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El Andros se integró perfectamente en mi equipo desde el principio. Las primeras escuchas fueron directamente muy satisfactorias. No tuve más que hacer unos pequeñísimos ajustes en la configuración del plato, una variación del VTA, para que la combinación empezase a destilar música. He de indicar que me tomé este análisis con mucha tranquilidad, ya que tuve la gran suerte de tener el Zesto un tiempo considerable en mi equipo, y también importante, he tenido la oportunidad de oírlo en otros equipos, lo que da una perspectiva bastante interesante pues permite evaluar su sonido desde un punto de vista más amplio. Pero pasemos a lo que es realmente significativo. El sonido.

El grave de nuestro invitado es impresionante, con una extensión ilimitada, bajando hasta el último de los infiernos con una facilidad asombrosa y con una energía que sorprende. La pegada aparece cuando es necesaria y la articulación es en todo momento perfecta, dibujando el grave con tal precisión y descaro que uno no puede más que preguntarse por qué otros aparatos no lo hacen así. Cada grabación y corte encuentra su grave perfectamente reproducido con su tonalidad adecuada, consiguiendo distinguirse perfectamente del anterior, mostrando de esta manera que no hay ningún tipo de coloración que embellezca artificialmente esta zona del espectro, y que haga sonar a todas las grabaciones con la misma personalidad. No es necesario apuntar que la contundencia esta a la altura, dejando pequeña a cualquier fuente digital que haya escuchado nunca. ¡Impresionante!

Zesto Audio Andros 1.2__3

Las vitales frecuencias medias, de nuevo sorprenden. Simplemente fluyen como solo pueden hacerlo en una fuente analógica. El timbre es totalmente natural, la palabra perfecto no le haría justicia, la definición adecuada sería “real”, porque así es como se siente, desplazando materialmente a los solistas e instrumentos a nuestra sala con una naturalidad pasmosa. La microdinámica en esta zona es impresionante, marcando perfectamente cualquier mínima inflexión de la voz humana, con una precisión que produce en el oyente una sensación de realidad que pone los pelos de punta si uno se atreve a cerrar los ojos. La impresión de sentirse transportado al evento real es apabullante y nunca me había dado cuenta de que dependiese en tal proporción de la zona media. No puedo más que afirmar que la combinación Andros 1.2 con mi cápsula Ruby Z es casi mágica en esta zona del espectro sonoro. Lo mejor que haya escuchado hasta ahora en analógico sin duda alguna.

La zona alta del sonido tampoco decepciona lo más mínimo. De nuevo se produce una extensión que literalmente deja en pañales a mi actual previo de fono. Hay una precisión total que provoca una claridad cristalina sin ápice alguno de analiticidad. De hecho este previo se sitúa en el lado opuesto de esa característica, sin en ningún momento llegar a pecar de endulzar nada. Los adjetivos que me vienen directamente a la cabeza cuando pienso en el agudo que produce nuestro protagonista son sin duda alguna, fácil y fluido. Y no puede ser de otra manera, porque la zona alta del espectro se materializa ante nuestros oídos con una facilidad y falta de tensión, que hace que sea tan sorprendente como los propios agudos de una interpretación en vivo.

Zesto Audio Andros 1.2__4

La escena es proporcionada tanto en altura como en anchura, con una profundidad correcta, y mientras la grabación reproducida tenga un mínimo de calidad mantendrá una escala coherente. Nada de florituras por exceso o por defecto. Proporciona una focalización más que precisa, conservando en todo momento el volumen adecuado de cada actor sonoro, nada de puntos aislados en el espacio tridimensional, estamos hablando de bulto. Las masas de instrumentos dejan entrever que están compuestas por diversos actores que ni se apabullan unos a otros, ni se pierden en una rara desconexión. En suma una representación espacial tan buena como el efecto estereo de la grabación en cuestión permita.

La dinámica es impresionante. Me cuesta hacer justicia con palabras a la exhibición de desahogo de la que hace gala el Zesto Audio, y en todo momento sin manifestaciones pirotécnicas de ningún tipo. No hay exageración ninguna que pretenda potenciar artificialmente esta característica de la música. Con algunas grabaciones de referencia como discos del reputado sello Sheffield Labs, en las que se cuida que no haya ningún tipo de compresión dinámica, la sensación es brutal. Son pura realidad, siendo capaces de trasladarnos directamente al espacio de la interpretación. Estoy casi seguro que una batería “real” no podría sonar mucho mejor en mi sala que lo que lo hace una batería en estas grabaciones. Los transitorios son rápidos y feroces, añadiendo frescura e impacto a las interpretaciones de todo tipo. Que más puedo decir, realidad pura y dura.

Pero no es solo la capacidad de interpretar cada característica analizada, en los párrafos anteriores, lo que impresiona. Ni mucho menos. Porque cuando escuchamos hora tras hora nuestra configuración analógica, por fin nos damos cuenta de su principal virtud, que no es más que la capacidad de, sin llamar la atención en ningún punto, ofrecer la presentación musical global más natural que nuestro equipo sea posible de ofrecer. En este caso la suma de las partes crea un todo, que utilizando algún tipo de cálculo matemático absurdo, supera en bastantes enteros a lo que podríamos pensar que daría una adición lógica. Nuestro invitado proporciona torrentes de placer musical ininterrumpido, mientras nuestro cuerpo sea capaz de pinchar en nuestro plato grabaciones más o menos afortunadas. Todo depende de nuestra inspiración. Si estamos por la labor de escuchar, el Zesto estará siempre dispuesto a ofrecernos lo mejor de cada vinilo.

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