Audición “millonaria” en Ultimate Audio
Soy un enamorado de Portugal y no hay año que no me escape por lo menos una semana al vecino país para disfrutar de su amable gente, cocina y clima. Además de estos motivos, tenía ya uno adicional: mi afición por los aviones de radio control, pues cerca de Lisboa está el que seguramente sea el mejor club de Europa dedicado al vuelo en ladera. Y, por si fuera poco, ahora tengo un motivo más por mi otra gran afición, el audio. El potente importador Ultimate Audio, bien conocido ya por nuestras tierras por su presencia en numerosos “shows” y exhibiciones, además de ser una empresa que distribuye productos también tiene una tienda-exposición propia, precisamente en Lisboa –cerca de la zona de Benfica y no lejos del aeropuerto–.
No son unas instalaciones pequeñas ni modestas precisamente: son más de 400 metros cuadrados en los bajos de un moderno edificio con varias salas… diría que seis así de memoria pero aunque cueste de creer ¡perdí la cuenta! Destacan sobre todo tres salas totalmente aisladas, y con excelentes tratamientos acústicos, de las que dos tienen grandes dimensiones y una en particular es enorme, casi 50 metros cuadrados con techos altos. En esa sala iba a pasar la mayor parte de la tarde de agosto en la que fui a visitarles: el motivo era el equipo montado en ese momento en ella, con electrónica Gryphon de primera división y, sobre todo, unas cajas que no siempre tiene uno ocasión de escuchar, ni siquiera ver, las gigantes Marten Coltrane Supreme 2. Con decir que son cajas que rozan los 400.000 euros de precio la pareja creo que no hace falta mayor introducción…
Equipo e instalaciones
Hace bien poco mi compañero y amigo –¿por qué se escribe tanto eso de “y sin embargo”? ¡Yo me llevo bien con mis compañeros!– David Mallen, tuvo el placer de acudir a la inauguración de las renovadas instalaciones de Ultimate y dio buena cuenta de ello en este reportaje.
Como a David, me dejó muy buena impresión la despejada zona de acceso de la tienda, donde –como en un museo de arte moderno– uno puede pasear por una zona muy luminosa y abierta contemplando los aparatos allí expuestos. Incluso los de ocasión están tan bien mostrados, que uno se confunde hasta que se fija en que son de marcas “no representadas”… Muy diferente de las tiendas estrechas y oscuras que suelen protagonizar nuestra afición, todo un acierto que además no crea rechazo, al contrario, a las visitantes femeninas. En contraste, hay también una “zona oscura” –si se apagan las luces– que es la que corresponde a las salas aisladas y tratadas, pero son salas hospitalarias, de buen diseño y montadas con buen gusto, y –no menos importante– acierto técnico.
Además del tratamiento acústico y eléctrico, la tienda dispone de un servidor musical muy bien alimentado y será raro que necesitemos nada más que su tableta iPad para elegir nuestros discos, o canciones, favoritos. Salvo que queramos probar alguna fuente física, de lo que por cierto están también muy bien provistos tanto en CD como en vinilo.
En cuanto al equipo protagonista de esta audición, la cosa es sencilla: juntaron lo mejor de cada casa. Como fuente usamos el EMM Labs XDS1 SE, que servía tanto como lector CD/SACD como –sobre todo– conversor DAC recibiendo la señal del Aurender W20. En orden de magnitud, y usaré esa medida a partir de ahora pues me parece más práctico a este nivel que bajar al mundano centenar o millar de euros, es una fuente digital de unos 40.000 euros entre ambos aparatos. La amplificación como comenté antes es toda Gryphon: el previo Pandora alimenta dos etapas estéreo Mephisto, conectadas en biamplificación “horizontal” a las cajas Marten –en total otros 180.000 euros entre previo y etapas–. El cableado y filtrado de red era Mamba y no faltaba una unidad Tripoint para unificar masas, de forma que, si sumamos todo y tenemos en cuenta el precio de las cajas, tenía delante un equipo al que no le faltaba mucho para llegar al millón de euros.
