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Una vez acabado este proceso llega el momento realmente importante, abrir el transporte introducir un disco y presionar el “play”. El Esoteric se traga el CD o SACD elegantemente y se toma unos 6 segundos de media, en reconocer el tipo de disco compacto que hemos elegido para la escucha. El K-03 elegirá para su reproducción, por defecto, la capa Super Audio cd, en el caso de que el disco sea híbrido. Los mecanismos VRDS no son en general especialmente silenciosos y éste no es una excepción. Aunque no es algo que en principio pueda preocuparnos, a no ser que lo tengamos muy cerca de nuestro punto de escucha. Si no es así, ni nos enteraremos.

La navegación por sus menús es relativamente simple e intuitiva y el mando a distancia, aparte de lujoso, es muy fácil de usar. No pondrá en ningún momento en dificultades a nadie. Y ese recubrimiento de cuero es simplemente genial, uno de esos detalles que  cautivan al afortunado usuario incluso antes de que empiece a sonar.

Una vez en marcha y con los primeros compases ya presentes en nuestro sistema, no tenemos más remedio que reclinarnos y sumergirnos en el disfrute que nuestro invitado promete proporcionar. Y… las primeras impresiones empiezan a dominarnos y sumergirnos en nuestro particular análisis. El sonido del K-03 tiene su propia personalidad y eso se nota. Puede o no puede gustar, pero lo que está claro es que estamos delante de un aparato que desprende calidad y buen gusto a raudales.

Nuestro objeto de análisis es un aparato preciso, estable e increíblemente bien realizado. Pero no sólo de apariencias, aunque sean tan brutales como éstas, vive el audiófilo. ¿Cómo suena? Empezaré mis comentarios sónicos destacando el punto donde  realmente brilla con luz propia. El Esoteric proporciona la mejor escena que he tenido nunca en mi sistema. Enormemente ancha, de hecho es la escena con más amplitud que nunca haya escuchado en equipo alguno. Con una altura muy correcta y una grandísima profundidad. La precisión es también brutal provocando una estabilidad total de los actores sonoros en el escenario. La sensación de distancia con el sonido es absoluta. La música se mantiene siempre detrás de las cajas, independientemente del género que estemos reproduciendo, y nunca se viene hacia delante de manera intimidatoria. Evita así  esa sensación tan molesta para algunos aficionados, en la cual tienen la impresión de ser engullidos por el evento sonoro. Aunque eso es cuestión de gustos. A mí personalmente y con algunos tipos de música determinados, me gusta que esta me abrace y sumergirme dentro de ella, pero entiendo que la mayor parte de los aficionados no valoren esa sensación.

El aparato provoca una dinámica muy adecuada, que enseña perfectamente los estados de ánimo de la melodía con unos transitorios correctos, pero que definitivamente podrían ser mejores. Aunque creo que si estos fuesen más marcados, posiblemente perderíamos esa sensación de tranquilidad y profundidad total que proporciona la escena, arruinando esa magia con la que esta última nos enamora.

El grave es profundo y con una intensidad suficiente para llevar la base rítmica de la gran mayoría de las composiciones que vayamos a escuchar. Tiene una articulación muy marcada, que lo hace muy natural y relajado. Hace gala de una gran fluidez, pero yo personalmente encuentro que le falta un poquito de fuerza. En ciertas grabaciones de música rock la parte baja del espectro sonoro me parece un poquito débil. Cuidado, no incorrecta, ni mucho menos, pero si un poquito ligera para este tipo de presentación, donde el grave debe adquirir en ocasiones un papel protagonista.

Los medios son muy naturales y ricos en textura. Representan muy bien tanto la voz masculina como la femenina. Tienen una micro dinámica muy buena provocando así una articulación muy precisa y una inteligibilidad muy sutil. Escuchar una ópera con este reproductor simplemente corta el aliento. Si unimos la excelente escena que propone con las increíbles voces, las cuales realmente logran convencernos de su presencia, tenemos una representación que no esta lejos de lo que puede ser el evento real. Por otro lado los instrumentos de cuerda también son devueltos a la vida de una manera prodigiosa, llegando a alcanzar cotas de realismo en este aspecto que solo había experimentado hasta ahora en los sistemas analógicos de mucha altura.

El extremo agudo es muy delicado y preciso. Complementa perfectamente al medio y consigue ofrecer toda su extensión con una facilidad y elegancia increíble. Sólo en las grabaciones más desastrosas y desalmadas, es posible encontrar un agudo que perfore nuestros tímpanos provocando malestar. Todo lo demás suena con la facilidad característica de los instrumentos reales. Al principio impresiona pero a la larga y una vez acostumbrado (a lo bueno uno se acostumbra rápidamente) a su representación, sólo queda una falta de grano y aristas que hace que el agudo fluya pasando desapercibido y sin reclamar la atención hacia si mismo en ningún momento. La resolución simplemente es perfecta, dándolo todo en cualquier situación.

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