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Una deliciosa escucha

Pero ya va siendo hora de que enfrentemos a nuestra exclusiva invitada a una serie de buenas grabaciones. Muchos han sido los discos que han pasado estos días por la Shelter 9000, pero les mostraré ahora una cuidada selección de los más destacables, aquellos que me han parecido más afines y que mejor demuestran las virtudes de esta cápsula.

Yo que siempre he presumido de ser un hombre de gran orquesta, les confesaré que con la edad, cada vez me atrae más la música de cámara. En muchas de estas modestas composiciones se encuentra el mejor legado de muchos de los grandes compositores. Hay mil ejemplos excelentes que lo demuestran pero quiero aquí hablarles de una obra que nos acerca a los inicios del genio de Bonn, me refiero al humilde Op. 18 de Beethoven, una serie que recoge seis cuartetos para cuerda y que, en mi humilde opinión, encuentran en la lectura del afamado Quarteto Italiano su mejor interpretación. Una grabación en la que las diferentes voces encuentran un perfecto equilibro y cuya lectura con la Shelter la hace más vibrante, con una parte media baja realmente sorprendente, pero sobre todo con una sensación de facilidad que convertirá a la japonesa en una de las más firmes candidatas para la lectura de este tipo de composiciones camerísticas. Cuando escribo estas líneas me deleito con el Allegro con brio del Nº 5 en La Mayor, una auténtica delicia que en esta refrescante lectura se muestra muy detallado y con mucha intencionalidad, aunque con un sabor muy meridional, de amplio fraseo y una naturalidad inusitada.

A continuación un disco precioso, uno más de los que me acompañan desde mis inicios. Y es que el Peer Gynt de Eduard Grieg es una pieza simbólica, una obra maestra que propios y extraños deberían poseer. Desde aquí quiero rendir un merecido tributo a ese director noruego de nombre impronunciable, Oivin Fjeldstad, quien a finales de los 50 realizó una grabación inolvidable de estas suites con la Orquesta Sinfónica de Londres, bajo la supervisión de los afamados técnicos de Decca. El resultado con la Shelter es asombroso, de un vigor sorprendente, en algunos temas de amplio aparato orquestal, como en el conocido “En la Caverna del Rey de las Montañas”, el comportamiento de nuestra invitada es ejemplar, desentrañando los diferentes planos sonoros, para oír mejor hasta el más ínfimo detalle. En otros temas como “La Canción de Solveig” salta a la vista una de las virtudes de esta cápsula, el excelente manejo que tiene a la hora de presentar la zona media y baja de la cuerda, ¡qué realismo qué textura! Cierto que le falta un ápice de brillo en la zona alta, pero eso se le puede perdonar a cambio del resto de beneficios sonoros que nos ofrece.

 

Al desaparecido Rafael Frühbeck de Burgos debemos una de las más emblemáticas versiones de Noches en los Jardines de España, y aunque muchos prefieren la posterior interpretación, más moderna, con Alicia de Larrocha (DECCA 1983), yo me declaro un enamorado de esta grabación con Gonzalo Soriano, con un sonido EMI plenamente analógico de 1962. En esta escucha con la Shelter 9000 he de decir que me ha gustado mucho el empaque de la orquesta, así como la especial sonoridad del piano de Soriano: al inicio de “Los Jardines de la Sierra de Córdoba” el timbre del instrumento me parece de una belleza incuestionable. Falla también compuso para la orquesta algunos momentos, repletos de un lirismo muy típico del resto de sus composiciones, que vienen como anillo al dedo a nuestra invitada, para demostrarnos la transparencia con que reproduce el timbre de cada uno de los instrumentos, ofreciendo una diferenciación de atriles bastante aceptable, así como un contraste dinámico suficientemente acentuado.

Como no pretendo cansarles demasiado, me permito hacer un pequeño remix de algunas grabaciones que tienen al violín como su principal protagonista, pues ciertamente la Shelter se lleva muy bien con todo aquello que tiene relación con la cuerda. Me ha sorprendido bastante la carnosidad del violín de Oistrakh en su interpretación de la Fantasía Escocesa de Max Bruch para DECCA, también la facilidad con que reproduce los abruptos giros del virtuoso Michael Rabin, que ya saben que es mi preferido en la interpretación de la Introducción y Rondo Caprichoso y Allegro de Saint-Saens. Por último me ha emocionado bastante el lirismo, la textura y la sedosidad del instrumento de Leonid Kogan en la Serenata Melancólica de Tchaikovsky.

Como broche final y habida cuenta de mi debilidad mahleriana, me gustaría rematar esta sección con una de mis sinfonías preferidas. Y es que aunque todas son santo de mi devoción, les confesaré mi debilidad por la tercera, por su impulso, por su fuerza y por su vitalidad. Quizá hay quien piense que tales adjetivos se pueden aplicar a todas las sinfonías del compositor bohemio, pero no en mi humilde opinión, pues en las grandes sinfonías posteriores se encuentra un tono oscuro de desesperanza que aquí no se muestra, siendo ésta una especie de explosión vital que hace referencia al propio Universo y al origen de la vida. Pero no divaguemos… la cuestión es que he elegido una grabación impactante para esta revisión, la que en 1978 editara DECCA de la interpretación de Zubin Mehta con la Filarmónica de Los Ángeles. Esa opulencia sonora de la que hace gala Mehta en sus transcripciones, casa a la perfección con la lectura de nuestra invitada. La 9000 hace una lectura poderosa de esta obra, los momentos de mayor intensidad son desenredados delicadamente, ofreciendo una visión que aúna precisión y vivacidad con un gran respeto por los detalles y los diferentes timbres. El viento metal, gran protagonista en estas sinfonías mahlerianas, suena muy comedido, evitando los excesos, la percusión un tanto ampliada como corresponde a los habituales retoques de los ingenieros y la cuerda simplemente deliciosa. Me permito remarcar dos detalles, el excelente tratamiento de la Shelter de la voz, tanto en lo referente a la contralto Maureen Forrester que canta divinamente, como al apartado coral, y la introducción del último movimiento que tiene como protagonismo único a la cuerda, en esa lenta e inigualable ascensión donde podemos distinguir a la perfección el timbre y textura de cada una de las secciones.

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