación sonora correspondiente a las frecuencias del espectro ya que en caso contrario se hubiera necesitado un tubo de 3 metros de longitud, una solución poco práctica se mire por donde se mire. Por otro lado, resulta interesante saber que el Nautilus (Nautilo en español) es un cefalópodo marino cuya concha en espiral se caracteriza por tener una reducción logarítmica que coincide con la de la reducción de la emisión trasera del cono de graves de la Nautilus. En definitiva, puede decirse sin el más mínimo pudor que con su “caracola” Bowers & Wilkins llevó al campo del audio de alta calidad lo que se conoce como diseño “orgánico”, léase inspirado en la naturaleza.

3- Un recinto con cero coloración: El recinto –tubos incluidos- de la Nautilus está construido en ABS reforzado con fibra de vidrio de 10 mm de espesor, siendo los materiales empleados muy similares a los que se usan en los automóviles de Fórmula 1. De hecho, fue una empresa del sector de la automoción la encargada de convertirlo en realidad. Se trata de un recinto en el que no hay esquinas susceptibles de provocar difracciones en el sonido, a la vez que es fabulosamente rígido, sólido y duradero, propiedades todas ellas que pudieron ser previamente verificadas vía simulación informática por los ingenieros de Bowers & Wilkins. En lo que respecta a los acabados, baste con saber que el proceso de pintura de la Nautilus requiere 12 capas de laca que contiene partículas de aluminio y mica, necesitándose un horno especial para lograr el acabado perla brillante. 

4- Altavoces hechos a medida, por supuesto: Las singularísimas particularidades conceptuales y de ingeniería de la Nautilus obligaron a sus creadores a fabricar –y además partiendo desde cero- altavoces específicamente adaptados a las mismas. En este sentido, la obsesión por minimizar la disipación sonora trasera de cada transductor se plasmó en el uso de imanes de muy alta potencia fabricados en una aleación de neodimio, hierro y boro. Con respecto a los transductores, todos –tweeter, altavoz de medios/agudos, altavoz de medios/graves y woofer- montan diafragmas de aluminio puro, con detalles tan significativos como los 10 cm de diámetro y 9’5 kilos de peso de la bobina móvil que equipa el woofer o el uso de una tapa plana en la parte frontal del de medios/graves para evitar que re-radie sonido procedente del de medios/agudos.

La fabricación de la Nautilus es un ejemplo supremo de fusión entre tecnología de vanguardia y espíritu artesanal.

Características técnicas

El extremadamente depurado diseño de la Nautilus y lo avanzado de su concepción ha hecho que, pese a las sustanciales mejoras habidas en los procesos de fabricación y los –en realidad muy pocos- refinamientos tecnológicos incorporados en los altavoces y en el filtro divisor de frecuencias electrónico, las características técnicas de base se hayan mantenido inalterables. De hecho, la última vez que las traduje para un catálogo de Bowers & Wilkins fue en 2006 y comprobando con lo que hay ahora mismo publicado en la web de la marca todo, absolutamente todo, coincide.

  • Descripción: sistema bass-reflex de 4 vías con carga de los altavoces en recintos tubulares dedicados y filtrado activo
  • Transductores: 1 woofer de 300 mm de diámetro con cono de aluminio, 1 altavoz de medios/graves de 100 mm con cono de aluminio y polímero en estructura sándwich, 1 altavoz de medios/agudos de 50 mm con cúpula de aluminio y 1 tweeter de cúpula de aluminio de 25 mm
  • Rango de frecuencias: puntos de corte a -6 dB en 10 Hz y 25 kHz
  • Respuesta en frecuencia: 40-20.000 Hz, +/-1 dB medida en el eje de referencia de la caja
  • Dispersión dentro de un margen de 2 dB en la curva de respuesta en frecuencia medida sobre el eje de referencia de la caja: arco de 60º en el plano horizontal y arco de 10º  en el plano vertical
  • Frecuencias de corte: 220 Hz, 880 Hz y 3’5 kHz
  • Potencia de la electrónica de amplificación asociada: 4 canales por caja acústica con potencia de ataque comprendida entre 100 y 300 W continuos (500 W continuos en el caso del woofer) sobre 8 ohmios (con la misma fase y la misma ganancia para cada canal)
  • Dimensiones: 430×1.210×1.105 mm (An x Al x P)
  • Peso neto: 44’5 kg la caja acústica sola y 42 kg la base (plinto) dedicada (86’5 kg en total)
  • Acabados estándar: Azul Marino, Negro y Plata

