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El grave es profundo, muy profundo, y controlado, con una articulación impecable, precisa, quirúrgica. Impresiona como resuelve los pasajes de grave más complicados haciendo que los “woofers” de nuestros altavoces trabajen muy a gusto desde las profundidades más abisales hasta la misma frontera del medio. Si la sala está bien controlada en esta franja del espectro sonoro, el disfrute está garantizado, desdiciendo a todos aquellos que opinan que los formatos digitales proporcionan un grave más controlado que los analógicos. Aquí el grave es preciosista con esa naturalidad que solo un plato puede dar, y con un control que desafía sin duda alguna a las leyes de la acústica.

El rango medio de frecuencias es muy natural, dinámico y neutro. Las voces son una delicia que encandilan al oyente desde la primera audición, no hay detalle o articulación que quede escondido detrás de ningún velo. La transparencia es total ofreciendo una presentación llena de matices e información, pero nunca trasladándose dentro del agotador y desesperante campo de la analiticidad. Los instrumentos de viento son reproducidos con tal riqueza que pone los pelos de punta, teniendo uno que abrir bien los ojos para comprobar efectivamente que no hay nadie delante, que es una simple grabación.

Responsable de ese elevado nivel de detalle es su respuesta en agudos, impecable y de una belleza que le deja a uno congelado. Es imposible quedar impasible ante tal despliegue de virtud. La apertura es simplemente perfecta, llegando a los extremos de la parte más alta del sonido con una linealidad impecable, pero sin mostrar ni pizca de agresividad, ni provocar ninguna fatiga auditiva. La realidad es que uno se queda sin adjetivos disponibles ante tal exhibición de buen gusto y fidelidad al original.

La escena es todo lo buena que nuestro equipo y sala se pueda permitir colocando los actores sonoros donde el ingeniero ha querido y con una altura realmente muy adecuada. La profundidad igualmente destacable, provocando la sensación de diferentes capas en la escena musical, con el consiguiente efecto cuasi holográfico que hace babear a muchos audiófilos de pro.

La dinámica es inagotable reproduciendo con desahogo todo lo que la grabación entrega al equipo con una facilidad que a estas alturas de nuestro artículo empieza a no sorprendernos lo más mínimo. Los transitorios cuando se reproduce el material musical adecuado, son espectaculares. La sensación de música en vivo es visceral y por momentos casi enfermiza. Una verdadera delicia para los amantes del realismo sonoro que disfrutaran como enanos de un banquete de ataques sonoros. Por momentos uno se siente tentado a subir el volumen y ver hasta dónde pueden aguantar los altavoces sin autodestruirse, o nuestros oídos sin reventar.

 

Y bueno, ¿con respecto a mi previo?, ¿dónde queda? El Andros 1.2 es un aparato espectacular y en este caso el Moon 610 LP queda a la altura del mismo. Hay cosas que hace ligeramente peor y otras que ejecuta de manera más adecuada. La verdad es que me sería muy complicado elegir entre uno y otro. Quizá el comprador se ha de plantear una sola pregunta. ¿Quiero la perfección en válvulas o en transistores? Y luego simplemente decidir sin riesgo a equivocarse.

“Un pequeño paso para un hombre un gran…” ¿Que conclusiones saco del análisis?

El Simaudio Moon 610 LP es un previo de fono impresionante, salvo la posición de los interruptores de resistencia, ganancia y capacitancia, nada negativo se puede comentar de él. La realización estética es bonita y de una calidad que demuestra que ha sido realizada con minuciosidad y mucho cariño. El sonido ya es otro tema, aquí entramos directamente a un nivel de realización que muy pocos aparatos y seguramente muy pocas marcas pueden ofrecer.

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