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Sala grande: Accuphase, Steinheim, Dohmann

En la sala principal de la tienda he tenido ocasión de escuchar equipos y cajas tremendas en todos los sentidos, en esta ocasión las Steinheim Alumine Five parecen pequeñas en las fotos, no tanto en directo: son cajas de 1’20 metros de altura y 110 kg de peso cada una. Construidas en aluminio de forma muy masiva, usan dos woofer de 10 pulgadas en su parte baja más el mid-woofer de 6’5 pulgadas y tweeter de la parte superior procedentes de su Reference, y destacan por ofrecer una sensibilidad bastante alta –94dB– además de estar diseñadas para una baja distorsión.

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Las movía una electrónica inédita para esta presentación, de la prestigiosa marca japonesa Accuphase –distribuida por Ultimate sólo en Portugal–, con sus novedades de previo C-2850 y etapa P-7300 acompañadas del lector CD/SACD también Accuphase DP-720. La otra fuente, analógica, era el también muy nuevo plato Dohmann Helix 1, toda una estrella en sí mismo al usar una mezcla de tecnologías para conseguir la reproducción ideal del vinilo. Desde luego era sorprendente comprobar que “tocarlo” –incluso moverlo– no afectaba al sonido reproducido. Las cifras de la etapa pueden engañar, porque 125W a 8 Ohmios no parecen tanto… hasta que descubres que es capaz de dar más de 800W bajo una carga tan baja como 1 Ohmio. Eso, y una relación señal-ruido bajísima de hasta 131dB según la ganancia seleccionada.

Esta sala es como decía enorme, y las Steinheim se dispusieron bien alejadas de la pared trasera. Eso, la acústica de la sala y la excelente dispersión de estos altavoces –andando por la sala no percibías grandes cambios tonales–, daba como resultado una gran escena, ancha y muy profunda, con buena sensación de separación de “capas” en ese sentido, algo que me gusta particularmente apreciar en cualquier sistema y que echo de menos cuando no lo percibo tan bien, sin quejas en este caso sino muy al contrario.

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Pasé horas escuchando este equipo, y hubiera pasado más: una vez ajustado –el viernes por la mañana no me impresionó tanto como después tras recolocar las cajas– ha sido uno de los equipos más equilibrados que habré escuchado, como le dije a Miguel Carvalho cuando me preguntó por qué pasaba tanto tiempo en esa sala “un equipo con el que cualquier aficionado, a cualquier tipo de música, sería totalmente feliz y además muy bonito”. El conjunto Accuphase, con su tono dorado particular, sus vúmetros, y sus facilidades de control –que suave van todos los mandos y qué bien responde al mando a distancia–, recibiría seguro el beneplácito en cualquier hogar, y las cajas con su estética relativamente discreta –poco “chillona” por lo menos– y un tamaño no exagerado, lo mismo.

 

Pero sobre todo por cómo sonaba: un conjunto de jazz vocal ofrecía una voz presente, sólida, sin nada de agresividad, pero con toda esa microinformación que permite escuchar respiraciones o pequeños movimientos en el grupo. Los graves, sorprendentes –o quizás no con dos woofer de 10 pulgadas a cada lado–, por su extensión y por su impacto, dos cosas que no siempre van de la mano pero que son las que permiten que el equipo sea tan capaz de emocionarte con cierta música –contrabajo, orquestra– o de ponerte en marcha e impactarte con otra más moderna –pop, rock–.

La buena sensibilidad de las cajas y la amplificación disponible se aliaban además para ofrecer una dinámica sobresaliente, otro factor importante para acercarnos a la “realidad” de la música en directo. El tema ‘Live in America’ de Paco de Lucía, exige eso si queremos tener un parecido razonable con el directo y este sistema lo bordó… daban ganas de aplaudir.

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Pero además de dinámica y grave estas cajas ofrecían un excelente timbre. El conjunto de guitarras de Discantus –grupo desconocido pero que uso mucho para pruebas porque vi en directo– sonaba holográfico y real, la voz del desaparecido Leonard Cohen parecía totalmente presente, lo mismo con Silvia Pérez Cruz o la deliciosa Emilie-Claire Barlow… y cuando cambiamos al plato las sensaciones se mantuvieron o incluso mejoraron: disfruté enormemente del ‘Take Five’ de Dave Brubeck en vinilo, y no menos de Dire Straits o Dead Can Dance, ni de varios conciertos para violín… la lista es larga, pero ya digo que me hubiera quedado allí las 24 horas del día.

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