Mi experiencia personal con la Nautilus

Con la legendaria 801 convertida en un sistema de altavoces de referencia tanto en el ámbito doméstico como en el profesional (hablamos de estudios de grabación de relevancia mundial, con los emblemáticos Abbey Road Studios a la cabeza), el “siguiente nivel” de Bowers & Wilkins se materializó en la monumental columna 800, una caja acústica de concepción y ejecución deslumbrantes –de hecho, es el modelo para aplicaciones domésticas más grande, con una tan llamativa como efectiva estructura modular, jamás creado por la firma de Worthing- que tuve el placer de escuchar -¡me acuerdo de ese día casi como si fuese ayer!- en las debidas condiciones a principios de la década de los 90’ en la sala de estar de uno de los copropietarios del veterano –y todavía en forma- establecimiento especializado madrileño Clave Audio.

Como reza el titular, me gustaría resumir, con la impagable aportación de la perspectiva que da el paso del tiempo –mucho tiempo ya- aunque sin extenderme demasiado, la que ha sido mi experiencia con una caja acústica que era única cuando la vi por primera vez y lo sigue siendo casi cuatro décadas después. Hasta donde llega mi memoria, mi primera experiencia “física” con la Nautilus se remonta al año 1997 con motivo de la que fue mi primera visita a Bowers & Wilkins, de la que guardo un grato recuerdo ya que me permitió ver en directo tanto la parte de producción –en aquel entonces cien por cien artesanal y, en comparación con lo que vi unos pocos años después, con poca tecnología verdaderamente puntera- como, muy importante, la célebre “Universidad del Sonido” a la que me he referido en líneas anteriores, situado lejos del mundanal ruido –aunque relativamente cerca de la fábrica- en la pequeña y acogedora localidad de Steyning.

El espectacular altavoz de graves puede trabajar con un máximo de 500 vatios en régimen continuo.

Vi cómo fabricaban y terminaban la Nautilus, que también escuché en una sala dedicada. La verdad es que la primera escucha no me impresionó especialmente, probablemente como consecuencia de algo que experimenté en primera persona un año después: la combinación de una configuración muy compleja –pese a que, sobre el papel, el filtrado activo proporciona una flexibilidad enorme- con unos impedimentos “importantes” en términos de sinergia. Cierto que las cajas acústicas de más alta gama de Bowers & Wilkins han sido casi siempre –de hecho, hasta hace relativamente poco- particularmente “difíciles” de atacar como consecuencia del uso de altavoces muy exigentes que por otro lado siempre han sido íntegramente diseñados y construidos sin ningún tipo de compromiso por la firma británica en sus propias instalaciones, pero la Nautilus llevaba tal dificultad a otro nivel. Una percepción que pude vivir en primera persona con motivo de la presentación “oficial” de las Nautilus en nuestro país, celebrada en Sevilla en colaboración con el especialista hispalense –que también sigue en activo- Daniel Sonido. ¿Por qué Sevilla y no Madrid o Barcelona? Muy fácil: en aquel entonces, quien dirigía los destinos de Bowers & Wilkins tenía una mentalidad más “comercial” que otra cosa y en las dos ciudades más importantes del país no había la “conexión” necesaria para organizar un evento de este calibre.

Muy elegantes pero en última instancia al servicio de una función: minuciosamente calculados, los célebres tubos Nautilus disipan la onda trasera generada para cada transductor con el fin de minimizar potenciales coloraciones.

Volviendo a la Nautilus, recuerdo los ajustes de configuración del filtrado activo y, sobre todo, la pésima sinergia con la electrónica empleada, de origen McIntosh “solid state” –y además modelos “gordos, sin compromiso- en su totalidad. Todo muy visual, pero entre esa total falta de sinergia –igual no ajusté el filtro debidamente- a la que me acabo de referir y la más que mediocre acústica de la sala en la que se llevó a cabo la presentación, la verdad es que mi decepción fue notable. Eso sí: la belleza singular de la Nautilus me deslumbró entonces y lo sigue haciendo ahora. De hecho, es una de las poquísimas cajas acústicas de High End que gusta por igual a hombres y a mujeres, lo que tiene su mérito porque a pesar de que en todo este tiempo han cambiado muchas cosas, hay otras, caso de la preeminencia de género masculino en lo que a pasión por el sonido de muy alta calidad se refiere, no.

