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Un nuevo actor en el mercado de integrados con mucho que decir

Después de un tiempo alejado de las pruebas de componentes, por haber puesto el foco en otros objetivos relacionados igualmente con nuestro mundo, Tomás Gutiérrez de GUME Audio me contactó con una propuesta realmente interesante: la prueba de un amplificador prácticamente nuevo en el mercado y del que, hasta ahora, conocía más bien poco. Es Tomás un profesional inquieto y alternativo en nuestro mercado, propenso a salirse de caminos trillados, lo que le ha permitido consolidar un portfolio de producto extremadamente interesante, por muchos motivos, pero sobre todo por ser una demostración de cómo, con firmas menos habituales en el mercado de la alta fidelidad de consumo o de excepción, ofrecer un producto de alta calidad y de precio aún democrático. Muchas han sido las incorporaciones que ha llevado a cabo en los últimos tiempos, de firmas muy interesantes, y una de ellas es Serblin & Son.

Serblin & Son es la nueva criatura que nace a través de Fabio Serblin, sobrino del legendario Franco Serblin, fundador de la no menos famosa Sonus Faber y autor de algunos de los diseños más míticos de la alta fidelidad. Extrema, Electa Amator o Stradivari Homage son algunas de las cajas acústicas que han hecho historia. Y en esto, entra en escena Fabio Serblin, que ha orientado sus propuestas hacia las electrónicas de alto nivel, y después de una trayectoria prolongada en el tiempo, nos ha traído Serblin & Son con un portfolio de producto realmente interesante. Tres amplificadores integrados, de perfecto escalonamiento de nivel y con diversas funcionalidades integradas, un preamplificador estéreo y una etapa de potencia monofónica conforman la gama. Y en éstas, me sugirió someter a examen el modelo Frankie, interesante donde los haya. Y a ello, naturalmente, me dispuse.

Utilicé las siguientes grabaciones para poner a prueba el equipo:

Grabaciones utilizadas

  • Semiramide, Rossini; Studer/Ramey/Larmore/Lopardo, Deutsche Grammophon, 2008
  • Introspective, Pet Shop Boys; Horn, Manhattan Records, 1988 
  • Introducing Carme Canela&Trio, Carme Canela&Trio, Freshsound New Talent, 1996
  • De cine (my favourite things), Laura Simó, Picap, 1998 
  • Lorquiana: canciones populares de Federico Garcia Lorca, Ana Belén, Ariola Records, 1998 
  • BSO Blade Runner, Vangelis, EastWest, 1994

Asimismo, recurrí a mi sistema más contenido e intimista, que creí conceptualmente más adecuado para llevar a cabo la prueba:

Sistema empleado en la prueba

  • Transporte digital de dos canales Classé CDT-1 
  • Conversor digital-analógico Classé DAC-1
  • Plato Acoustic Solid Solid One 
  • Brazo Acoustic Solid WTB-300 de 9 “
  • Cápsula Benz Micro MC Gold
  • Previo de phono estéreo Audio Research Company PH-3
  • Etapa estéreo en clase A Krell KSA-50s, 50 w/8 ohmios
  • Cajas acústicas Chario Loudspeakers Constellation Cygnus
  • Cables de interconexión Van den Hul The First Ultimate digital, Kimber Kable Classic Hero
  • Cables de cajas NBS Serpent/Mine II
  • Cable de phono Acoustic Solid

Con este equipo y grabaciones, llegó el momento de someter al Serblin & Son a examen.

El amplificador llegó en una caja de cartón, con unos refuerzos de un material plástico que evita cualquier tipo de movimiento en el interior de la caja. En una pequeña caja en el fondo, solidaria con la mayor, encontramos una más pequeña, con el control remoto, sobre el que me detendré a continuación, y un cable de corriente OEM. Existe un manual del usuario de concepción simple.

El control remoto es muy simple, construido en plástico y sin duda, parece claramente fuera de lugar asociado al espectacular acabado de nuestro analizado, al igual que el excesivamente simple cable de corriente. Me consta que la firma está trabajando en ello y ya ofrece un control remoto, hecho en aluminio, a la altura del Frankie. Por mi parte, creo que sería interesante también contemplar un cable de red de más nivel e, incluso, no acompañar cable alguno. Son detalles que son colaterales a lo ofrecido pero deslucen un tanto la propuesta global.

