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En el salón, que está ligeramente tratado pero tiene los compromisos acústicos tan habituales de las salas domésticas, las cosas cambiaron bastante: la escena podía expandirse mejor con un techo mucho más reflectante y el sonido ganó cierto asentamiento, con una base de frecuencias bajas que estaba ausente en el sótano. Son unos 26 metros cuadrados, seguramente en el límite por arriba de lo que es apropiado para estas cajas.

Enseguida confirmé algunas cosas que esperaba “a priori” de estas cajas tan estrechas. Como suele ser habitual en estos diseños, las Penaudio tenían lo bueno de los altavoces estrechos, es decir una capacidad casi mágica de “desaparecer” acústicamente, de forma que incluso mirándolas fijamente y esperando detectar algún sonido procedente de ellas, lo que llega a tus oídos parece venir del espacio que las rodea, de una escena sonora muy bien recreada en las tres dimensiones. Probé varias ubicaciones y ángulos y acabé prefiriendo una posición ligeramente más retrasada –cercana a la pared trasera– de lo habitual, con un ángulo ligeramente abierto –la proyección de las cajas coincidiría por detrás del punto de escucha–, de esta forma el equilibrio tonal me parecía más correcto y la escena tenía amplitud, precisión y profundidad. Ahora bien, también sé que un altavoz estrecho tiene cosas menos buenas, principalmente que suelen ser exigentes con la amplificación y que les falta pegada en grave: como podía esperar, las Penaudio son en algunos aspectos así.

Penaudio Three rejilla2

Probé varias amplificaciones en el salón, siempre usando mi reciente fichaje como fuente y previo –el Linn Akurate DSM, con la ecualización desactivada para estas cajas–. Durante bastantes días mi “estándar” actual que son unas etapas Hypex Ncore 400 montadas por mí –muy transparentes y neutrales… además de potentes–. Con ellas las Penaudio volaban, esa sensibilidad declarada relativamente alta de 87dB debe ser bastante cierta porque con poca potencia “suenan”, pero una cosa es ésa y otra que sigan el ritmo de cualquier música: para eso, tiene que haber una amplificación capaz detrás. Pero la tremenda neutralidad de las Hypex me dejaba algo frío con el sonido de las finlandesas, pese a la dinámica que les imprimían. Mejor pareja hicieron con una vieja etapa Fosgate –de la marca original de Jim Fosgate, es decir de hace dos décadas largas– también generosa en potencia con más de 200W a 8 Ohmios, pero con un punto dulce y un grave algo más presente –también más suelto o menos sujeto–.

 

Esto me sugirió que tal vez las válvulas, con las que las Penaudio ya habían apuntado maneras en el sótano, podían ser la solución ideal en el salón. Para allá que fue el Gran Filarmonía, y qué gran idea tuve subiéndolo porque ya no volví a cambiar nada más. Ese pequeño “extra” en torno a 80 o 100 Hz de las EL34, que el Gran Fila explota tan bien, fue un aporte muy bienvenido, como recuerdo años atrás lo descubrí con los monitores Merlin, y es que estas Penaudio son unas cajas de columna pero cuyo comportamiento está más cercano del de unos monitores con su grave algo tímido. Tímido en cuanto a impacto, ojo, porque extensión sí tienen: basta poner algún corte de Madonna o Ludovico Einaudi con sonidos sintetizados por debajo de los 35-40 Hz para descubrir que las Penaudio los reproducen con suficiente y sobrada energía como para excitar ese modo de mi salón. Lo que sí me quedó claro es que las Rebel Three no son cajas para amantes del rock, porque como decía más arriba una cosa es la extensión en grave, que la nota “suene”, y otra diferente el impacto, es decir que el grave “se sienta”. Esto último está fuera del alcance de estas Penaudio. Aunque pienso que estas cajas aún darán mejor resultado en una sala algo más reducida, donde tengan más ayuda “por abajo”, o tal vez –no lo probé, mea culpa– integrándolas bien con un subwoofer, por ejemplo en un equipo que además de música en estéreo se use para cine.

Penaudio Three detalle pie

Pero la música que ofrecen las finlandesas va mucho más allá del grave de un sintetizador, de hecho lo que más me gustó, que me llamó la atención en el sótano pero disfruté de lleno en el salón, es su medio-agudo. Sospecho que tiene que ver con el uso de un woofer pequeño cortado tan arriba –el paso de woofer a tweeter está en 4’4kHz, recordemos, que son entre 1 y 2 kHz más alto de lo habitual–, es decir que estamos escuchando muchas veces el sonido del mismo driver.

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