Publicidad

Hace ya años que un buen amigo mío, guitarrista de rock y blues, me recomendó la música de Wilco. Entonces nos entusiasmamos con Sky Blue Sky y Wilco (The Album): una música que nos sugería la esencia auténtica y enérgica de otros tiempos, de otras bandas históricas. La verdad, en estos momentos, cuando la mayoría de grupos vomitan sus heces clónicas sobre el mercado musical, el descubrimiento de unos tipos verdaderos –los tipos de Wilco- nos alegró la vida musical y los enganchamos a nuestros reproductores de mp3, con su “Immposible Germany” y su “What Light”: joyas dulces y elaboradas con genio y paciencia. Son canciones para pasear con una cerveza fría en una mano y el viento azotando la palma de la otra, para contemplar una puesta de sol o sentir el viento marino en la cara con una buena compañía.

Si añadimos a esto que, “Hate it Here”, el octavo corte de “Sky Blue Sky”, colaboró a que encontrara una mujer extraordinaria con quien escuchar su música y que Twedy –como personaje- me intriga, pues queda claro que el grupo de Chicago se ha convertido en uno de mis favoritos. No son un grupo más: son especiales y no se han prostituido –no todavía- con temas comerciales o apologías del cripticismo que los elevaran a los altares de los genios incomprendidos.

Desde entonces, las composiciones de Jeff Twedy, vanguardistas y explosivas en sus comienzos, y más maduras y frescas en estos momentos, me han fascinado. Lo considero uno de los míos, a Jeff, aunque no creo que él me considerará uno de los suyos: demasiado absorto en sus problemas y sus idas y venidas con demencias o ascensiones a los cielos.

No es un grupo fácil, tampoco difícil. Es un grupo de verdad. Muy lejos de los plagiadores que en esta década han infestado el mercado y también alejados de los elitistas que imaginan canciones que sólo servirían como bandas sonoras de David Linch. Wilco es Wico: dadle una oportunidad y los incluiréis en vuestra élite musical.

En cuanto a su Whole Love, el último disco, de 2011, nos constata que estamos ante los mejores compositores del rock americano. No quieren epatar ni sorprender con trucos de mago barato. No buscan conflictos ni tensiones, sino crear un disco agradable e inteligente. El punteo de “Black Moon” no es ni largo ni corto: sencillamente no quieres que termine. Sus baladas folk con tan frescas y bellas como siempre (Sunloathe, Rising red lung, One sunday morning). Y el vitalismo y el ritmo preciso de “I might” han conseguido que mi novia y yo cabeceemos al unísono durante sus casi cuatro minutos.

El universo sensual y desafiante de Tweedy y sus chicos atraviesa sus desiertos de rock menor (no seamos proselitistas a ciegas), pero ha llegado el momento de que a Wilco se le puedan perdonar sus pecados veniales. Son estables, maduros, coherentes y firmes. Si cojean en algunos de los temas no hay más opción que aceptarlo con una sonrisa que los humaniza y los aleja de los puristas o los genios de salón versallesco.

Para terminar doce minutos de “One Sunday Morning”: lo tomas o lo dejas. Como los peces fugu, esos que los cocineros japoneses cocinan como si jugaran a la ruleta rusa, peces con una toxina en sus ovarios y su hígado que puede matar a los comensales en minutos o –si se cocina con la habilidad del relojero suizo- proporcionar un placer gastronómico de gourmets artistas, este tema de Wilco, este disco y su obra en general puede matarte o conducirte hasta un cielo sibarita y adorable.

Yo correría el riesgo. ¿Y tú?

Calidad Artística: 8

Calidad de Sonido: 8

 

Comments are closed.