El Frankie presenta un chasis, en el caso de la unidad que nos ocupa, de madera de nogal macizo y aluminio, en una combinación verdaderamente atractiva, con un remate espectacular. Examiné todo el chasis, incluida la trasera, con lupa y no pude encontrar la menor imperfección. Sin duda es una manera muy afortunada de entrar en contacto con un componente que, aun teniendo en cuenta su precio contenido, representará un esfuerzo importante para todos aquellos que se planteen su adquisición.

Ocupémonos de los mandos o controles ahora. Dos selectores o perillas exactamente iguales, uno dedicado al control de volumen – extraordinario, completamente analógico, por relés y de nada más y nada menos que 127 pasos -, cuya operación tiene lugar con un curioso click de fondo tras su accionamiento, el cual puede llegar a ser molesto para personas especialmente sensibles, y un selector de fuente, físicamente igual al control de volumen, con cinco posiciones. 

Ambos se manejan con movimientos de gran solidez, sin que yo apreciase holguras o movimientos fuera del de rotación que le es natural a los dos selectores. Llama la atención, llevando el minimalismo al extremo, la ausencia total de serigrafía que indique la fuente que hemos seleccionado en cada caso, en el frontal del chasis. A mí no me resultó incómodo, una vez identifiqué las fuentes asociadas a cada entrada, pero habrá quien agradezca lo contrario. El color de los pilotos es amarillo para estados transitorios y rojo para la entrada seleccionada. La marca Serblin & Son, en un elegante color gris plomo en la parte metálica del chasis, y el nombre del modelo, Frankie, vaciado en el frontal de nogal, completan la extremadamente austera identificación gráfica en el componente.

Hay que mencionar su solvente previo de fono, para cápsulas MM y MC, y la entrada USB de última generación para conectar la carga de dispositivos. Hay que decir que, en las declinaciones del modelo que llevan DAC y/o streamer incorporado, dispones de una app tanto para Android como para Ios, para gestionar adecuadamente el conjunto.

Inicié la prueba sustituyendo mi excelente amplificación – me vais a permitir que reivindique una excelente combinación como la más arriba anunciada – por el Serblin & Son, que declara a priori unos más que suficientes 75 w a 8 Ohm o 110 w a 4 Ohm, para mis cajas. El resto de las especificaciones son fácilmente consultables en el sitio web de la firma, con lo que no me detendré más tiempo en abundar en ellas.

Comencé con mis grabaciones, dejando sonar el conjunto por un par de horas sin prestarle atención alguna, hasta finalmente, sentarme con la sana intención de evaluarlo a fondo. En primer lugar, debo decir que la sala en la que tengo instalado este sistema, de carácter más intimista y cercano al oyente que el que disfruto en mi sala principal, no es en absoluto la más adecuada para escuchar música, aunque ya me he habituado a la comprimida escena sonora con la que tengo que lidiar. Es por ello que me sorprendió la notable mejora en este sentido que aportó el Frankie, alargándola y focalizándola claramente. Para mí, una experiencia totalmente nueva. Las voces parecen salir del centro de la sala, adoptando el que yo he identificado como sweet spot para la colocación de cajas acústicas que mejor experiencia me ha permitido disfrutar en los muchos años que hace que el sistema se encuentra en esta sala – no tengo mucho margen de maniobra -. La música parecía formarse en el centro, de manera muy natural al oyente, y prácticamente desapareciendo las cajas acústicas de la sala. Una sorpresa total para mí, que me dejó escuchando música despreocupadamente durante un día entero, familiarizándome con una restitución que para mi era en extremo novedosa y francamente satisfactoria.

Debo decir que la tímbrica es el punto fuerte del Frankie, en mi modesta opinión. El sonido fluye cálido, redondo al fin, pero sin que la sensación sea de excesiva dulzura. La palabra que vamos a utilizar es natural. La microinformación, los matices y las texturas se presentan en el lugar y momento adecuados, dando en todo momento la sensación de que no sobra ni falta nada, que todo está en el lugar que le corresponde, que todo llega cuando le toca, ayudado, y hay que decirlo, por un fondo negro absoluto, un silencio total que está cuando se le espera y no antes ni después.

La coherencia tonal del Frankie se ha revelado como una de sus grandes virtudes. Ninguna frecuencia es más importante que otra, y todo se escucha como debe sin enfatizar un rango de frecuencias sobre otro. Los agudos son sedosos y redondos, no mostrándose agresivos en ningún momento, ni siquiera con instrumentos tradicionalmente difíciles en este sentido – como los platillos, por ejemplo -. Se tiene la sensación de percibir claramente la vibración del instrumento y el carácter “metálico“ del mismo. Uno de los puntos fuertes del Frankie, sin duda alguna. Me hubiera gustado escuchar el Frankie con un instrumento como el címbalo, paradigma de la dificultad con agudos, pero no encontré grabaciones adecuadas en este sentido en mi biblioteca.

