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Escucha

Ernesto, alma máter de Armonía Hifi, no tenía muy claro cuántas horas podían tener estos altavoces ya que los había tenido en exposición pero sonando ocasionalmente, así que de entrada los llevé a mi equipo del sótano –que en verano oficia de despacho al estar más fresco– para dejarlos sonando un buen número de horas y asegurarme que las suspensiones de esos woofer relativamente pequeños estuvieran bien “sueltas”. Con música de fondo y alguna escucha más dedicada ocasional para ver qué tal iban evolucionando, me llevé buenas impresiones y algo destacó: por la forma de entregar las notas más graves me recordaron mucho a los monitores Merlin TSM que tanto tiempo me estuvieron acompañando, y que desgraciadamente son ya irrepetibles por la pérdida de su creador Bobby Palkovic (DEP).

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Lo curioso es que las Merlin eran cajas de mayor volumen y con un woofer más grande –6’25 pulgadas– aunque cerradas, mientras las System Audio son más compactas y llevan un 5’5 pulgadas, aunque son abiertas –reflex–. El grave parecía muy lineal, siempre algo tímido, pero sin que algunas notas o frecuencias determinadas dominaran sobre otras, algo que suele ser así precisamente en cajas cerradas pero que suele ser justo al contrario cuando un fabricante pretende extraer algo que parezca un “buen grave” de una caja pequeña, a base de algún pico notable que acaba enmascarando otras frecuencias. Nada de eso con las Pandion 2, que en el otro extremo del espectro audible –agudos– sonaban muy dulces, incluso algo tímidas, en mi sótano que por sus características acústicas tienden a comerse un poco esa parte –mucho material amortiguante y mucha difusión–. También aprecié que, teniéndolas con música de fondo, no aparecía nunca fatiga auditiva y al moverme por el sótano no percibía grandes cambios tonales.

Cuando di por finalizado el “rodaje” les dediqué más atención, todavía en el sótano y con el pequeño y capaz integrado de Crayon cuya prueba publicamos recientemente. Las System Audio confirmaron una excelente linearidad de respuesta, con un grave particularmente bien definido y ausente de “picos”, perfecto para disfrutar de un disco como el “The Cello Suites – Inspired by Bach” de Yo-Yo Ma que hacía mucho no escuchaba. Con más intérpretes la escena presentada destacaba en profundidad más que en amplitud, y no tardé en cambiar de escenario porque tenía muchas ganas de ver qué tal se llevarían –acústicamente pues estéticamente ya sabía que pasaban con nota alta– con mi salón.

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No me llevé ninguna sorpresa negativa, y al jugar con su colocación descubrí que ese grave tan lineal que me llamó la atención en el sótano aún me reservaba una sorpresa mayor en el salón, de acústica menos óptima y con un modo resonante notable en unos 35 Hz. Bien, pues estas cajas consiguieron algo que sin corrección nunca había visto o mejor dicho escuchado: salvo que las colocara muy cerca –menos de 30 cm– de la pared trasera, no llegaban a excitar ese modo de sala a pesar de estar dando un buen grave en esa frecuencia y –gracias a la ayuda de la propia sala– incluso algo más abajo. Ni siquiera las citadas Merlin TSM, con su grave rápido pero tímido y de lineal bajada por su caja cerrada, habían conseguido algo así.

 

Y ya que estamos con las frecuencias más bajas, decir que por ahí es por dónde más me exigieron las System Audio a la hora de probar diferentes amplificaciones. El mencionado Crayon destaca curiosamente –porque al usar una fuente de alimentación conmutada uno con perjuicios diría que no es posible– por su garra y energía en graves, pero descubrí que las Pandion eran capaces de dar todavía “más” en ese aspecto si las movía con otra cosa: las monofónicas Hypex –son Ncore 400 con su alimentación en cajas separadas– extrajeron de las cajas finlandesas un grave de más impacto y extensión, y que aún así seguía sin excitar ese indeseable modo resonante de mi salón. Un corte muy bueno para probar todo esto es el “Ride Across the River” de Dire Straits del disco Brothers in Arms, porque tiene tanto grave continuo –presencia– como golpes de batería –impacto– y con las etapas en clase D el sonido no parecía provenir de unas cajas tan pequeñas con un woofer de poco más de 5 pulgadas, y era de mucha más calidad que lo que suelen dar cajas así cuando intentan entregar lo que no tienen.

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El resto del espectro seguía esa tendencia que ya descubrí en el sótano. En el salón, de acústica más brillante, el agudo seguía sin ser nada agresivo y de hecho sólo probé en una ocasión el interruptor trasero que lo “dulcifica” aún más porque, si acaso, diría que es tímido de por sí. El Crayon ofrecía en la parte alta un poco más de detalle que las etapas Hypex, pero apenas aprecié diferencias entre ambas amplificaciones quitando lo comentado en graves: si me quedara estas cajas las movería con las holandesas antes que con el austriaco, pensé.

Mientras pasaban los temas y los días, y seguía disfrutando de un equipo tan bonito y agradable de escuchar –sí, entrar al salón y ver las cajitas a mí también me gusta–, no dejaba de pensar de vez en cuándo qué tal sonarían con válvulas, porque al ver que necesitaban garra en grave lo había descartado un poco pero… a veces me faltaba algo de apertura, echaba de menos “algo” en algunos discos y así lo veo reflejado en algunas de mis notas. Así que subí mi Gran Filarmonía, que con cuatro EL34 por canal y una respuesta en frecuencia que es la envidia de muchas amplificaciones de transistores, quizás podría aportar esa información que no me terminaba de llegar.

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