La vista superior de la Nautilus explica por qué muchos consideran a esta caja acústica como una verdadera obra de arte. No en vano recibió uno de los prestigiosos Millennium Awards y ha sido vista en el Design Council y en el Design Museum de Londres.

Mi “reconciliación” con las Nautilus tuvo lugar unos años después, en este caso vía electrónicas de la canadiense Classé y con la impagable ayuda de las mejoras introducidas por Bowers & Wilkins tanto en los transductores como en la electrónica de filtrado. También recuerdo haber escuchado las Nautilus en uno de mis –menos de los que me hubiese gustado, créanme, pero no me quejo-  viajes a Japón, concretamente en el espectacular –y también activo en la actualidad- establecimiento especializado Dynamic Audio 555, situado en pleno “barrio de la electrónica” de Tokio, el mítico Akihabara. En este caso no recuerdo con exactitud -¿Goldmund?- cuál era la electrónica asociada, pero sí que el sonido me gustó mucho gracias al fantástico acondicionamiento acústico de la sala donde la escuché. En cualquier caso, la configuración de 4 vías con filtrado activo da para muchísimo a la hora de explorar combinaciones hasta dar con la que nos guste. Por lo demás, me gustaría destacar que la condición de la Nautilus como eterno buque insignia de Bowers & Wilkins ha hecho que haya estado/esté presente, como si de un guardián de las esencias de la firma fundada por John Bowers se tratara, en lugares tan dispares como la antesala del “showroom”+espacio de demostración y formación de la marca en Worthing, el barcelonés Bowers & Wilkins ID Lounge o el “stand” del B&W Group –ahora integrado en la estadounidense Sound United- en el ISE de Amsterdam.

En el “stand” del B&W Group en el ISE de Amsterdam (febrero de 2016).

A modo de conclusión: la excelencia verdaderamente absoluta perdura

Se continúa fabricando bajo pedido y, como si de un yate o un superdeportivo de lujo se tratara, de manera individualizada, a mano –aunque con el concurso de herramientas tecnológicas que no paran de mejorar- y con acabados al gusto del cliente. Sigue siendo una caja acústica particularmente “complicada” como consecuencia de las exigencias en materia de amplificación -4 electrónicas estereofónicas como mínimo y 8 monofónicas como máximo- impuestas por el “pack” formado por configuración de 4 vías y filtrado activo, pero cuando se le “coge el puntillo” suena divinamente. Pero es que además no ha perdido ni un ápice de su atractivo incluso en lo tecnológico, siendo la prueba palpable de ello su presencia “espiritual” en un significativo repertorio de cajas acústicas tanto de la propia Bowers & Wilkins como de otras marcas.

La “dirección” de esa compleja “orquesta” que es la Nautilus es confiada a una sofisticada electrónica de filtrado que permite al usuario experimentar con un amplio abanico de amplificadores que van desde 4 etapas de potencia estereofónicas hasta 8 etapas de potencia monofónicas.

Si me lo permiten, me despediré de ustedes con un extracto de lo que escribí en 1997 en la crónica de mi primera visita a Bowers & Wilkins: “El modelo Nautilus supone un antes y un después en el arte del diseño electroacústico. Concebida sin otro compromiso que la búsqueda del sonido absoluto, en la puesta a punto de la Nautilus Bowers & Wilkins dio carta blanca a los encargados de diseñarla: se aplicaron nuevos conceptos y nuevos materiales, se construyeron transductores absolutamente innovadores. El resultado: un compendio de conocimientos y tecnología que se sitúa en la base de lo que serán los modelos de B&W -y probablemente de muchas otras marcas- del próximo milenio.”

Y, en efecto, así ha sido. ¡Larga vida a la Nautilus!

Distribuye Bowers & Wilkins

 

 

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