A cada lado de la ATM EPM1 están las placas electrónicas de amplificación, de forma que los cuatro transistores de salida –son Mosfet IRFP240– pueden montarse directamente sobre el chasis de aluminio, cerca de los “disipadores” laterales –que son el propio chasis taladrado, como observamos anteriormente–. De ahí, cables de nuevo cortos hasta los bornes de salida.
El circuito en sí es muy sencillo: esas dos parejas son el “push pull” de salida, y la entrada de señal pasa por un par diferencial con transistores Jfet pareados a mano. La impedancia de entrada puede así ser muy alta –mayor de 200kOhm– para minimizar la carga sobre el previo o fuente, y sin miedo a ruidos ni acoplamientos. La ganancia, aunque se usa poca realimentación, es de apenas 20dB. Esta etapa, salvo que se use con cajas muy sensibles de 90dB o más, o en salas pequeñas, necesitará un previo activo.
Los transistores de salida están polarizados en Clase A y disipan una cantidad notable de energía. La EPM1 consume más de 200W de forma continuada, y lo hace para darnos una potencia máxima de 25W aproximadamente. Así es la Clase A. Las especificaciones son –entiendo con carga de 8 Ohmios– 20W con sólo 0’1 por ciento de distorsión a 1kHz y 30W en clipeo –25W a 1%–. Ya que estamos con las cifras, la respuesta en frecuencia llega a 100 kHz –con 3dB de margen– y desde 6 Hz, así que no nos perderemos información por culpa de la amplificación.
Detalle, fuerza y calidez
Pasado el análisis técnico de la etapa ATM EPM1 llega la hora de probarla. Como es habitual, lo he hecho en mis dos sistemas. El que comparte labores de cine en casa con una pareja de B&W 802D como canales principales en el salón, y el del sótano dedicado con una pareja de Ramallo Allegro de alta sensibilidad. Además de mis fuentes habituales –Linn Akurate– también tuve sonando la ATM con un PS Audio DacStream con reproductor de red interno, en ambos sistemas. Y como punto de comparación, mis etapas monofónicas Hypex Ncore 400 y el integrado Gran Filarmonía.
Además de su peso, me llamó la atención de la ATM lo silenciosa que es. Una vez conectada y tras unos segundos al escuchar el clic de los relés de salida, con el oído pegado a los altavoces parece imposible percibir ningún ruido. La etapa no tiene modo de reposo, pero a los 15-20 minutos ya está tibia y antes de una hora cuesta mantener la mano en contacto con su chasis. Como las etapas Pass y otras que trabajan en Clase A, la ATM se mantiene en torno a 25 grados por encima de la temperatura ambiente –unos 50ºC–, es decir, “caliente” sobre todo en verano.
Al contrario de lo que esperaba, lo primero que llama la atención del sonido de la ATM Clase A no es precisamente su calidez. Es su agilidad, su limpieza, su apertura en frecuencias altas. Tengo que hacer aquí un apunte porque creo muchos se harán la pregunta “¿cómo es comparada con una Pass?”. Aunque ahora mismo no tengo ninguna, es –creo– conocida mi experiencia con las etapas Pass: he tenido en propiedad Aleph 3, Aleph 30, varias XA30.5, y probado a fondo la X250.5 –versión “menos clase A” de la 30.5 ya que usa idéntica electrónica con diferente ajuste–. También he escuchado la F5, una versión “DIY” que en mi opinión, bien montada, mejora a las comerciales en sus únicos puntos flacos. Estos son una muy ligera opacidad en frecuencias altas, y cierta falta de rapidez en las bajas.
La etapa ATM se parece mucho más a la F5 que a las Pass comerciales, por lo menos hasta las últimas “.8” que todavía no he tenido el placer de probar. Es decir, aunque ya me adelanto un poco a mis conclusiones, esta etapa Made in Spain es mi opinión más recomendable, incluso más universal –para una panoplia de sistemas más amplia–, que las Pass similares. Una vez respondida “la” pregunta, sigamos con la prueba…
Con las 802D es como pasó más tiempo la ATM. Son cajas de buena sensibilidad pero cuyo lado oscuro es una curva de impedancia exigente. Es fácil hacerlas sonar a nivel moderado, pero son difíciles a partir de ahí, exigiendo mucho control y corriente para apreciar de qué son capaces en cuanto a impacto y extensión sus dos woofer de 8 pulgadas por caja. En esos momentos ponen de relieve de relieve la capacidad de la etapa de mantener su limpieza y baja distorsión también en frecuencias más altas.
No tardé en darme cuenta de las virtudes de la ATM en esta compañía. Con música de cámara o tríos de jazz y a mi volumen habitual –medio– sonaba extraordinaria, y mido bien mis palabras porque, si no era el mejor sonido que he tenido con las 802D, está seguro entre los dos o tres mejores. Un timbre rico con el que disfrutar de voces o instrumentos de cuerda, una escena amplísima y profunda que excede las dimensiones de la sala, un grave presente, profundo y rítmico con el que seguir perfectamente los dedos del bajista, unos agudos cristalinos y transparentes que ofrecen todo el ambiente, todo el aire y todo el detalle de unos platillos.