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La mejor fuente digital

No es para nada mi costumbre empezar una prueba adelantado mi conclusión sobre el aparato en cuestión, pero voy a hacer una excepción: el Linn Klimax Katalyst es la mejor fuente digital que he tenido el gusto de probar. Es, sin duda, la mejor que ha pasado por mi casa, y posiblemente sea también la mejor que haya escuchado en equipos a prueba, aunque ahí ha habido cosas tan extraordinarias como el MSB Select con el que habría que comparar en directo para sacar conclusiones; pero dado lo excepcional de ese aparato… creo que queda claro cuánto me ha impresionado el Linn.

Me causó ya esa impresión nada más ponerlo a sonar, y a medida que pasaron las horas, los días, y las semanas, esa sensación no hizo más que reforzarse. No hay nada en particular que destaque, es el “todo” de como reproduce la música, de como convierte “ceros y unos” en música de una forma que llama la atención sólo por la naturalidad con que lo hace.

Ahora que, supongo, he llamado bastante la atención como para seguir leyendo, vamos por partes…

Linn es una empresa escocesa con una tradición de más de 40 años dedicados a la alta fidelidad. Muy conocida entre los aficionados por sus fuentes, en particular por su plato LP12, Linn también ha dedicado notables esfuerzos a las fuentes digitales. Ellos mismos destacan cuatro “saltos” en su evolución, el primero fue cuando presentaron un conjunto transporte-convertidor –los Linn Karik y Numerik– en 1991, cuando las piezas separadas en digital eran algo todvía raro. El siguiente paso ocurrió a finales de siglo pasado con su reproductor integrado, el ya famoso y precioso CD12 presentado en 1998. La tercera etapa de esta particular evolución digital nos lleva de lleno al siglo XXI y la desmaterialización de la música: Linn dejó de fabricar lectores de CD y pasó a fabricar reproductores en red, siendo la primera marca en hacerlo “en serio” y el Klimax DS –las siglas DS son por Digital Streamer– de 2007 marcó ese momento. Y ahora, presentado a finales de 2016, es el momento del Klimax Katalyst.

Así es

Por fuera el Klimax Katalyst no cambia respecto a los Klimax anteriores: es una compacta caja formada por dos carcasas mecanizadas en aluminio, de dimensiones cuadradas –35 cm de lado, ya digo que es compacto– y apenas 6 cm de alto. Es denso, 9 kg, y eso que como es tradición en Linn desde hace tiempo su fuente de alimentación no lleva grandes transformadores sino que es conmutada, pero de gran calidad. Otra tradición de Linn, que como no me gusta yo llamaría más bien “manía”, es que la tapa superior de sus aparatos es unos centímetros más profunda que la inferior y la tapa trasera, de forma que “cubre” las conexiones: digo yo que lo hacen para que, si el aparato está en la parte superior de un mueble o a la vista, así queden más estéticos los cables entrando y saliendo sin dejar los conectores a la vista. Será, pero es fácil imaginar lo incómodo que es hacer y deshacer conexiones cuando lo tenemos metido en un mueble con difícil acceso, por no hablar de la imposibilidad de “ver” qué estás conectando si no lo sacas y le das la vuelta. Y ya que estoy con las críticas, otra para la pantalla. Es una monada, pequeña y azul, pero es… prácticamente inútil, salvo que estés a un metro o menos del aparato. Es estrecha –no cabes muchos caracteres–, con lo que al desfilar las letras de un título o autor es fácil perderse algo, y el indicador de volumen mide menos de 5 milímetros, menos mal que al cambiarlo se muestra en “grande”. De todas formas la ausencia de ningún tipo de control o botón deja claro cómo hay que manejarlo: a través de una tableta, móvil u ordenador y con las aplicaciones propias, o cualquiera compatible –hay decenas, ya que es un producto DLNA–.

 

En el panel trasero, algo escondidas como decía, están todas las conexiones, que como la unidad que probé era “DSM” –es decir “previo” en lenguaje Linn– y no “DS” a secas –sólo fuente– incluía entradas. Tenemos alimentación –IEC–, dos entradas ópticas digitales, una entrada coaxial digital –que puede cambiarse a salida digital si queremos–, tres entradas HDMI y una salida compatibles 2.0 –a la última–, la conexión de red imprescindible, dos conexiones también RJ45 pero para sistemas Exakt –filtros activos Linn externos para cajas–, una toma de tierra por si la necesitamos, los dos canales de la única entrada analógica balanceada XLR, y por fin las dos salidas analógicas, una XLR balanceada y otra RCA, que pueden ser usadas simultáneamente, y se pueden programar con el control de volumen activo –“previo”– o no –“fuente”–.

Llega el momento de la verdad: tornillos fuera, y ahí aprecias parte del precio del aparato, cuando retiras la tapa inferior y ves que tanto ésta como el “cuerpo” son dos piezas mecanizadas de un bloque de aluminio, una obra de arte moderno con huecos mecanizados para cada parte –alimentación, pantalla, electrónica– y que así forma escudos internos contra interferencias electromagnéticas. En la electrónica es donde se aprecia también que éste es un aparato del siglo XXI, con placas multicapa densamente pobladas, aunque con un diseño pensado –y sin duda probado– en el que hay huecos estratégicamente situados para separar cada parte electrónica susceptible de ser víctima de algún “vecino” ruidoso. Es del siglo XXI, pero tiene guiños al siglo XX. Tanto la entrada analógica como las salidas balanceadas usan transformadores de acoplo de la afamada marca sueca Lundahl, exactamente lleva dos LL1527 en la entrada –que por cierto podemos anular si lo preferimos– y una pareja de tremendos LL7401 en las salidas. Cada uno de estos cuesta unos 80 euros, pero es una técnica que Linn ha venido usando con éxito en sus fuentes de gama más alta –Klimax– desde hace varias generaciones. Debo subrayar que la entrada analógica es digitalizada –a 24 bit y 192 kHz–, es decir que no hay “bypass” analógico en el Klimax –como curiosamente sí existe en mi Akurate–, pero lo cierto es que cuando la probé no detecté ningún ruido ni pérdida de calidad… sino quizás al contrario, pues escuchas sus DAC y salida analógica.

Y llegamos al “meollo” de la cuestión: en mis pruebas, y cuando charlamos entre aficionados, no me he cansado de insistir en que no hay que obsesionarse mucho en el “chip” DAC usado cuando hablamos de fuentes digitales. Lo he repetido muchas veces, pero casi siempre es mucho más importante que eso cómo se ha usado ese chip, cómo está diseñada la placa en la que reside, cómo se han hecho las alimentaciones, cómo trabaja el reloj y el filtro digital, y por último pero de importancia crucial, cómo está realizada la parte analógica de salida.

He insistido tanto en todo esto, y en dar menos importancia al chip en sí, que Linn parece haberme hecho caso. En su literatura acerca de lo nuevo de su arquitectura Katalyst, Linn hace hincapié en cómo han mejorado la formación del flujo digital de datos, en lo óptimo de su reloj maestro, en cómo han aplicado varias fuentes de alimentación super-reguladas a los chips, en cómo usan una nueva sección de salida de baja distorsión o en el uso de una referencia ultra-precisa para el nivel de entrada que lo hace independiente de las variaciones de amplitud.

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