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La puesta a punto, la colocación, sí que puede ser algo más crítica y tendremos que dedicarle un tiempo. Cuando decidí “ponerme serio” con la prueba llevé las Response DB3 al sótano, mi sala con mejor acústica, aunque por sus condiciones también tiene bastante absorción en la parte alta del espectro. Jugué con su posición en anchura, orientación lateral, y altura. Percibí que es importante no situarse por encima del eje de los tweeter –si acaso apenas algo por debajo–, sino las frecuencias agudas se atenúan y perderemos detalles, sobre todo en salas poco “brillantes” como era este caso. Es decir no podemos dejarlas “bajas” ni orientadas por debajo de nuestros oídos. También me gustaron más apuntando directamente al punto de escucha, o si acaso apenas un poco abiertas –orientadas detrás de nuestra cabeza–, aunque eso puede depender del espacio y materiales que haya por detrás de las cajas.

Pero no nos asustemos: estoy hablando de quizás media hora de concentración, la misma que con cualquier otra caja, aunque en otras ocasiones las diferencias son matices –incluso puede ir en gustos elegir configuración– y con estas ProAc los cambios eran más obvios. Y una vez encontrado el punto bueno ese sonido prometedor se convierte en una excelente experiencia. Excelente, sí, no tuve tan buenas sensaciones con otras ProAc en el pasado y quizás lo único que me hubiera hecho falta entonces era un mejor ajuste o dedicarles más atención. El caso es que con las Response DB3 “rindiendo bien” la música te conmueve, cuando otras veces las escuchas de forma menos emotiva, menos implicada… la analizas. Aquí el análisis apenas revela algunas carencias puntuales pero el conjunto emociona, y me parece más importante, me hizo disfrutarlas mucho.

Empezando por la escena sonora, en mi sótano era sobresaliente en amplitud y profundidad, así como en precisión para focalizar las fuentes sonoras; precisa, pero no demasiado “quirúrgica” de forma poco natural. Y las cajas desaparecían. Es una sala de más de 60 metros cuadrados pero con las cajas situadas relativamente cerca, formando un triángulo equilátero de poco más de 2 metros de lado. No hay ninguna pared a menos de otros dos metros de ese triángulo centrado en la sala. Las cajas así “respiran” y la escena –ni la tímbrica– se ven demasiado perjudicadas por reflexiones –suelo y techo, tratados, aparte–. Las primeras horas y días de escucha fueron con el mismo Linn de estado sólido, pero la combinación con válvulas era algo que esperaba con ganas para probar. La reputación de ProAc en este sentido es cierta: la combinación fue más que acertada. La precisión, garra y a la vez suavidad del Ars Sonum Gran Filarmonía –cuatro EL34 por canal, 60W en clase A– combinó de maravilla con las ProAc. Hacía tiempo que no me pasaba eso de quedarme escuchando tema tras tema, disco tras disco, hipnotizado con el sonido, sumergido en la música.

 

Había que cambiar de escenario y probarlas en otra sala muy diferente, mi salón. Allí, con menos tratamiento, unos 30 metros cuadrados y más ancho que largo tal como está instalado el equipo y dónde está el punto de escucha, las ProAc no se sentían “cajas pequeñas”. Las quise probar provisionalmente sobre el mueble bajo: la escena se comprimía en profundidad pero mantenía una gran amplitud y el sonido llenaba de pared a pared –algo más de seis metros–. Tan cerca de la pared trasera el grave tenía más presencia que en el sótano, demasiada incluso. Así que coloqué las Response DB3 de nuevo donde deben estar, sobre unos buenos pies, y probé diferentes colocaciones también aquí. La interacción de las frecuencias bajas con la sala era mucho más notable que en el sótano y alcancé un buen compromiso dejándolas en torno a 1 metro de la pared trasera. Más cerca, el grave pesaba demasiado según la grabación, y más lejos, se quedaban algo “sosas” también según qué escuchaba. Incluso la interacción con los pies fue más crítica en el salón: mejor un buen contacto apenas elástico –goma dura– con los pies, que conos de desacoplo. La orientación, de nuevo hacia el punto de escucha –ligeramente abiertas– y apuntando algo por encima de los oídos, aunque el salón refleja más y no llegaban a sonar apagadas como en el sótano. Y, eso siempre –recomiendo un medidor láser si no se tiene alguien que ayude con la cinta métrica–, colocadas al milímetro en distancia al punto de escucha.

En este sistema repetí experiencia y las ProAc me hicieron disfrutar de la música, de cualquier tipo de música. El sonido, de nuevo aparece la palabra que usan ellos mismos, es… “natural”. Pero eso no significa que sea neutro: ya lo percibí en el sótano y de nuevo en esta sala, las ProAc tienen un sonido con personalidad, diría que una personalidad muy parecida a la que los amplificadores de válvula suelen dar. Con algo más de peso en el medio-grave, que da cierta calidez. No es calidez por falta de agudos, ya indiqué que bien orientadas estas ProAc no fallan arriba. Es más cuerpo a las voces y también cuerpo a muchos instrumentos, y que subjetivamente es bien recibido. Gusta vaya, y por eso en lugar de saltar de pista probando cortes habituales, te quedas escuchando hasta el final, incluso buscas el disco de ese corte para dejarlo puesto, entero. Estas ProAc ayudan a dejar el audiófilo crítico de lado y ser más melómano.

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