Habrá quien piense que es una barbaridad, a mí no me lo parece. He visto “piezas” tan exclusivas como éstas en otros campos –relojería y motos o coches deportivos, o aviones– y sé, por un lado, que a las marcas siempre les gusta contar con un “buque insignia” en el que emplear lo mejor de lo que son capaces, aunque eso genere un producto sin aparente mercado. Por otro lado, cuando digo “aparente” mercado es porque siempre acaba sorprendiendo alguien –hay ricos muy ricos…– capaz de comprarlo sólo por su exclusividad, así que, aunque no sea grande, sí hay mercado.
Las protagonistas sin duda son las cajas, tremendas: miden dos metros de alto, pesan 300 kg cada una, y son cinco vías con cortes de primer orden –y en fase coherente– en 120 Hz, 450 Hz, 3’5 kHz y 8 kHz. Tres de esas vías se concentran en la parte central delantera: un tweeter de diamante de 20 mm, un driver de “medios-altos” también de diamante de 51 mm y un “medio” cerámico de 125 mm. Para los graves menos profundos se usa un solo driver de 200 mm de aluminio, y otros seis drivers del mismo tamaño para las primeras octavas, a los que ayudan otros seis altavoces traseros de 275 mm también de aluminio, pero en ese caso pasivos –las cajas son cerradas–. Los recintos, que se pueden desmontar en varias partes para facilitar su transporte y colocación, están realizados como es habitual en las cajas de Marten con una mezcla de paneles de fibra de carbono –27 mm de grosor y 45 mm–, además de los frontales y traseros en madera maciza de 70mm. En una caja tan grande y compleja el cableado interior importa: aquí se usan en total nada menos que ¡60 metros! de cable Jorma de muy alta gama.
Escucha
¿Cómo sonaba ese equipazo con esas exclusivísimas cajas? En una palabra, sorprendente. Y en “dos palabras”, im-presionante. En su web, Marten afirma que “con los ojos cerrados, al reproducir nuestra propia grabación de un directo sonaba idéntica al directo que habíamos grabado. La sensación de directo de la música, tocada por los músicos en sus sitios, se reproducía en cada detalle”. Pues tengo que estar de acuerdo con ellos. No he estado en conciertos de Silvia Pérez Cruz o Bebo y El Cigala, pero lo que escuchaba delante mío con este equipo me parecía una reproducción muy real de cómo deben ser sus escenarios y qué se debe sentir estando en primera fila.
Sí he tenido la suerte de ver en directo a Paco de Lucía, Dead Can Dance, Diana Krall, Madeleine Peyroux, Norah Jones o al violinista Itzhak Perlman, y de todos ellos pude escuchar canciones o movimientos en este exclusivo equipo “millonario”, con esa misma sensación de estar en un concierto en directo. La viveza del sonido, su tremenda dinámica, la extensión absoluta en frecuencias, y la escena estereofónica montada –gracias al ingeniero de sonido de turno, todo hay que decirlo– conseguían mejor de lo que yo recuerdo haber experimentado en ningún otro equipo que yo haya escuchado ese efecto de “estar ahí”.
Estar, como digo y eso sí, en primera o segunda fila, es decir, más cerca de lo que yo suelo elegir mis entradas, pues el sonido llegaba a ser tan “vivo” que en ocasiones lo era demasiado –como ocurre en las actuaciones en directo, de hecho yo nunca voy de concierto sin tapones para los oídos de varios tipos “por si acaso”–. Vivo, y también con una escena algo elevada: me gusta ese efecto y lo busco cuando coloco milimétricamente los altavoces en mi equipo, pero aquí la altura era algo mayor a la que suelo elegir dando como digo ese efecto de estar justo delante del escenario, quedando éste algo por encima de nuestra línea de visión. Pero era tan impresionante…
En cuanto a “perfil sonoro” de estas Marten gigantes, es curioso que pese a su tamaño y cantidad de drivers o vías mantienen la marca de la casa, es decir, un sonido en el que destacan la claridad y el detalle, un sonido que podría describir como “analítico” pero que no cruza la frontera hacia la agresividad, salvo que la grabación lo haga. Es un sonido muy “monitor”, en el sentido en que revela exactamente lo que la amplificación, fuente y desde luego la grabación original le están haciendo llegar.
