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A unas cajas acústicas que tienen por nombre el del más famoso creador de instrumentos musicales de la historia, se les debería exigir seguramente que bordaran la tímbrica de la mayoría de los instrumentos de cuerda, y en especial del violín. Creedme si os digo que el maestro Serblin lo consiguió, y en su sonido podemos apreciar y disfrutar de la riqueza y tonalidad que aporta un recinto de madera bien construido. Éste se asemeja más a la forma de un laúd que a la de un violín, con formas curvas tanto en el frontal como en la trasera. A pesar de ser bastante ancha –65 cm.–, esta curvatura de la pared frontal impide cualquier atisbo de indeseables difracciones, y consigue que lo que a priori podría suponer un defecto –con su presencia demasiado intrusiva en nuestra sala de escucha–, en la práctica sea una de sus mejores virtudes: su acertada escena sonora, tanto en amplitud como sobre todo en profundidad. Su escasa profundidad de 25 cm sí supone una ayuda a la hora de disponer de más espacio libre hasta la pared trasera.

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La presentación musical de estas cajas, transmite una sensación de franqueza y realismo que atrapa al oyente y lo deja pegado a la silla de manera inmediata. ¿Por qué suena todo de manera tan sincera? Pensándolo con tranquilidad, creo que el secreto radica en la acertada manera en que estas cajas entregan las problemáticas –demasiado a menudo– frecuencias graves. No recuerdo ninguna caja que haya estado en mi sala, que muestre un grave tan completo, dinámico y absolutamente controlado como estas. Y es que además para conseguir este resultado no tuve que andar moviéndolas de un lado para otro, ni rompiéndome la cabeza demasiado. Fue colocarlas en el sitio acostumbrado y ya está, un grave perfecto. Todos sabemos que con este factor resuelto, tenemos un porcentaje altísimo de posibilidades de que el resultado global sea un éxito. Aún así, para que sonaran como a mí me gusta tuve que trabajar todavía un poco más.

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Junto a este grave poderoso, controlado, pero también contundente que entregan sus 2 woofers de 10”, las frecuencias medias tampoco son tímidas. En este contexto, mis cables habituales Fono Acustica Armonico no resultaron ser los mejores compañeros de viaje de las italianas. La habitual riqueza y sensualidad sonora que presentan los Armonico, se volvía en esta ocasión un tanto excesiva y mutaba en un sonido un tanto embarullado, ruidoso y falto de esa sensación de paz que nos permite relajarnos y disfrutar. Rescaté entonces mi conjunto de cables Stealth, tanto de interconexión como de altavoz, y el resultado mejoró de manera considerable. Apareció un lenguaje musical más refinado, floreciendo sutilezas nuevas, los instrumentos pasaron a diferenciarse mejor sin menoscabo de una presentación global coherente e integrada. Mi impresión es que estas Stradivari Homage mejoran con cables neutros, rápidos y detallados y los cables que amortiguan el sonido no resultan ser buenos compañeros de viaje. Con esta combinación, la veracidad de todos los timbres de los instrumentos reproducidos mejoró y de qué manera. Sea cual sea el nivel de los cables y el equipo que tengamos, no podemos olvidar que lo más importante es una correcta sinergia entre ellos.

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