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Uno para todo

Cambridge Audio no es una empresa que necesite presentación a estas alturas. Los británicos, que tienen su historia desde 1968, se han ganado su sitio en el mercado de audio, tanto en las gamas más asequibles como también con productos de gama media, como el que hoy probamos, que aspiran, y en muchos casos consiguen, rivalizar con muchos de gama más alta de los que sólo les separa el precio, pero no la presentación ni el rendimiento. Y es que, a pesar de un precio que apenas supera los 1.500 euros, el 851C pertenece a la gama más alta de la marca, y cuando uno lo recibe en casa queda gratamente impresionado antes aún de conectarlo y encenderlo. Sólida caja de cartón doble, con protecciones de espuma más rígida de lo habitual reforzada estratégicamente, de la que extraeremos el aparato metido en una funda textil que no sólo ofrece el último grado de protección sino que ofrece mucha satisfacción por la compra, o en mi caso prueba, realizada.

CA_851C

Descripción

Las buenas experiencias sensoriales continúan al desenfundar el 851C, de considerables dimensiones y peso. La caja está totalmente realizada con perfiles de aluminio atornillados de excelente aspecto, y con una bonitas rejillas superiores… me recordó algunas realizaciones anteriores de Krell por ejemplo y creo que con esto lo digo todo.

Una perfecta lectura de los discos ópticos empieza (pese a quien pese) por una buena base mecánica. En Cambridge Audio se han asegurado de ello, pues el chasis del 851C está realizado con rígidas piezas de notable espesor, con unos refuerzos extra en forma de vigas precisamente en la zona donde va fijado el transporte, que por encima cuenta a su vez con otro refuerzo anti vibraciones en forma de una lámina de material absorbente elástico pegado al puente. De alguna forma nos viene de fábrica con todo (o más) lo que un aficionado exigente y “manitas” le hubiera hecho a un reproductor de gama media.

CA_851C_transpCD

Tras la mecánica, la no menos importante electrónica. Todo el lateral derecho del aparato está ocupado por una sección electrónica, protegida parcialmente por una caja metálica de interferencias, y con la inscripción “Custom CD Servo”. Recordemos que, al contrario que un tocadiscos cuyo vinilo debe girar siempre a la misma velocidad con la mayor estabilidad posible, lo que puede parecer sencillo pero como todos sabemos no es fácil de conseguir de forma absoluta, en los reproductores ópticos el disco va cambiando su velocidad de giro a medida que avanza la reproducción. El cabezal óptico se va moviendo a lo ancho del radio del disco, y a la vez también que la óptica del láser de ese cabezal sigue con precisión los valles y picos del disco leído. El control de todo eso se desarrolló hace ya muchos años… pero incluso hoy día, no son tantos los transportes capaces de extraer de verdad el ciento por ciento de información del disco y hacerlo a su debido tiempo y sin interferencias, como sabe cualquiera que haya hecho pruebas serias entre lectores.

También la alimentación de esos circuitos es crítica (para que no module la alimentación de otras partes del reproductor), como lo es sin duda la de la parte digital y en mayor medida aún de la parte analógica de salida del aparato. De nuevo ahí Cambridge ha echado el resto, empezando por un transformador toroidal cuyo tamaño poco menos que podría hacerle digno de una amplificación. El primer filtrado después de la rectificación lo componen nada menos que diez electrolíticos de gran capacidad, a los que siguen múltiples reguladores para estabilizar las tensiones necesarias en cada parte de los circuitos: una docena de reguladores montados en disipadores contribuyen a que esas rejillas de la tapa sean necesarias y no sólo decorativas, aunque el aparato nunca pasa de estar tibio.

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