Y eso también resultó evidente en la audición. Solemos hablar, en foros o charlas audiófilas, de la importancia de la grabación sobre el formato. Yo ya lo he dicho algunas veces, ya no me obsesiono con el “formato” porque a día de hoy nadie me garantiza al cien por cien que un disco en formato SACD, o una descarga en DSD o de 24 bit y 192 kHz, sea de verdad superior –es decir “suene mejor”– que esa misma grabación en formato tradicional –CD 16 bit y 44kHz– o incluso super-tradicional –vinilo–.
Es algo que pude comprobar en Lisboa gracias a Ultimate y este equipo tan excepcional, tan revelador. Los discos que he mencionado más arriba eran todos archivos de 16 bit y todos FLAC si recuerdo bien. El bien conocido disco de Rebeca Pidgeon “The Raven” estaba disponible en mayor resolución –24 bit pero no anoté si era 96 o 176 kHz, me suena esto último– y el trabajo de Chesky Records se nota al apreciar una clara mejoría en detalles, aire, escena y precisión, e incluso en algún detalle que muestra que el cambio no se debe sólo a la mayor densidad de información digital sino a ciertos retoques en el máster. Estaba bien mejorado el tema “Grandmother” pero no puedo decir lo mismo de “Spanish Harlem”, donde fue obvio el cambio en el contrabajo al inicio y la voz más agresiva de ella después. Soberbio en cambio el piano, y la voz, de Bebo y Cigala, maravilloso cómo parecía que estuvieran delante mío, podía apreciar sus movimientos, las inflexiones de la voz, los golpes de martillo en las cuerdas… no recordaba haber captado tantos detalles en estas entrañables canciones y mira que las tengo puestas muchas veces.
En el otro extremo, y empezamos un viaje que tendría sus altibajos, creo que “The Wall” de Pink Floyd procedía de un archivo DSD y desgraciadamente las Marten mostraron con crueldad la realidad de aquellos “ceros y unos”, faltaba extensión en el grave y las voces de los niños chillaban pidiendo bajar el volumen… No es sólo cuestión de formato, también de grabación. Con ese sonido tan vivo y directo esperaba mucho de “Enter Sandman” –Metallica–, esperaba quedarme impactado, y de nuevo sólo me dieron ganas de bajar el volumen y pasar a otro corte porque el grave no impactaba y por arriba mis tímpanos pedían auxilio.
Estas Marten no perdonan, insisto, como los mejores monitores de estudio permiten analizar al detalle la grabación, aunque uno se pregunta qué monitores usarían para esas que he citado –y algunas más– execrables… Pero basta un gesto en el iPad y si lo siguiente es “bueno”, prepararnos para disfrutar de nuevo. Estuvo con nosotros el simpático Rui, que tras el fiasco de Metallica me descubrió el grupo Dream Theater, con temas tan sorprendentes como “Bridges in the Sky”. Sin palabras, había vuelto la emoción y las sensaciones extremas a la sala, incluyendo un grave profundo e impactante como pocos. Incluso las grabaciones que tenían de Depehce Mode me sorprendieron muy favorablemente –mis discos del grupo no son precisamente buenos–.
Me enamoró también cómo reprodujo el equipo el precioso “Nature Boy” de Clarity Records, una versión bien conocida por muy usada en exhibiciones pero que aquí era de “diez” absoluto, también extraordinaria la reproducción de la voz –y sus acompañantes– de Sade. O cómo pude apreciar la diferente interpretación de los conciertos para violín de Bach por parte de Perlman –citado antes– e Hilary Hann.
Al final, desde luego me quedo en la memoria con lo mejor que escuché: aquellas obras que las extraordinarias aunque exigentes Marten, la excelente amplificación Gryphon y la soberbia fuente EMM/Aurender me dejaron apreciar y disfrutar. Y por supuesto gracias a la gentileza de Ultimate Audio en Lisboa, un lugar al que todo audiófilo debería haber ido por lo menos una vez.
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