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Escucha

Las dos TAGA Diamond B60 vienen en una caja de doble cartón con buenas protecciones, aunque con su peso se maneja ya un poco justa sin ayuda.

Las probé sobre unos soportes no muy altos, ideales con estas cajas que sí son un poco altas para ser monitores –41 cm– y además mis puntos de escucha son sofás no muy altos también. TAGA recomienda ponerlas prácticamente sin “toe in” –es decir mirando de frente, no hacia en punto de escucha–, eso y el uso de titanio en el tweeter me hicieron temer por un sonido brillante. Nada más lejos, como –casi– siempre está bien leer el manual y saber qué recomienda el fabricante, pero uno tiene que hacer los deberes y probar diferentes orientaciones de la caja. Tanto en mi sótano –sala muy espaciosa y “tratada” con una escucha cercana alejada de paredes– como en el salón –sala doméstica más corriente, escucha más alejada–, como me gustaron más fue a medio camino, es decir algo orientadas al punto de escucha pero no del todo, de forma que un eje imaginario se cruzaría bien por detrás. Ya durante estas pruebas de colocación me di cuenta de lo que sería, creo, lo más destacable de estas TAGA: la “facilidad”. Facilidad de orientación, porque tienen tan buena dispersión que da un poco igual hacia dónde apuntan. Facilidad de colocación, porque aún sin medir al milímetro las distancias de ambas cajas a los oídos –cosa que siempre hago después de colocarlas con un medidor láser– la escena estaba “clavada”. En un sofá de tres plazas, el punto central es el óptimo pero desde los laterales se aprecia perfectamente la escena y se focalizan las imágenes centrales.

También son de gran facilidad de manejo, porque estas cajas son igual de honestas en sus cifras que en su precio: esos 90 dB son muy reales y la impedancia no debe presentar caídas acusadas porque las pude disfrutar con “cualquier” amplificación sin problema. Lo de la sensibilidad es algo que puede estimarse fácilmente al montarlas en un equipo de cine, calibrarlo y comparar con otras cajas: las TAGA me pedían 0’5 a 1 dB más de ganancia en el procesador que mis 802D –que están en 90/91 dB reales–, con lo cual estimo que están entre 89 y 90dB reales de sensibilidad. No es frecuente que unos monitores tengan tan buen rendimiento, es más habitual que estén 3 y hasta 6 dB por debajo –entre 84 y 86 dB reales, cuando no menos–. Esto significa que harán falta pocos vatios para que ofrezcan igual presión sonora. Y que su impedancia sea bastante benigna –me fío cuando un fabricante declara 6 Ohmios– significa que, además, esos vatios no tendrán por qué ser “caros” –a base de corriente–, y que las válvulas serán bienvenidas.

 

Es algo de lo que puedo dar absoluta fe: al recibir las cajas las instalé en el equipo del sótano y las dejé sonando varios días, para que se rodaran o soltaran tras el viaje. Para ese menester uso la sencilla etapa de salida del excelente reproductor en red Linn Sneaky que tengo en ese sistema. Son 20 vatios por canal procedentes de un amplificador “de chip”, como digo es algo sencillo, que sólo suele tener la fácil tarea de mover mis Allegro cuando pongo música de fondo para el taller. Gracias a las Allegro sé, de todos modos, que su sencillez ofrece una calidad notable si no lo sacamos de su zona de confort, y con estos monitores TAGA me llevé la sorpresa de que podía subir el volumen hasta donde encuentro tolerable, y seguir disfrutando.

Las Diamond B60 sonaron con esta sencilla fuente/amplificación pero que muy bien y me dejaron con la promesa de aún mejores sensaciones a medida que subiera el listón del resto del sistema. Es un sonido que, además de “fácil”, describiría como muy natural, pero sin duda que es sonido a “caja buena”. No hay estridencias en ningún momento, y sí un timbre muy correcto, algo que te permite distinguir muy bien qué estás escuchando. No todas las cajas tienen esa virtud, no siempre es tan fácil distinguir un piano real de uno electrónico, una voz de otra, un oboe de un clarinete… En el sótano y con el Linn les faltaba un poco de peso en graves –son más de 60 metros cuadrados y sólo 20W–; es decir con música rock, con baterías, con orquestas donde los contrabajos deben tener presencia… faltaba algo, pero el resto era prácticamente de referencia.

Añadiendo a la receta el integrado Gran Filarmonía –60W de dos parejas de EL34 por canal– subió ese “listón”, de forma clara pero tampoco espectacular. Estas TAGA “suenan” tan fácil, que mejorar ya es cuestión de finura, no de saltos gigantes. Con las válvulas ganaron presencia por debajo de unos 100-120 Hz, sonaron más llenas, las voces con más cuerpo, esos contrabajos algo alejados o anémicos de antes estaban ya donde debían. Con este saltito –el Linn actúaba ahora sólo de fuente–, tenía delante un sistema estéreo más completo de lo que podía imaginar, unos monitores que suenan a caja grande y completa, con la única excepción del impacto que pueden dar woofers –en plural– de 8 o más pulgadas. Salvo esa pegada en el pecho, que no todos buscan, creo que cualquier aficionado estaría colmado con lo que estaba escuchando. Y la escena sonora era excelente, las cajas desaparecen y ofrecen un anchísimo y profundo escenario.

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