Súper-integrados
¿Estamos viviendo la época dorada de los amplificadores integrados? Cualquiera puede llegar a esta conclusión si echa un vistazo, o mejor aún si escucha, las magníficas realizaciones de muy diversos fabricantes que se están comercializando en la actualidad. Por citar algunos, podemos destacar los daneses Gryphon Diablo o Vitus Audio SIA-025. La firma suiza DartZeel con su ya veterano modelo CTH-8550, a la espera de poder escuchar su inminente LHC-208, o los franceses de Devialet con su extensa gama de integrados de diferentes potencias y funcionalidades. Incluso la británica Musical Fidelity reverdece laureles reflotando uno de los amplificadores integrados que más lustre dio a su historia, su magnífico NuVista. Pero no solo las firmas europeas han volcado sus esfuerzos en este tipo de producto. La americana D’Agostino, con su exclusivo e inconfundible diseño, también apuesta por él con su compacto Integrated, o la legendaria Pass, que acaba de presentar en el reciente CES su nuevo INT-250. En resumidas cuentas, las marcas del más alto pedigree audiófilo han centrado sus miras en este segmento, que ha visto reforzada su demanda entre los aficionados, quizás debido al cada vez mayor interés por la integración y el aprovechamiento de espacio en los hogares que todos sentimos. Incluso muchas firmas, llevando al extremo este planteamiento, incorporan en sus amplificadores conversares D/A e incluso prestaciones wireless para incrementar su funcionalidad.
Nuestro protagonista de este artículo es un amplificador integrado convencional en cuanto a su planteamiento, pero excepcional en cuanto a su calidad de construcción y de sonido. El Ypsilon Phaethon podemos englobarlo sin complejos en esta categoría de súper-integrados.
Ypsilon Phaethon
Deseaba encontrarme cara a cara con él desde que tuve noticias de su salida al mercado. Como propietario de un conjunto Ypsilon, que empleo para realizar mis críticas de manera habitual, está claro que sintonizo con el planteamiento sonoro de la firma griega. Además, todos los productos suyos que he escuchado, me han demostrado su rigurosa búsqueda de la mayor excelencia sonora, y con un plus difícil de obviar, sus justificadas tarifas. En cuanto a este punto, ¡seguro que algún lector ya me está criticando de manera acalorada!, pero déjenme un momento para explicarme. Defender un precio, que es ciertamente elevado siempre es difícil, pero debemos de tener en cuenta que podemos comparar la calidad de sus productos, con las realizaciones de las compañías más serias y elitistas del mercado internacional, cuyas tarifas están de manera clara más infladas que las de la compañía helena.
Desde que conocí de su existencia y lo vimos presentado en el pasado High End de Munich, una pregunta de manera repetida asaltaba mi cabeza. Sabiendo que cada producto nuevo que Ypsilon saca al mercado supone un nuevo avance en sus prestaciones… ¿su calidad sonora se habrá acercado de manera “peligrosa” a la de mi conjunto formado por el preamplificador PST-100 MK2 y las etapas monofónicas Aelius? Intuyo que una duda semejante a la mía, surge de manera continua entre muchas aficionados que se plantean una posible compra de amplificación. ¿Me decanto por un conjunto previo-etapa/s o adquiriendo un amplificador integrado de demostrada calidad me sentiré plenamente satisfecho? Seguro que las conclusiones de este test no se pueden extrapolar a la totalidad de los casos, pero creo que pueden servir de ayuda, por lo menos para propiciar una reflexión sobre el tema.
Con todo esto rondando en mi cabeza, recibí el Ypsilon Phaethon perfectamente protegido en un embalaje de grueso cartón, con corcho blanco que lo inmoviliza por completo. Además viene reservado por una suave funda de algodón. Sacarlo de la caja supone un esfuerzo considerable, del que deben abstenerse personas con problemas de espalda, ¡antes busquen ayuda!. Sus 35 kilos de peso, que ya son muchos, perecen más por lo compacto de su tamaño y la ausencia de asas para sujetarlo con comodidad. Se perdona esta concesión al diseño al admirarlo con tranquilidad, pues es de gran elegancia y transmite sensación de calidad solo con verlo.