Es en el rango medio donde más he disfrutado con este amplificador. Las voces son, literalmente, fabulosas. Especialmente y como era de esperar, las femeninas. Se trata de un tratamiento casi valvular de las mismas, con pasajes auténticamente extraordinarios, como por ejemplo, el aria Bel Ragio Lusinghier, de la ópera Semiramide de Rossini, donde el impacto de una voz pura y proyectada, la de Jennifer Larmore, sobrecoge absolutamente. Una de las mejores restituciones de esta aria nunca escuchada por mí. Me impresionó el poder notar la voz claramente situada en un punto enfrente de mi posición. Es el rango medio de un realismo extraordinario, uno de los momentos de mayor disfrute de mi experiencia con este amplificador.

Las frecuencias graves son siempre difíciles de evaluar para mí en este sistema, pero pude comprobar que, por ejemplo, en la BSO de la película Blade Runner, el corte “créditos iniciales “ se resuelve con solvencia, con un grave seco y profundo, aunque sin aristas y sin la contundencia propia de sistemas con etapas monófonicas. Contundencia mucho más que suficiente, aunque sin lugar a duda, quien utilice esta frecuencia de forma referencial, esperará seguramente un grave más prestacional que el que el Frankie nos ofrece. No es un amplificador para buscar los límites de las grabaciones, pero pasa con nota este complicado examen. 

Respecto a la dinámica, no encuentro motivos para criticar al Frankie. Resuelve con elegancia y solvencia pasajes multiinstrumentales sin inmutarse lo más mínimo, buscando y encontrando precisión y rapidez. En este último aspecto me ha sorprendido nuestro analizado, no teniendo nada que envidiar a amplificadores de mucha más potencia y entrega de corriente a los que me he enfrentado. Escena centrada, con buena separación y aireación de instrumentos, con música que respira con facilidad y que en ningún momento suena comprimida, topologías sonoras que nos aportan una experiencia sumamente satisfactoria.

A modo de conclusión

Debo decir que empleé más dos semanas – el tiempo escaso obliga a veces a dedicar atención a los componentes de una manera que no puede calificarse como la ideal – en formarme una idea del carácter del Frankie y mi conclusión es que estamos ante un componente excelente. Serio, solvente, tratando bien a las grabaciones en soporte físico, aunque como no podía esperarse otra cosa, siendo impenitente con aquellas que no sobresalen por su calidad sonora. Es un amplificador especialmente predispuesto a lograr sinergias con cajas acústicas de sensibilidad media y media alta, donde da lo mejor de sí mismo y donde ofrece una restitución de muy alto nivel, fluida, cálida y redonda, pero sin exageraciones: todo en su justa medida.

Es un amplificador para, entiéndaseme bien, escuchar música: para dedicarse a disfrutar del objeto último de nuestra afición, y no para analizarla, que es en lo que, en muchos casos, acabamos haciendo con nuestros sistemas. Es el Frankie un amplificador, musical, elegante y amable, con el que quien se decida por él convivirá sin interrogarse constantemente sobre lo que está escuchando y eso es, sin duda, una gran virtud. Recomiendo darle una oportunidad, pero antes de decidirse por él, hay que escucharlo con gran detenimiento. No es adecuado para todo tipo de cajas acústicas, ni probablemente para todo tipo de fuentes, aunque en el segundo caso, es mucho más obvio que en el primero. Total naturalidad, ausencia de coloración: si se me permite, en una sola frase.

Puntos destacados

Ventajas

  • Restitución de gran naturalidad y realismo
  • Extraordinaria tímbrica y coherencia tonal, proporcionando un gran equilibrio final en las grabaciones
  • Diseño extremadamente atractivo, de gran impacto visual y de extraordinaria calidad percibida en el uso de materiales
  • Habilidad para resolver todo tipo de grabaciones, siendo capaz de enfrentar pasajes complicados y teniendo a la vez un impecable fondo negro
  • Tacto de los controles firme y preciso

Inconvenientes

  • En la unidad evaluada, control remoto absolutamente mejorable – en la actualidad, se está proporcionando un control remoto de cuerpo metálico estéticamente mucho más logrado.
  • Control de volumen por pasos con un sonido de los relés que puede llegar a ser molesto.
  • Excesivo minimalismo por la ausencia total de indicaciones en el panel frontal.

Serblin & Son Frankie – 2.690€

Distribuye GUME Audio

 

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